Plutócratas y cleptócratas, en el pánico

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Análisis a Fondo

La tirria contra AMLO les corroe el alma

Pero la decisión será de los encabronados

Por Francisco Gómez Maza

A fuerzas, las fuerzas del conservadurismo – poderosos empresarios, autoridades emanadas del perredismo, PAN, PRI, están aterrorizados ante la imaginación absurda de que, con López Obrador, perderán sus privilegios, privilegios injustos, por supuesto, y han hecho causa común contra todo lo que signifique López Obrador.

En las salas de cine, por ejemplo, están exhibiendo un video intentando convencer a los votantes de que no sufraguen por el tabasqueño. Están muertos de miedo. Están envueltos en el pánico político. Pareciera que se les va a acabar la vida. Qué locos. Qué tenebra. Tienen tan negra la conciencia porque han hecho su riqueza en base a la transa, a la explotación de la fuerza de trabajo y al robo consuetudinario a los consumidores de los bienes y servicios y hasta gracias a ese maldito redondeo que les conculcan a los clientes a la hora de pagar en las cajas registradoras.

Parece que se jugaran la vida si ganase el tabasqueño. Porque, dicen, éste es un ogro más malo que Luis Echeverría y José López Portillo, éste “el último presidente de la Revolución”, según su propia versión, y tan mesiánico y expropiador como el desaparecido comandante Hugo Chávez, iniciador de la revolución bolivariana, o Nicolás Maduro, el ogro que pone a temblar a la pequeña burguesía venezolana.

Las actuales autoridades de la CDMX; lo que queda del perredismo, también conspiran contra quien fue su líder y que los mandó al carajo por corruptos, por transas, por cómplices de lo que el morenista llama prian. El ambiente está muy crispado. AMLO acusó al gobierno de la CDMX de impedirle usar el Zócalo para cierre de campaña. Durante un mitin en el municipio de Tecámac, el abanderado de la coalición “Juntos Haremos Historia” dijo que se solicitó al gobierno de la Ciudad cediera el espacio para el evento y se negó. A pesar de que la solicitud fue enviada desde hace un mes.

Y es que si López Obrador gana las elecciones del primero de julio, dentro de menos de un mes, los enemigos del morenista espera que todo el raterío tendrá que salir huyendo de su madriguera, ante la eventualidad de que el nuevo gobierno contrate a una empresa fumigadora y de control de plagas y los roedores terminen con sus huesos en la hoguera.

Sin embargo, las cabezas de estas yuntas son malévolas. Al general Miguel Enríquez Guzmán, candidato de la Federación de Partidos del Pueblo, fue quien ganó las elecciones de 1952 y el PRI Gobierno impuso a Adolfo Ruiz Cortínez, provocando que la izquierda (cardenistas y militantes del Partido Comunista) se movilizara para colocar por la fuerza al verdadero triunfador. Se dieron los enfrentamientos, la guerra civil se antojaba inevitable, pero súbitamente todo se detuvo y la historia tomó el curso que ya todos conocemos. Algo muy semejante ocurrió en 1988 cuando Carlos Salinas, con una ayudadita que le dio su ministro del interior (Secretario de Gobernación),  actualmente vergonzante militante de Morena,  Manuel Bartlett Díaz, se agandalló la presidencia que había ganado Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, hijo del Tata Lázaro.

Pero las condiciones actuales no son las mismas, ni las de 1952 ni las de 1988, Ahora la gente del pueblo está más consciente y muy molesta con los magros resultados del gobierno de Peña Nieto, quien en 2012 y desde antes, cuando fue gobernador del Edomex, prometía el oro y el moro a los mexicanos, resultando a la vuelta de muy pocos años el presidente más impopular (más que el represor Gustavo Díaz Ordaz) de la historia de México particularmente por los niveles de corrupción y conflictos de interés, en los que él mismo se ha visto involucrado y ya no digamos miembros del “Nuevo PRI” de derecha, como un grupo de gobernadores acusados de ladrones, y los que han podido evadir la acción de la “justicia” en los tres niveles de gobierno y los estados de la federación.

Entonces, a Peña Nieto no le convienen ni Meade ni Anaya. Al único que debería arrimarse es a López Obrador porque éste lo salvará de una prisión perpetua.

Todo parece indicar que es imposible impedir que el próximo presidente sea López Obrador. No creo mucho en las encuestas, pero es raro que todas las encuestadoras registradas en el INE dan como puntero, en una relación de infinitamente lejana de su más cercano perseguidor, el panista a quien bautizó como Canaya. El priista, aunque patalee, no tiene ninguna posibilidad de ganar por las buenas, salvo que convenza al ejército de dar un golpe de estado o perpetre el más grande e infame fraude electoral, como ocurrió ya en el Estado de México en donde realmente la ganadora fue la maestra Delfina Gómez Álvarez.