Explicó que, si bien este padecimiento tiene una prevalencia del dos al cinco por ciento -según la Encuesta Nacional de Salud 2013-, puede presentarse en pequeños desde los tres años de edad hasta la adolescencia y la adultez, por lo que destacó la importancia de “no pensar que solo quieren llamar la atención, son focos de alerta, una manera de pedir ayuda y de requerir la atención de los padres”.
Advirtió que la sintomatología en un menor con depresión es: practicarse el cutting o cortadas en el cuerpo, no jugar ni reír, cambios en el apetito -ya sea que coma mucho o poco- y en el estado de ánimo, en algunos casos ideas de minusvalía y sentirse menos que los demás, inútiles o culpables por algo, así como tener constantes peleas en la escuela. También pueden expresar deseos de morir como “ya no quiero estar aquí”, “para qué vivo aquí” o incluso, tener algún intento suicida.
Ante ello, consideró indispensable que no se debe pasar por alto cuando el infante tiene desinterés por realizar actividades o está aislado. Para la especialista, los más importante para prevenir este padecimiento es tener una buena comunicación entre padres e hijos y mantenerlos en observación constante.
La especialista indicó que para prevenir cualquier reacción que afecte al propio niño se deben tratar las causas. Influye desde que los padres también están en depresión; violencia en casa, aunque ésta no siempre signifique golpes sino menospreciar al hijo: “eres un tonto”, “eres un inútil”, “no sabes”, “eres un burro”.
Otro factor de riesgo es la violencia de pareja, donde hay golpes, insultos, humillaciones que afectan el estado de ánimo del pequeño, por eso es importante el respeto entre los padres. También afecta el bullying o acoso escolar, donde el niño tiene problemas para establecer amistades o ya es víctima de otros menores.
La médica paidosiquiatra abundó que otro aspecto importante que puede influir en un cuadro de depresión es la pérdida de algún familiar e incluso de alguna mascota que para los infantes era importante. Además, subrayó, 40 por ciento de los casos también presenta cuadros de ansiedad y problemas de conducta.
Comentó que a veces nos acostumbramos a que el menor dedica el mayor tiempo posible a hablar por teléfono celular o jugar con la tablet o el videojuego, lo que impide la convivencia con los padres. Ello, propicia que los adultos no perciban sus cambios de ánimo o de conducta.
Un elemento más en contra, recalcó, es el hecho de que a veces a los progenitores les asusta acudir con un profesional de la salud mental, psicólogo o psiquiatra.
Ante esto, consideró esencial atender a los hijos a tiempo. “Es como acudir con un cardiólogo o pediatra por la salud de nuestros niños”.
Del tratamiento, Carmen Torres detalló que se enfoca en la reintegración del infante a su vida habitual: la escuela, actividades deportivas extracurriculares y la familia, así como que mejore la calidad y las emociones del menor.
Precisó que dicho tratamiento depende también de la gravedad. En una depresión leve se debe acudir con un profesional para modificar la dinámica de la familia y tener mayor contacto con el menor; cuando es el caso, disminuir las discusiones entre los padres.
En una situación moderada o grave, se recomienda atención psicológica con terapia cognitivo-conductual y medicamentos recetados por el médico tratante.
Al respecto, mencionó que al menos en la Ciudad de México se cuenta con cinco unidades de atención para el tratamiento de menores con depresión, como es el Hospital Psiquiátrico Infantil Juan N. Navarro.
Además, el nosocomio cuenta con servicio de urgencias las 24 horas, es el único donde se tienen internamientos. También se encuentran tres centros comunitarios de salud mental en Zacatenco, Iztapalapa y Cuauhtémoc, donde es atendida toda la población. Y el hospitalSamuel Ramírez, donde se reciben niños en consulta externa.