ÍNDICE POLÍTICO
Por FRANCISCO RODRÍGUEZ
En pleno auge de la corrupción galopante, cuando la capacidad de los funcionarios no se media con la absurda vara de 90% de lealtad al Caudillo más 10% de capacidad en la tarea encargada, cuando no se cercenaban las iniciativas de la población atribuyéndoles cargas conservadoras, floreció una rara avis que hoy brilla por su ausencia: la vivienda social.
Fueron los tiempos en los que los presidentes de la República se convertían en socios de los llamados “vivienderos”. Tiempos en los que no se requería de justificaciones sociales, ni de calidad de los materiales, ni de los efectos que provocarían el hacinamiento y la estrechez de las moradas, sino “de cuánto te toca a ti y cuánto es para mí”.
Tiempos, también, cuando no se habían tirado al caño los únicos recursos hoy existentes, el billón y cuarto de pesos que se han despilfarrado en programas electoreros e ineficientes, cuando las calificadoras crediticias no habían echado nuestro crédito a la basura, cuando todavía no se prodigaban las sandeces mañaneras, existía el reconocimiento internacional a los programas de habitación popular.
Todavía hace tres años, los organismos financieros internacionales se prodigaban en elogios hacia la vocación social de los gobiernos mexicanos. No se trata de elogiar el pasado, sólo de aceptar que cuando los aparatos públicos funcionaban, el prestigio de los programas sociales estaban muy por encima del desastre administrativo que hoy tanto se cuestiona.
Los recursos públicos se usan para el culto al Caudillo
La contradicción profunda es que, desde el patíbulo público que hoy manipulan los cuatroteros inconscientes, se demuelen las bases del progreso popular, mientras los recursos se usan para el culto al Caudillo, y se perjudican todos aquellos renglones que antes se destinaban, precisamente, a impulsar los avances de la población más necesitada, las franjas vulnerables de la sociedad.
La política de vivienda popular hoy no existe. Mientras que en el año 2017, uno antes de que llegarán las hordas de la Cuatroté, la Reunión Anual de Gobernadores latinoamericanos del Banco Interamericano de Desarrollo, una de las instituciones más sólidas en el financiamiento a la vivienda, reconocía continentalmente el programa mexicano de Mejoramiento Barrial y Comunitario, así como las políticas de empoderamiento de las mujeres, aconsejando su inclusión en todos los protocolos de América Latina y del Caribe.
Todos coincidieron en expresar en la Reunión de Asunción, Paraguay, que “recaudar impuestos de la ciudadanía y devolvérselos de manera íntegra a fin de que decida qué acciones de mejoramiento y crecimiento humano se deben aplicar, es un acto de congruencia, transparencia, rendición de cuentas y justicia social”. Nada más, pero nada menos.
Hubo reconocimiento continental a la política viviendera
Aseguraron entonces los gobernadores reunidos en Paraguay que “más del 60% de los cinco mil proyectos que se han ejecutado en el Programa de Mejoramiento Barrial y Comunitario de México, han sido impulsados por mujeres, lo que demuestra su contribución en el empoderamiento de ese sector de la población, con obras que fomentan su desarrollo personal, familiar y social: la capacitación, el bienestar económico, el fortalecimiento del entorno y el apoyo a la comunidad”. Así, con todas sus letras.
Agregaron en ese manifiesto al continente que “una de las mejores prácticas para revertir la conflictividad social y urbana, garantizar la igualdad de oportunidades, la participación ciudadana en políticas públicas, la toma de decisiones, era seguir apoyando el esfuerzo de los hombres y mujeres de México en este sector.
“Recuperar espacios con alto nivel de degradación urbana, invertir en infraestructura social en barrios, colonias, pueblos y unidades habitacionales –añadieron– fomenta la cultura, cuida el medio ambiente, propicia el esparcimiento, difunde las expresiones artísticas, promueve la agricultura citadina en las zonas vulnerables y contribuye en grado sumo a la convivencia en libertad”.
