Una economía capitalista crea empleos, y buenos empleos; sus empleadores no escatiman; saben que el poder adquisitivo de los trabajadores juega o en favor o en contra del mercado, de la acumulación de riqueza, pero la economía mexicana no ha alcanzado el grado de capitalista – aún está en la etapa pre -, sólo sigue el recetario neoliberal dictado por el FMI para los países periféricos, por lo cual lo que crea realmente es servidumbre con muy precarias remuneraciones.
Más en las condiciones actuales en las que muchas empresas crean empresas paralelas (fantasmagóricas), lo que se denomina outsoursing o tercerización, para evitarse problemas de toda índole laboral, sobre todo la obligación de declarar al fisco ingresos y egresos, pagar los impuestos, y proporcionar al trabajador la seguridad de todo tipo que le garantiza la ley suprema.
La oferta laboral en México es de muy mala calidad, quizá porque el trabajador en general no lee, no se entera, no estudia, no se especializa – y como tiene hambre pues acepta lo que le ofrezcan -.
Por el contrario, en cualquier sociedad capitalista moderna, en donde también hay servidumbre, el siervo puede disponer de recursos tanto para el diario vivir como para ahorrar, comprarse una vivienda, un automóvil, o ir de vacaciones por lo menos una semana al año.
¿Pueden gozar de estas pequeñas ventajas los dos millones 839 mil empleados contratados por la economía nacional, no por el gobierno, en los primeros cuatro años y medio del sexenio de Peña Nieto? Es sólo una pregunta. La verdad es que muchísimos de esos puestos de trabajo ya no existen. La cifra es sólo de los trabajadores que fueron inscritos en el seguro social como aves de paso. Habría que ver a cuánto asciende el monto de mexicanos con empleo a la fecha.
De acuerdo con el INEGI, México cuenta con 123 057 14 de habitantes. Su PEA (Población Económicamente Activa) asciende a 53 681 720 de personas, de la cual la población ocupada suma 51 859 895. El resto de la PEA, o sean 1 821 825 está desocupada.
Como vemos, pues, el problema no es de cantidad, sino de calidad. Y la economía mexicana no está en condiciones de darle buena calidad a la inmensa mayoría de sus trabajadores, que se la pasan negras para completar el gasto personal y familiar de cada día. (Los empleadores son analfabetas de la ciencia económica). Puede usted verlo en los vagones del Metro. La inmensa mayoría de los usuarios del transporte son trabajadores. Yo lo veo en la mañana, antes de las 8 horas. Los trenes van repletos de gente que apenas tiene para vivir al día. Se ve en la vestimenta, en el arreglo personal, en las miradas angustiosas que revelan desagradables angosturas en cada pecho de cada mexicano.
Pero si de presumir se trata, pues no tomemos en cuenta calidades sino quedémonos con las cantidades: Casi toda la PEA está ocupada. Sólo quedan unos dos millones de “flojos” que no quieren trabajar. Qué pena que pensemos así y que lo expresemos, cuando la economía tendría ya que haber rebasado el pre capitalismo salvaje en el que nos movemos, la explotación de la fuerza de trabajo, y haber entrado en la modernidad del pleno empleo para aumentar considerablemente la capacidad de acumulación de capital,
Sólo fortaleciendo el mercado interno, esta economía enferma, empachada, podrá curarse. En conjunto, los trabajadores podrían acceder a mejores niveles de vida y los detentadores del capital podrían incrementarlo exponencialmente para crear una sociedad en la que todos tengan idénticas oportunidades.