Entre el huachicoleo y la amlofobia

0
Anuncio

Análisis a Fondo

Todo el país huele a gasolina robada

Los amlofóbicos no paran de vomitar bilis

Por Francisco Gómez Maza

Asuntos familiares me llevaron a Plan de Ayala, ejido en el que se asentó, en lo pasado, buena parte de mi familia, y que ahora es un pueblo boyante pleno de actividad económica y de gente trabajadora.

Pues hasta ese rincón de Chiapas, muy cerca del estado de Tabasco, me llegaron las noticias del narco, del huachicoleo, de las amlofobias y de las esperanzas de millones que votamos por el porfiado tabasqueño, que no cejó hasta sacar del poder, con un gran apoyo popular, a los facinerosos que dejaron un país en la ruina, gracias a un robo monumentalmente descarado; con una deuda pública impagable, una economía concentrada en muy pocas manos, una pobreza incalculable y la furia de las mayorías.

Me enteré también que la extrema derecha, la que come 3 veces al día deliciosos manjares, que viaja los fines de semana a Acapulco o Cancún, o la Costa del Sol, que odia el olor a sudor de los trabajadores, que se lleva a la “sirvienta” de viaje los fines de semana, pero no para descansar, sino para trabajar cuidando a los niños, sigue furiosa con López Obrador, a quien culpan de la muerte sospechosa de los esposos Moreno Valle, de muy cuestionable trayectoria en Puebla.

A mi regreso, el empleado de la miscelánea donde compro mis botellas de agua me dijo: Qué tal señor. Mientras usted andaba de vacaciones, “el Nuevo Gobierno comenzó a matar gente.” Y lo decía con plena seguridad de que tal afirmación era verdad. Sólo alcancé a preguntarle: ¿Te consta? Y él se metió a su tienda…

Me enteré también de que en Morelos están furiosos porque fuerzas militares están realizando tareas de seguridad pública ante la inutilidad y corrupción de las corporaciones policiacas. Y también que con López Obrador México va que vuela a ser otra Venezuela. (Ojalá fuera cierto, me dije para mis adentros, pues yo nunca he ocultado mi conciencia de clase). Pero no lo creo porque López Obrador es un zorro de la política burguesa, no tiene nada de izquierdista, sino que es un político a la mexicana, y mejor guarda silencio antes de hacer enojar a Donald Trump.

Después de haber retornado a esta horrenda ciudad, objeto de mis amores, leí, contra toda amlofobia, un reporte de Times, de Londres, la revista biblia de los ricos ricos, elogiando la política presupuestal de López Obrador así como su política económica en favor de los grandes inversionistas nacionales y extranjeros.

En esto, me dije, Andrés Manuel juega con fuego, pues aparenta estar con Dios y con el Diablo, seres irreconciliables. No le vaya a salir el tiro por la culata y le salga más caro el caldo que los frijoles. Pero luego pensé que el tabasqueño es un zorro de la política y, mientras sus enemigos (que no sus adversarios como él los califica) van, él ya viene de regreso.

Luego me dije: la inocencia es la que guía la inconciencia de los amlofóbicos. Por no decir la ignorancia, o, peor aún, la mala leche. Y “más pior”, el dinero sucio, el cochupo, el peine, el chayote que indudablemente están derramando los verdaderos enemigos de López Obrador. La propaganda la pagan los grandes ricachones, los que están yéndose a realizar grandes inversiones a España por el miedo que les causa el tabasqueño. Y les siguen el juego algunos seudo panistas, los militantes del Yunque; los priistas degollados en sus propias redes de corrupción e impunidad y clasemedieros que pagan mensualmente el automóvil y no pueden con la tarjeta de crédito porque gastan más de lo que reciben. Pero no os preocupéis que es más el escándalo, el arguende (como dicen en mi datcha), que la realidad.

La realidad es que los que se fueron dejaron mucha porquería rebalsando las alcantarillas de la economía y de la política; dejaron muchos huecos vacíos, de donde extrajeron sus grandes fortunas y, como ya no tienen de donde seguir chupando, ante el miedo de ir a parar con sus huesos a una celda carcelaria, atacan sin cesar, sin pruebas, al que, como una vez dijo Fox, sacó a patadas al PRI de Los Pinos y convirtió esta cueva de ladrones en un centro cultural.