Ciudad de México, México.– El mundo atraviesa por una crisis alimentaria con más de 820 millones de personas que padecen hambre, mientras cerca de 672 millones de adultos y 124 millones de niños son obesos. Esta situación podría mejorar si se modifican el modelo económico, las conductas de consumo y la percepción de lo que es una alimentación adecuada, afirmó Carlos Labastida Villegas, coordinador del Programa Universitario de Alimentos (PUAL) de la UNAM.
El problema del hambre no se debe estrictamente a la producción o disponibilidad de alimentos, sino al acceso económico; es decir, que la gente tenga los recursos económicos suficientes para comprar comida, dijo en el marco del Día Mundial de la Alimentación, que se conmemora hoy, 16 de octubre, y que este año lleva por lema “Dietas saludables para un mundo sin hambre”.
El universitario resaltó que 30 por ciento de la producción en el mundo no llega a la mesa del consumidor, lo que equivale a aproximadamente mil 300 millones de toneladas por año. Ahí intervienen dos factores importantes: las pérdidas y el desperdicio.
Asimismo, sostuvo que dado que los avances registrados han sido lentos, difícilmente se alcanzará el objetivo de desarrollo sostenible de “hambre cero” para 2030, establecido por la Asamblea de las Naciones Unidas en 2015; sin embargo, es posible enfrentar la crisis alimentaria y lograr avances significativos si se toman las acciones necesarias.
“Se pueden reducir los estragos del hambre si se modifica la estructura económica para que la gente tenga ingresos suficientes para adquirir más y mejores alimentos y, por otro lado, se revisan y mejoran las acciones relacionadas con la educación alimentaria y de consumo de alimentos para disminuir el sobrepeso y la obesidad”.
El hambre existe desde tiempos inmemoriales y es una realidad en muchos países, como el nuestro. Actualmente, en Asia hay 515 millones de personas en esa condición, 256 millones en África, y 42 millones más en América Latina y el Caribe, subrayó.
En México este problema se ubica sobre todo al sureste del territorio, y tiene menos incidencia en las entidades del norte. En contraste, siete de cada 10 adultos tienen sobrepeso u obesidad, lo mismo que tres de cada 10 niños y cuatro de cada 10 adolescentes, añadió el coordinador del PUAL.
Pérdidas y desperdicio de alimentos
Las pérdidas de alimentos se consideran a partir de la producción, siembra, cosecha, transporte, almacenamiento y distribución a los centros de consumo. “Se almacenan cereales en lugares inadecuados, donde son presa de la humedad y hongos que los hacen inservibles para el consumo”, ejemplificó.
El desperdicio se refiere a alimentos que son desechados por elección, porque se estropearon o caducaron sus fechas para consumo óptimo. Esto se da principalmente en los centros de venta como mercados, supermercados o tiendas minoristas y, de una manera importante, en nuestros propios hogares.
Por ejemplo, al comprar más alimentos de lo que comúnmente se consume, éstos se rezagan, sufren deterioro físico y ya no son apetecibles. De igual manera, algunos productos envasados llegan a la fecha de caducidad o de consumo preferente y se tiran.
“Es aconsejable hacer una lista de lo que vamos a consumir en un cierto período y revisar las fechas de caducidad. Debemos ser mejores consumidores”.
Labastida Villegas advirtió que los problemas del hambre, sobrepeso y obesidad no serán resueltos por alguien en particular, porque todos estamos involucrados: “los sectores público y privado, la sociedad y los individuos. Cada quien tiene un papel que cumplir y si no se emprenden acciones urgentes, integrales y en todos los niveles, difícilmente podremos modificar esta alarmante realidad”.
Finalmente, el universitario recomendó llevar una dieta equilibrada, que incluya los diferentes grupos. “Debemos pensar más en nuestra alimentación y no tomarla como un acto trivial. Además, se requieren campañas masivas para que este tipo de educación llegue a toda la población. Si cada uno hace lo que le corresponde, podemos mejorar la realidad actual”.
El Día Mundial de la Alimentación, proclamado en 1979 por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), busca que la población sepa del problema alimentario y haya solidaridad en la lucha contra el hambre, la desnutrición y la pobreza. Esta efeméride coincide con la fecha de creación de la FAO, en 1945.