Una lectora de esta columna – creo que es el único internauta que la lee de pe a pa – me dijo el otro día que me he vuelto negativo. Que todo lo veo mal empezando con lo que hace o deja de hacer el presidente. Que todo en el país está mal,
Y tiene toda la razón. Mis ojos y mis oídos ven y oyen todo negativo: crimen organizado, crimen desorganizado, crimen de cuello blanco, crimen político, crimen eclesiástico, crimen contra las mujeres, crimen contra periodistas, crimen, crimen y crimen… injusticias por aquí, injusticias por allá. Que tal eso de que Carlos Slim es un explotador en Sears, que paga tres mil pesos mensuales más uno por ciento de comisión por ventas a sus esclavos, que son llamados pomposamente empleados; eso también ocurre en samborns y en todas las empresas del grupo Carso.
Eso sólo no puede llamarse más que injusticia, porque verán que el único delito – pecado le llama la moral religiosa – es la injusticia. Y más la injusticia que comete el encargado de impartir justicia, que generalmente es el presidente que ordena a los impartidores de justicia a ajusticiar a quien no le cae bien.
Y eso ocurre en todas las empresas comerciales de Slim y de todo empresario grande, mediano o pequeño. Los esclavos de OXXO ganan también 3 mil pesos mensuales y ahí si no les pagan comisiones por lo que vendan. Y vaya y pregunte cuánto gana un siervo de cualquier almacén supermercado ya sea Gigante, Soriana, Comercial Mexicana, City Mark, Chedraoui, Wal Mart. Sams Club, Aurrera, Famsa, Liverpool, Fábricas de Francia, Palacio de Hierro y cuanta porquería se expende en el mercado. Los salarios de los empleados; perdón, esclavos, siervos son de hambre. Se salvan uno que otro en los que los o las empleadas sacan un buen dinerito no por el salario sino porque venden productos caros y les dan una buena recompensa por venderlos.
Pero volviendo a Slim, no todo marcha bien en su reino, según un reporte del The New York Times. Durante más de 25 años, Slim ha dictado los términos de la industria de las telecomunicaciones en México y ha construido un imperio, lo que lo llevó a ser uno de los hombres más ricos del mundo. Su fortuna se calcula en 50 mil millones de dólares, una cifra que lo ha puesto en la cima de la lista de multimillonarios de Forbes en más de una ocasión. Sus años de riqueza en México le permitieron expandir sus negocios a lo largo del continente americano con compañías que tocan casi todas las facetas de la vida moderna: telecomunicaciones, bancos, construcción y comercio minorista, entre otros.
Pero en su tierra, en México, el juego está cambiando. Y los analistas dicen que no hay mucho que Slim pueda hacer. Decididos a acabar con su dominio, los líderes de los tres partidos políticos más importantes de México hicieron a un lado sus enemistades en los últimos años y sostuvieron reuniones secretas para socavar el dominio de Slim. ¿Lo lograrán? Recuerden que a los políticos mexicanos les fascina, los vuelve locos, el dinero, Y diría Slim; con dinero hasta los perros bailan.
Volviendo al asunto magisterial los empresarios, sobre todo los más lagartones, no tienen ningún derecho de protestar por las manifestaciones de los trabajadores, exigiendo sus derechos, que son conculcados por aquellos con el apoyo de las autoridades gubernamentales, que hacen las leyes para la protección de las clases dominantes y para castigar a la clase trabajadora.
Y sí, amiga lectora, todo lo veo negro. Todo está negro: el horizonte oscuro, lleno de nubes negras como de lluvias torrenciales. Por eso me gustan los estudiantes, como dice la canción aquella que compuso la chilena Violeta Parra y que cantaba espléndidamente su hermano Ángel Parra. Por eso me gustan los maestros de la CNTE porque, arriesgándose a que les digan güevones, y que mi amigo Chavita los satanice, que los federales los apaleen y los maten, y que los dueños del dinero mientan, argumentando con sus enormes pérdidas por la inflación y la caída profunda del poder de compra de los consumidores, es culpa de las manifestaciones y plantones y retenes de los maestros.
Estos sólo luchan por sus derechos y por los derechos de las nuevas generaciones de esclavos al servicio de la educación pública. Una educación pública verdadera, liberadora, que enseñe a dudar, que enseñe a investigar, que enseñe a respetar, que enseñe a vivir en soledad y en comunidad, y cuyo modelo sea construido por todos, no sólo por los neoliberales del sistema, sino con la participación de los mismos maestros, que son los que tienen la experiencia en la aplicación de planes y programas oficiales que sirven para maldita sea la cosa porque no toman en cuenta que México mide casi tres mil kilómetros cuadrados y en ellos habitan diversas culturas y multitud de etnias. La misma ONU ha invitado a sus gobiernos miembros a que los indígenas sean los que administren sus propios programas de educación.
Lo bueno es que hasta el momento la sangre no ha llegado al río. Las cúpulas del Consejo Coordinador empresarial se reunieron el martes con el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, en una opípara comida para pedirle que actúe para defender a las empresas de los bárbaros maestros de la CNTE. Gobernación no informó de lo tratado en la reunión, pero trascendió que el problema estaría a punto de ser resuelto por las buenas. Y ya van a empezar las malas lenguas a decir que a los maestros les dieron un chingo de dinero para que se apacigüen. Yo sencillamente no lo creo, porque la lucha del magisterio va más allá del dinero. Tengo muchos maestros jóvenes en la familia y sé cómo se comportan, qué sacrificios tienen que hacer para preparar sus clases y viajar a la escuela, en muchos casos en rancherías a las que sólo se llega caminando durante dos o tres horas, Ya quisiera ver al señor Nuño, o al señor Osorio, o al señor Peña ir a dar clases o por lo menos a visitar esos pinches jacales que sirven de escuela en muchas partes del país.