Análisis a Fondo
Muchas preguntas y ninguna respuesta
Un tratado que sólo beneficiara al capital
Por Francisco Gómez Maz
¿De verdad se acabó con la incertidumbre al anunciarse una conclusión “satisfactoria” (para quién) de la renegociación del TLC con Estados Unidos?
¿En serio estamos ante “un tratado modernizado, reforzado”, como lo consideró el encargado de las negociaciones por el Nuevo Gobierno, Jesús Seade? Qué.papel jugó éste (representante de AMLO) para lograr el acuerdo comercial como lo reconocieron los negociadores de Peña, Ildefonso Guajardo y Luis Videgaray.
En qué beneficia a los trabajadores mexicanos que, ni yendo de romería a visitar al Señor de Chalma, ganan ni ganarán los 16 dólares por hora exigidos para el contenido norteamericano de la industria automotriz, por ejemplo.
Puras generalidades, puras expectativas, nos están vendiendo el gobierno de Peña y el Nuevo Gobierno, que ya empieza a mostrar que de promesas me como un plato o de ellas está empedrado el camino del infierno. Promesas en campaña y, al final, vergüenzas, como ha ocurrido con el desgobierno de Peña. Decía mi madre: el prometer no empobrece; el dar (cumplir) es lo que aniquila.
Llevamos una historia de libre comercio con Estados Unidos y Canadá de cuatro sexenios, desde que, en medio de los tambores de guerra de la selva chiapaneca, el “perínclito”, fraudulento, demagogo, Carlos Salinas de Gortari, de la mano de William Jefferson Clinton, estampó su firma en el acuerdo comercial trinacional, que sólo ha beneficiado, como la política económica local – abusadoramente neoliberal -, a las poderosas empresas trasnacionales globalizadas y a una que otra criolla, entre las que podríamos mencionar, talvez, a la panadería de la familia catalana de los Servitje, con su cabeza llamada Lorenzo, quien falleció recientemente con 98 años cumplidos y después de haber invadido con sus panaderías a 32 países de los cinco continentes.
¿Pero el TLC trilateral ha beneficiado a los trabadores mexicanos? Me cae que no, ni en lo más mínimo. Siguen con las mismas prebendas de salarios de miedo, de seguridad social negligente y mediocre – me consta -, y sufriendo las negras porque para nada les alcanza el pinchurriento emolumento que les pagan las grandes empresas que se llevan todas sus ganancias a sus matrices. De los que yo he conocido, los únicos que viven como si fueran ricos son los trabajadores petroleros, y no la mayoría, sino los profesionales de la transa, como la dirigencia sindical de Carlos Romero Deschamps, y no se diga los padrinos de la mafia de arriba, que han caído tan bajo que muchos se han convertido en huachicoleros, porque hoy por hoy es el mejor negocio criminal que alguien puede realizar bajo la bandera de Pemex.
Así que no hay que cantar loas ni a los negociadores de Peña ni al negociador del tabasqueño. Otro capítulo más de buen desempeño comercial en beneficio de los de siempre, de los muy ricos, de aquellas empresas que tienen para exportar a los Estados Unidos, porque lo que venden a Canadá no es tan atractivo como la invasión canadiense a las tierras mexicanas a extraer impunemente los minerales que son parte de la riqueza de los mexicanos. Y a cambio, dejan desolación y sembradíos de acahuales o terraplenes inmensos en donde sólo se desarrollan las enfermedades pulmonares y la muerte de los campesinos. Así que no se embelese con el TLCAN, como le llaman ahora. Yo me quedé en TLC y vaya que cubrí las negociaciones primeras desde la trinchera del periodismo financiero.
Pues sí. Ni los Peña Nieto ni los López Obrador se dieron cuenta de que Trump los “chamaqueó”. Hizo a un lado a Trudeau, con anuencia, en complicidad con el francófono, para repartirse el queso mexicano, a sus anchas. Trudeau entendió el mensaje trumpiano y ahora, entre los dos países del norte, explotarán a los exportadores mexicanos con atractivos aranceles en beneficio del fisco de los meridionales.
Y los trabajadores mexicanos seguirán mascando guajolotas en la calle, porque el salario no les alcanza para alimentarse decentemente, ellos, su esposa, su querida y sus hijitos. ¡Pobre México! Tan lejos de dios y tan cerca de Donald Trump y Justin Trudeau.