Un suelo contaminado puede ser biorremediado y recuperarse casi al 100 por ciento, siempre y cuando se emplee el mejor método de limpieza y saneamiento acorde con sus características, afirmó la investigadora del Instituto de Ingeniería (II) de la Universidad Nacional, Rosario Iturbe Argüelles.
Durante el acto Día Mundial del Medio Ambiente en el IIUNAM 2024, detalló que cada suelo es único por lo que es necesario estudiar el tipo adecuado de remediación.
En tanto, la directora de esa entidad, Rosa María Ramírez Zamora, destacó que en la actualidad se considera degradada hasta 40 por ciento de la superficie de la Tierra, aunque un suelo con buena salud puede proporcionar casi 95 por ciento de los alimentos, trabajo y medios de supervivencia frente a sequías, inundaciones e incendios forestales, por lo que su deterioro nos pone en alto riesgo de inseguridad alimentaria, pobreza, falta de agua e inundaciones.
El Día Mundial del Medio Ambiente nos recuerda que somos responsables de salvaguardar la salud de nuestro hogar común. Este año el tema focal es la restauración de la tierra, la desertificación y resiliencia a la sequía, enfatizó.
Al ofrecer la charla “La importancia de la remediación de suelos contaminados”, Iturbe Argüelles recordó que 35 por ciento de los contaminantes de suelos en el mundo son metales pesados, 11 por ciento poliaromáticos, 24 por ciento aceites minerales y el resto derivados del petróleo.
Adicionalmente, la investigadora y especialista en saneamiento de suelos y acuíferos precisó: siempre es necesario recordar cuánto tardan en degradarse, por ejemplo las pilas lo hacen hasta en mil años, el vidrio en 4 mil, los plásticos de 100 a mil, mientras que el papel puede demorar un año.
Para sanear el suelo, existen múltiples técnicas como la biorremediación que aprovecha microorganismos como bacterias y hongos, a fin de degradar, transformar y remover los contaminantes a productos inocuos; también están los procesos físicoquímicos y los térmicos para volatilizar o fundirlos, abundó Iturbe Argüelles, también doctora en ingeniería por la UNAM.
En busca de soluciones
A su vez, el encargado del despacho de la Dirección General de la Comisión Nacional de las Zonas Áridas, Héctor Manuel Arias Rojo, expuso ante académicos e investigadores reunidos en el Salón de Seminarios Emilio Rosenblueth del II:
Prácticamente 50 por ciento de las superficies áridas, semiáridas y en proceso de desertificación comprenden matorrales y pastizales, donde la actividad agropecuaria predominante es la ganadería y el manejo de flora y fauna silvestre.
El egresado de la Facultad de Química de la UNAM detalló que el problema es que en las zonas semiáridas el principal uso del suelo es la ganadería, por lo que la Comisión impulsa la construcción de más de 12 mil pequeñas obras hidráulicas con fines de consumo humano, abrevaderos y para usos múltiples.
Además, entre otras acciones se cubrió con vegetación nativa una superficie estimada de 100 mil hectáreas con prácticas de control de la erosión y se apoyó proyectos de estimulación de lluvia en una extensión promedio anual de 10 millones de hectáreas para beneficio de 500 mil ganaderos y manejadores de flora y fauna silvestre.
Aplicar fertilizantes a un terreno en una zona árida es aumentar los problemas osmóticos, porque demasiadas sales no liberan el agua, entonces la planta se va a morir. El gran problema en esos municipios es el acceso al vital líquido, la mayor parte de los territorios tienen suelos arenosos entonces necesitas una buena estrategia de manejo de la humedad, subrayó Arias Rojo.