Análisis a Fondo
Carlos Slim, con Dios y con el Diablo
AMLO apenas está conociendo el poder
Por Francisco Gómez Maza
La relación de Carlos Slim Helú con Andrés Manuel López Obrador ha sido siempre institucional. En realidad no son amigos. Slim no tiene amigos; tiene intereses, y López Obrador tampoco es de amigos, él lo que quiere son súbditos. Pero Slim es un viejo lobo de mar que sabe estar con Dios y con el Diablo. En cambio López Obrador apenas está descubriendo lo que es el poder.
Pero vayamos por partes.
Carlos Slim y López Obrador se conocieron a finales de 1999, la víspera de la toma de posesión de AMLO como jefe de Gobierno de la Ciudad de México.
¿Cómo se conocieron? El escritor Héctor Aguilar Camín invitó tanto a Slim como a López Obrador a una cena en su casa en la que estaría presente el ex presidente de España, Felipe González, y también Carlos Monsiváis.
A partir de ahí, se tejió una aparente amistad, pero de sopetón se enfrió por la diferencia en sus puntos de vista respecto de la situación que aguardaba el Centro Histórico de la capital del país.
En un encuentro formal, ya como jefe de gobierno, López Obrador se reunió con el magnate para tratar el tema del rescate del primer cuadro de la ciudad. Allí empezaron las diferencias. López Obrador pretendía modernizar el Paseo de la Reforma para darle un aire europeo como en los viejos tiempos. Carlos Slim le dijo que eso no sería posible y que no contara con él para ese proyecto. Le planteó a López Obrador la necesidad de rescatar el Centro Histórico y le explicó sus razones. Incluso Slim presentó a AMLO con el historiador José Iturriaga, quien desde la década de los sesentas del siglo pasado había sido el primero en plantear al presidente Adolfo López Mateos la necesidad de “mejorar” el Centro Histórico.
Slim le planteó a López Obrador que, en el rescate, debería de participar el gobierno federal y fue así que intervino el entonces presidente Vicente Fox, a quien le pareció una idea magnífica y ofreció todo el apoyo de su gobierno. Slim invitó al proyecto al periodista Jacobo Zabludovzky y al cronista Guillermo Tovar y de Teresa.
Ahí nacieron las diferencias entre Slim y López Obrador. Incluso, el periodista Miguel Ángel Granados Chapa participó en el proyecto. Las reuniones de trabajo se celebraban en las oficinas del empresario y socio de Slim, Juan Antonio Pérez Simón, en la colonia Roma. Por lo regular, a las reuniones acudía un representante de López Obrador, quien nunca se dignó a participar personalmente. El proyecto continuó hasta el gobierno de Marcelo Ebrard, quien participó abiertamente y brindó todo el apoyo de su gobierno. Slim invirtió más de 100 millones de dólares en la restauración.
Slim le dijo a López Obrador, en su momento: “los mexicanos queremos un Centro Histórico recuperado, restaurado; no queremos que sea más un lugar solo y abandonado. Menos aún una majestuosa y gran pieza de museo llena de fantasmas. Tampoco que se sienta ajeno y remoto. Queremos recuperar el deterioro de tantos años y la destrucción de varios de sus inmuebles, También conocerlo, vivirlo y sentirnos parte de él. Trabajemos para que más personas encuentren en el Centro Histórico un lugar estimulante para trabajar, estudiar, divertirse y vivir. Visitarlo a ir a museos, iglesias y restaurantes. Disfrutar de sus festivales y conciertos, hospedarse en sus hoteles y entretenerse en sus cines, teatros y otros lugares de esparcimiento”.
Todo ello se logró. Slim no se equivocó. Hoy, millones de mexicanos y turistas de todo el mundo disfrutan del Centro Histórico. López Obrador se equivocó; fue marginal el apoyo de su gobierno. Ebrard tuvo más visión y cooperó.
Slim, desde entonces, se mantuvo distante de López Obrador, pero cometió el error de volver a confiar en el tabasqueño en el proyecto del Nuevo Aeropuerto. Está claro que había muchos intereses de por medio. Nadie lo ha dicho, pero uno de los mayores obstáculos fue la corrupción; en eso tenía razón López Obrador. Uno de los personajes involucrados y que nunca se han mencionado fue Alfredo Elías Ayub –hermano de Arturo, el yerno de Slim –, quien estaba amafiado con un grupo de inversionistas que, desde años antes, habían comprado terrenos en la zona de construcción del Nuevo Aeropuerto. Recordemos que Alfredo Elías fue director general de ASA (Aeropuertos y Servicios Auxiliares de 1996 a 1999) y disponía de información confidencial sobre la planeación del futuro aeropuerto de Texcoco.
López Obrador jamás ha tocado este punto para no echarle más leña al fuego. El Nuevo Aeropuerto era un negociazo para el Slim y su grupo, en el que estaban el arquitecto Fernando Romero Havaux, diseñador del aeropuerto, y Alfredo Elías Ayub como “asesor estratégico”, y Carlos Slim como constructor.
Ese es parte del trasfondo de la ruptura entre Slim y López Obrador. Sin embargo, el magnate ha sido astuto y hábil. López Obrador frenó esa obra por los oscuros intereses del grupo de Slim y ha concluido el pago a los inversionistas. De ahí nació el proyecto alterno de Santa Lucía.
Lo de los gasoductos es otro de los temas en las disputas entre AMLO y Slim. Pero ya llegaron a un acuerdo tras la crisis provocada por el director de la CFE Manuel Bartlett, quien pretendía llevar el tema a un litigio en tribunales internacionales.
Conociendo a López Obrador en su manejo dogmático, Carlos Slim evitó un encontronazo con el tabasqueño antes de que se llevaran a cabo las pasadas elecciones presidenciales.
En efecto, la concesión de Telmex vencería en el año 2026, dos años después del mandato de AMLO. Pero Slim se adelantó y solicitó al presidente Peña Nieto la renovación de la concesión de Telmex y, un mes antes de las elecciones del 1 de julio pasado, Peña Nieto la renovó hasta el año 2056. Slim pagó alrededor de 2 mil millones de pesos por la renovación de dicha concesión. Slim se adelantó; si no, en este momento López Obrador lo tendría agarrado del cuello.
Hay muchos otros episodios de los encuentros y desencuentros entre Slim y López Obrador. Aquí sólo hemos señalado algunos de ellos para entender el porqué de sus diferencias.