AMLO y su pantano

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AMLO
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El general no hablaba a nombre propio, sino del conjunto de las Fuerzas Armadas y en especial del Ejército Mexicano.

Él mismo amplió el malestar castrense al indicar que esas ofensas y difamaciones surgen de ofensas y descalcificaciones sin base y retó: “si se tienen pruebas, que las presenten”.

Habló de que hay quienes acusan al Ejército de violar Derechos Humanos sin tener argumentos.

No había falta que mencionara a quién iba dirigido su mensaje. El destinatario no tardó en “ponerse el saco” e intentar zafarse.

Andrés Manuel López Obrador, candidato presidencial permanente de sí mismo, legalmente presidente nacional de Morena, salió de inmediato a expresar su respeto hacia las Fuerzas Armadas.

Recordará Usted que las descalificaciones del tabasqueño hacia las Fuerzas Armadas se arreciaron cuando, luego de un ataque de marinos desde un helicóptero armado acabó con un grupo de narcos en Nayarit. Entonces López Obrador afirmó que en ese ataque los militares habían matado niños.

Nunca pudo probarlo porque la Marina dio a conocer las edades de los delincuentes abatidos en ese operativo, todos ellos mayores de edad.

AMLO nunca se disculpó.

Luego criticó el contra-ataque del Ejército a un grupo delincuencial en Sinaloa que semanas antes había atacado y dado muerte a militares que rescataban a heridos.

López Obrador tampoco emitió ningún comentario adicional de justificación al respecto. Dejó simplemente asentado que él continuaba pensando que los militares habían abusado de su fuerza frente un grupo de delincuentes que dentro de su opinión no contaban con armamento similar.

El colmo de estas descalificaciones ocurrió hace apenas unas semanas en Nueva York cuando un padre de uno de los 43 normalistas de Ayotzinapa se atrevió a pedirle explicaciones del por qué había apoyado a José Luis Abarca a llegar a la alcaldía de Iguala y por qué había apadrinado de igual forma a Ángel Aguirre para ocupar la gubernatura de Guerrero.   

Las crónicas, los videos circulados mostraron a López Obrador exigiéndole a ese padre de uno de los 43 de Iguala a callarse… a reclamarle de la desaparición de los normalistas al presidente Enrique Peña Nieto y al Ejército.

Acostumbrado a trasladar sus responsabilidades y culpas a otros, AMLO escurrió el bulto con una difamación.

Sólo después de semanas de cuestionamientos en redes sociales por su comportamiento, AMLO salió a decir que pedía disculpas al padre ofendido. Pero nunca se desdijo de sus imputaciones a Peña Nieto y al Ejército sobre la desaparición de los 43.

El presidente fue el primero en exigirle que si tenía prueba de sus dichos debería presentarlas ante el Ministerio Público.

El tabasqueño lo ignoró.

Luego el secretario de Gobernación le reclamó acusar sin pruebas y al igual que Peña Nieto, le exigió ir a presentar su denuncia ante el Ministerio Público.

López Obrador recurrió al gastado recurso de eludir su responsabilidad diciendo: “lo que diga mi dedito”.

Ante el reclamo persistente, respondió con un “serenense” aludiendo a que los reclamos del Presidente y sus colaboradores surgían del hecho de que todos los encuestadores opinan que va muy por arriba en las preferencias de voto para la presidencial de 2018.

Es decir: él no provocó nada, quienes le reclaman lo hacen porque le tienen miedo.

Vaya cara dura.

Hoy el reclamo es directo de las Fuerzas Armadas, especialmente del Ejército.

A lo que responde que el respeta a los militares, pero sólo para después continuar con su descalificación al indicar:

“Están muy nerviosos en la mafia del poder. Siguen provocando. Reitero, respetamos a las Fuerzas Armadas”.

Para ponerlo en blanco y negro: los reclamos de las Fuerzas Armadas están inducidos por sus opositores políticos que no sólo están nerviosos ante su contundente arrastre electoral, sino que las Fuerzas Armadas y el Ejército en especial son controlados por quienes él llama ¡la mafia en el poder!. Es decir, los militares son peleles de los opositores de AMLO.

Es pues el tabasqueño hundiéndose en el pantano de su lengua larga. Quiere quedar bien con los militares y continúa ofendiéndolos.

Pero ya metido en ese camino, AMLO no tiene límite. En su visión la tropa le adora y es parte de su clientela electoral:

“Los soldados son pueblo uniformado, hijos de campesino y obreros… Están con nosotros. Así lo expresaron en la elección de 2006 y 2012, y así va a ser en el 18″, afirmó.

O sea: el Ejército votó por él en las anteriores elecciones presidenciales y lo volverá a hacer en la siguiente.

No pos sí…

Y, bueno, dentro de la misma tónica, sin miramiento alguno, agrega:

“La única diferencia que tenemos es que no vamos a utilizar la fuerza para enfrentar los problemas sociales, no vamos a reprimir al pueblo con el Ejército, no es para eso el Ejército. Vamos a enfrentar el problema de la inseguridad y violencia atendiendo las causas”.

Insiste pues en señalar que el Ejército Mexicano es un Ejército represor del pueblo y además por mandato.

Es por ello que el José Carlos Beltrán, director de Derechos Humanos de Sedena indicó es falso que integrantes de las Fuerzas Armadas violan indistintamente los derechos humanos.

Que se ha difamado sobre actos de represión que ofenden al instituto armado y también a la sociedad.

Que quien ha hecho públicas estas acusaciones, genera una percepción equívoca de la realidad. Que ha especulado sobre la responsabilidad de miembros del Ejército y Fuerza Aérea mexicanos, “sin que se cuente con elementos de convicción que así lo demuestren”.

Por ello, como otros, emplazó a que si alguna persona considera que cuenta con pruebas que sustenten las supuestas quejas o acusaciones de las que se ha especulado, la “atenta invitación (es) para que las presente ante la autoridad competente”.

Le recordó a López Obrador y a sus seguidores leales que le justifican todo, que el Ejército ha dado muestras de tolerancia y prudencia ante las agresiones físicas de los delincuentes, así como ante “injurias y ofensas provocadoras”.

Pero AMLO insiste en que todo es parte de una ofensiva en su contra porque le tienen mucho miedo porque va arriba en las encuestas.

Ni para dónde hacerse con ese discurso y pensamiento.