Ricos y pobres

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Análisis a Fondo

México: economía fallida

Ofensiva concentración

Por Francisco Gómez Maza

Los retos que enfrenta el presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, trascienden el impulso de la macro economía. El asunto del comportamiento del Producto Interno Bruto (PIB) es muy importante, pero es infinitamente más importante el impulso al PIB per cápita, o sea cuánto del PIB corresponde a cada agente económico, a cada empresa y a cada trabajador. A cada persona moral y a cada persona física.

El PIB terminará creciendo ¿una décima? ¿una centésima? de punto porcentual, pero para lograr trascender la pobreza, la miseria y la indigencia, lo más importante es la distribución del ingreso. De qué me sirve una economía boyante, en crecimiento permanente, si los frutos, la ganancia, al final, se queda en la mesa del patrón y los trabajadores no son invitados al banquete.

De acuerdo con estudios realizados por economistas de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), México encabeza la lista de países en este subcontinente (que lleva medio siglo siendo calificado por los idealistas e ilusos como “el Continente de la Esperanza”), donde hay mayor concentración de la riqueza en pocas manos, en un contexto donde uno de cada diez habitantes de la región vive en pobreza extrema.

La pobreza y la desigualdad son ya características muy estructurales de nuestra región, y si bien, desde 2002 a 2017 México se mantiene prácticamente sin cambios en el índice de reducción de desigualdad con base en la distribución del ingreso, las estimaciones preliminares realizadas por economistas de la CEPAL de la repartición de la riqueza apuntan a que es el país más desigual de la región, por arriba de Chile y Uruguay. El 20 por ciento de la riqueza de los activos físicos y financieros, que implican las participaciones en bolsa, se concentran en pocas manos en un contexto donde, si bien diez años atrás se venía reduciendo la pobreza extrema en la región, para 2017 alcanza a 10.2 por ciento de la población, lo que significa que 62 millones de personas de 17 países no cuentan con los recursos suficientes para alimentación, mientras que la tasa de pobreza en general alcanza a 30.2 por ciento, equivalente a 184 millones de personas.

En México, sólo unas 210 mil personas, que tienen inversiones en la Bolsa Mexicana de Valores (BMV), poseen casi una quinta parte (22 por ciento) de la riqueza nacional, de acuerdo con datos de la CEPAL). El país ocupa el lugar número 20 en la clasificación de naciones con más millonarios (de acuerdo con un listado de Credit Suisse), pero al mismo tiempo se ubica en el sitio 15 en la lista de los que tienen mayor número de personas que no tienen un adecuado acceso a los alimentos.

A pesar de ser un país con mucha riqueza natural (pues tiene minerales y petróleo, y Litio, una extensa costa, recursos hídricos, bosques y suficiente superficie agrícola para alimentar a sus habitantes) el problema de México es que lamentablemente la repartición es muy desigual.

De acuerdo con el balance de cierre (valor neto) de las cuentas nacionales, en 2014 México tuvo una riqueza, tanto de activos físicos (inmuebles, automóviles, bienes del hogar y demás artículos que poseen los individuos y las empresas) como de financieros (depósitos bancarios e inversiones financieras), de 76.7 billones de pesos. Esta cifra representa un monto importante para un país en desarrollo, pues equivale, por ejemplo, a 60 por ciento de la riqueza de Francia, una economía superdesarrollada.

Y una economía como la mexicana que ocupa entre el 15 y 16 sitio en la nómina de los países desarrollados, viene siendo una economía fallida, porque se ha hecho apoyada en la pobreza de la inmensa mayoría de los trabajadores. Es una economía absolutamente injusta, aunque me van a regañar mis amigos de izquierda que ahora apoyan al capitalismo de casino que han impulsado los gobiernos emanados del PRI y del PAN, algo así como las ultraderechas que se mantuvieron en el poder entre las décadas de finales de los 60 y los 70, en Uruguay, Paraguay, Brasil, Argentina, Chile, Colombia, Venezuela, Perú, Bolivia, Ecuador etc, mientras los gobiernos “revolucionarios” mantenían en México una “dictadura perfecta”, como la califica el escritor peruano-español, Mario Vargas Llosa.