ÍNDICE POLÍTICO
Por FRANCISCO RODRÍGUEZ
En todo el mundo, en todos los tiempos, se ha comprobado que conservar el Derecho equivale a condenar a una sociedad al inmovilismo, al catatonismo ante las nuevas realidades y/o ante tensiones emergentes que deben solucionarse para guardar meticulosamente los equilibrios necesarios.
Pero, a contrario sensu, despreciar la aplicación del Derecho, arrumbarlo al olvido por ignorancia es destruir la convivencia pacífica, la estabilidad y la gobernanza. Es el reino del contra pensamiento, el festín de los inútiles, el fin del Estado constituido bajo acuerdos ancestrales que le han dado supervivencia al país.
Aprovechar las mayorías en las Cámaras legislativas sólo para cumplir caprichos pasajeros y fútiles, dejar la procuración e imparticion de la justicia en incondicionales e invertebrados, equivale a echar por la borda toda posibilidad de coexistencia. Comprar la justicia electoral es propia de dictadorzuelos sin escrúpulos.
Esto ya no tiene remedio. No hay voluntad de rectificar
Estamos en el centro de una olla de indignación. Sintiendo cómo se ha humillado al régimen en el que se depositó hace sólo dos años credibilidad y esperanza. Por culpa de la ignorancia se ha perdido uno de los pocos baluartes que le quedaban a un proyecto de Nación, hoy desprestigiado, sumido en el hazmerreír internacional.
Lo peor es que, como van las cosas y como suenan las declaraciones y las justificaciones insensatas, esto ya no tiene remedio. No hay voluntad de rectificar, ni conocimiento para pensar o recapacitar. Son conceptos que no existen en la agenda. Por soberbia de un solo sujeto, parece que hemos tocado fondo y no hay ya para dónde hacerse.
El gobiernito suena a réquiem. Sólo falta el responso. El asunto es verdaderamente complicado porque no hay peor enemigo que el que no entiende, ni peor ciego que el que no quiere ver.
El mundo nos observa entre perplejo y desconcertado
Y no se trata sólo de las decisiones descabelladas de un tirano. Detrás está la condición lamentable de un régimen amarrado a un pacto oscuro y condenado a la nada por falta de programa, de valor, de operadores y de objetivos, que arroja un sistema perdido en moralinas de quinta estofa. El problema es mayor.
No se sabe qué hacer con el Estado. No sabemos qué pasa y eso es lo que nos pasa. No están bien aprendidas las primeras lecciones ni los balbuceos de la historia, ni las primeras letras del funcionamiento del poder, de la esencia del mando. Así, no podemos decir que vamos hacia algún lado. El mundo nos observa entre perplejo y desconcertado.
¿Dónde, cuándo y por qué perdimos los mexicanos al país?
El régimen modito Tepetitán subsiste todavía gracias a los saldos en bodega de lo que quedó de los odiados neoliberales, estructura y negociantes consentidos. Las decisiones y las amenazas insensatas han desterrado las inversiones, el empleo y el dinero que existía en las arcas pasó a formar parte del botadero y del bolsillo de los gañanes.
No puede completarse ni el presupuesto de este año electoral, pues hay un faltante de varios billones de pesos, imposibles de captar porque la economía ha sido destruida a marro firme desde que llegaron a Palacio Nacional. Y sin existir, ya está comprometido en las maletas de los Siervos de la Nación, ya todos vacunados.
La gente se pregunta: como está la situación ¿llegará el gobiernito a ver junta esa cantidad alguna vez en las arcas durante todo el sexenio? ¿O siquiera la décima parte? ¿Dónde tienen la sesera para aventarse las lanzadas que ya no cree ni un niño de primaria? ¿Dónde anda perdido el país?
Imposturas y gestos de perdonavidas en las “mañaneras”
Un “caudillo” aferrado a cifras de popularidad inventadas, engañosas, perjudiciales para el sano juicio de los que mandan y de los habitantes. Montañas de datos falsos que hacen creer al que toma las fatídicas decisiones que domina el escenario con mano firme, que todo va muy bien.
Cantos de sirena, música al oído de un elegido para el fracaso, porque eso se deriva de las imposturas y gestos de perdonavidas que gesticula desde el podio de las “mañaneras”. Fustiga a todo el mundo con aires de suficiencia, como poseído, peor que cualquier charlatán de feria, que cualquier mimo de carpa.
Los operadores hacen como que obedecen, el tiranuelo hace como que manda. Es todo un espectáculo bufo para psiquiatras. Errabundo y despreciado por todas las veredas del país, comiendo tacos y caldillos en fondas y puestos de la carretera, buscando afanosamente el aplauso fácil de sus fanáticos.
Entregando cheques balines de cartón, de gran tamaño, falsos, propagandísticos, incobrables, simplemente porque no hay bancos ni gente en su sano juicio que los pague a los portadores y a los beneficiarios supuestos.
Un juego de fantasmas, porque el país entero sabe que está en bancarrota, que tiene un gobierno criminal y miserable encima de un pueblo cada vez más cerca de la hambruna. El peor de los escenarios posibles.
Estamos en el centro de una olla que hierve de indignación
El ridículo total, aderezado con ínfulas de matasiete, el reino de los sinvergüenzas, el teatro del absurdo. El país necesitado de todo y que todavía es lanzado a la amenaza contra el vecino, sabiendo que los próximos a ser juzgados son ellos mismos, los propulsores de las zarandajas y de la insensatez.
Estamos en el centro de una olla que hierve de indignación, reitero. El pueblo consciente nunca perdonará los abusos ni los engaños sufridos a manos del hombrecillo de Tepetitán. El sobajamiento a la condición de vasallos de las impudicias, propias de un clown empoderado, de un enfermo de la cabeza. Un inverecundo valetudinario, simplemente.
Lo único que puede remediar este estado de cosas que atenta contra la sobrevivencia de la nación es el voto en las elecciones intermedias, afortunadamente las más grandes de la historia. La gente puede echarlo de la apetencia por quince gubernaturas que en sus manos serían asunto perdido.
También el pueblo puede recuperar la mayoría en la Cámara de Diputados. Para eso se ha aliado y competirá contra la masacre en más de doscientos sesenta distritos, de trescientos. Es la ocasión para hacer que saque las manos del control de la República. Ahora o nunca. Porque más tarde, todos podemos arrepentirnos.
Ya es la hora de hacer efectiva la indignación del pueblo
Hay que ponerle un alto a esta inmundicia. El país reclama sensatez, lógica, sentido común, serenidad y visión de Estado, todos conceptos imposibles de entender para un arribista descocado, con ansias de déspota.
Por eso la decisión de coaligarse no sólo ha sido tomada en buena hora por los partidos mayores con registro histórico, sino por cientos de organizaciones de la sociedad civil que siempre han triunfado en otras encomiendas.
Es la hora de hacer efectiva la indignación del pueblo, el pudor y la integridad mental de millones de mexicanos de bien, en su sano juicio.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: Creo en el poder del voto. Creo que un voto sí hace la diferencia y que la suma de miles de votos hace una enorme diferencia. Frente a la urna, nuestro poder es el mismo. Creo que el voto es uno de los valores más preciados de la democracia y creo en el poder de decidir, de castigar a quien ya no queremos más, o de premiar y comprometer por la vía pacífica que es la mejor de las opciones. Creo también que el tiempo puede confirmar si nuestro voto fue un acierto o un erro y aún con este riego, prefiero el voto a un fusil.
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