Hoy nadie reconoce los programas electoreros de la 4T
Tal, el manifiesto de reconocimiento internacional que ninguno de los programitas fallidos de la Corta Transformación petulante ha podido lograr. A cambio de eso, hoy los organismos internacionales se dedican un día sí y otro también, a advertirnos con gravedad que estamos instalados en el fracaso.
No hay un solo programa electorero del gobiernito de la dizque honestidad valiente, que proclama “primero los pobres”, que haya obtenido el respaldo financiero de la comunidad continental. Al contrario, los créditos que la Cuatroté había solicitado al Fondo Monetario Internacional se perdieron gracias a la actitud insensata del Caudillo.
El billón y medio de pesos que este régimen había contratado para hacer un colchón y dedicarlos en las próximas quincenas a importar los alimentos y las subsistencias populares ante la inminente crisis agropecuaria y la hambruna, fueron perdidos, por la ambición de liderar el movimiento bolivariano, una fantasía que sólo existía en la cabeza del paladín tabasqueño.
Y es que por andar llevando el candil a la calle y favorecer la recuperación del gobierno argentino, de los Fernández – Kirschner, a la primera oportunidad se cedió el terreno andado para que los gauchos consiguieran ese fondo de dinero y aplicarlo a su maltrecha economía. ¡Hágame usted el refabrón cavor!
Programas de CDMX, replicados nacional e internacionalmente
En lugar de atender las ingentes e importantes necesidades de la población, en vez de aprovechar los recursos existentes para construir vivienda digna, respetar el entorno habitacional, regularizar jurídicamente la tierra, honrar las tradiciones del espacio público, el régimen actual optó por la puerta falsa de tirar el dinero restante en alimentar las ambiciones electoreras del Caudillo.
Este es uno de los fracasos que revela el carácter autoritario y despótico del régimen prevaleciente. Su pobre desempeño de cara a los gobernados. En tiempos del vilipendiado neoliberalismo, los programas sociales de vivienda fueron aplicados por el convenio del peñanietismo con el PRD de la Ciudad de México.
Fueron replicados al unísono en doce entidades de la Federación: Michoacán, Tlaxcala, Durango, Chihuahua, Chiapas, Tabasco, Nuevo León, Quintana Roo, Aguascalientes, Sinaloa y Coahuila. Todos pudieron.
Y si lo anterior fuera poco, sus protocolos se aplicaron a pie juntillas en más de quince regiones de los cinco continentes: Colombia, Dubai, Kuwait, Ucrania, China, Lituania, Panamá, se iniciaron en Australia y en regiones africanas con nuestro grado relativo de crecimiento. Una bofetada de realidad para los cachetes de los cuatroteros, que hoy se debaten en la abulia y el conformismo.
Billón y cuarto de pesos, al caño en búsqueda de popularidad
Ante esa evidencia, todos se preguntan ¿dónde están las políticas sociales tan cacareadas por la Cuatroté? ¿En dónde quedó el billón y cuarto de pesos del presupuesto que se tiraron al caño en búsqueda de popularidad y aceptación electoral? ¿Para qué sirven las ilusiones de Santa Lucía, el Tren Maya, la Refinería, el Transistmico, la Guardia Nacional, el rescate prometido y anunciado de Pemex, y tantas zarandajas que nos hemos tenido que tragar?
El programa de vivienda social, que no saben los cuatroteros en el poder para qué sirve o por qué se come, es la prueba palpable de la ignorancia, de la corrupción y de la incapacidad explícita de un gobiernito de cuates y leales que se dedican a esquilmar sin resultado alguno.
Y aun así, los cuatroteros siguen tirándole piedras a su propio tejado, sin saber que están destruyendo lo poco que había y dejando para sus hijos y nietos un peor país.
¡Qué desgracia!
¿No cree usted?
Índice Flamígero: El más reciente 13 de febrero, el Presidente López Obrador dijo: “estamos pensando en cerca de un millón de acciones de vivienda” por realizar. Fue en el marco de su conferencia matutina. Y casi un mes después sigue pensándolo, pero sin hacer algo para concretarlo. La industria de la construcción, pivote del crecimiento económico, sigue paralizada por falta de permisos, licencias e incentivos. ¿Cuánto tiempo más sólo lo pensará?
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