Ciudad de México, México.– La diabetes mellitus es una enfermedad multisistémica que afecta a la población mundial con una alta prevalencia. Tan solo en América del norte –donde se ubica México– y el Caribe se habla de 51 millones. Prácticamente 537 millones en el planeta viven con diabetes y para 2045 se proyecta que la cifra alcanzará 783 millones; es decir, existe un ritmo de crecimiento considerable.
Sergio Alberto Mendoza Álvarez, académico de la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Medicina de la UNAM, asegura lo anterior y añade: se trata de un mal crónico cuyos elevados niveles de glucosa en sangre –asociado a la deficiencia de insulina– atacan el corazón, riñones, retina, nervios periféricos y prácticamente a toda la economía del organismo. No respeta género, edad, ni estatus social, además de que numerosas personas la padecen sin saberlo.
Con motivo del Día Mundial de la Diabetes, que se conmemora el 14 de noviembre, el médico internista señala: según datos de la Encuesta Nacional de Salud (Ensanut) 2022, la prevalencia diagnosticada en México fue de 12.6 por ciento, mientras que los no detectados clínicamente fueron 5.8 por ciento, es decir, 18.4 por ciento de la población mayor de 20 años la presenta.
Esas cifras no solo deberían preocuparnos, también la prediabetes que, de acuerdo con datos de la Ensanut, corresponde a 22 por ciento de individuos en esa condición y que están a punto de ser diabéticos, además bajo porcentaje de pacientes con un adecuado control de glucosa, alerta en entrevista.
Los pacientes diabéticos presentan elevada morbimortalidad (número de muertes ocasionadas por una enfermedad) en relación, fundamentalmente, con las complicaciones crónicas, tanto microvasculares (retinopatía, nefropatía, neuropatía), como macrovasculares (cardiopatía isquémica, enfermedad vascular periférica y enfermedad cerebrovascular).
La influencia del mundo occidental en relación con la alimentación, ha provocado cambios en los hábitos alimenticios de la población mexicana. Además, la mercadotecnia y el impacto comercial que vivimos en redes sociales, televisión y los medios audiovisuales en general, nos llevan al consumo de alimentos con bajo nivel nutricional y altos índices glucémicos, como las papas fritas, refrescos, pan, pastas y harinas, entre otros, que generan sobrepeso y obesidad, así como elevados niveles de colesterol y triglicéridos.
“De ahí que las comorbilidades más importantes en los diabéticos sean obesidad, daño renal, colesterol alto y las enfermedades cardiovasculares. La Ensanut señala que un 28 por ciento, incluso se habla de un 40 por ciento, de las personas que viven con diabetes tienen daño renal, 30 por ciento colesterol alto y, por lo menos, un 30 por ciento más tiene sobrepeso u obesidad”.
No solo se trata de la prediabetes, de resistencia a la insulina o diabetes, sino del curso natural de una enfermedad que nos conducirá a otro tipo de complicaciones como triglicéridos altos, disminución de colesterol “bueno” y el aumento del “malo”, lo que llevará a la acumulación de placas en las arterias que impidan buena circulación sanguínea hacia el cerebro, corazón y las arterias lejanas, detalla Mendoza Álvarez.
Precisa que entre los principales factores de riesgo están los antecedentes familiares: si uno de los padres, hermanos o tíos la tienen, aumenta hasta tres veces la probabilidad; los fumadores 30 por ciento más de posibilidad, además de alguna enfermedad cardiovascular; asimismo, quienes padecen hipertensión, aunado a la vida sedentaria o falta de ejercicio.
En ese sentido, apunta que hay dos llaves maestras: el deporte es una no farmacológica que abre la puerta para que entre la glucosa entre los tejidos y se ocupe como energía, en lugar de acumularse en la sangre; la otra es farmacológica, es decir, la metformina, medicamento antidiabético, para coadyuvar a disminuir la resistencia a la insulina, y facilita que la glucosa finalmente sea ocupada por cada uno de los órganos.
Los no controlados también pueden presentar pie diabético al producir daño en vasos sanguíneos y nervios. Se trata de una disminución del flujo de sangre en las arterias grandes, con repercusión en las arterias y capilares pequeños de los dedos de manos y pies, incluso en la parte superior de las piernas. “Es como un daño crónico que poco a poco comienza a taparlas debido a la inflamación crónica, que ocasiona una toxicidad sistémica y se produce acumulación de grasa en las paredes de estas causando insuficiencia”.
En este contexto, plantea que un marcador importante para los médicos es la neuropatía diabética: cuando un paciente tiene esta afección significa que lleva años sin un adecuado control, lo que afecta sus terminaciones nerviosas produciéndole hormigueos, sensación de picazón o ardor en la llamada “zona de guante y calcetín”; es decir, en pies y manos, por lo regular por las noches.
Dimensionar los beneficios
Destacó que uno de los desafíos para el sector salud es identificar a tiempo la enfermedad. “Esto es fundamental, si no tenemos un diagnóstico oportuno nos traerá complicaciones renales y cardíacas que son costosas de tratar, por ejemplo una intervención quirúrgica de tipo cateterismo para destapar la arteria”.
Asimismo, cuando una persona es declarada diabética debe ser consciente de llevar un manejo adecuado; sin embargo, solo tres de cada diez se apegan al tratamiento, en tanto que únicamente 36 por ciento tiene un control de metas en su hemoglobina glicosilada, un marcador en sangre que mide el nivel promedio de glucosa o azúcar durante los últimos tres meses y permite vigilancia correcta de la enfermedad, “y por lo mismo debe de ser universalizado en el sector salud”.
Es su responsabilidad difundir ese estudio, la gente debe saber que si está fuera de la meta en los indicadores de este examen de laboratorio tiene un riesgo alto de complicaciones macrovasculares (infarto) y microvasculares (nefropatía diabética –afección renal– o pie diabético).
Para que dimensione más el beneficio, al paciente hay que informarle que: por cada uno por ciento de descenso de la hemoglobina glicosilada, inmediatamente podría disminuir en 20 por ciento el riesgo de un infarto; 43 por ciento la posibilidad de amputación; 37 por ciento de enfermedad microvascular, renal o neuropatía diabética; 21 por ciento la muerte por otras casusas asociadas; 19 por ciento la cirugía por catarata; 16 por ciento el riesgo de insuficiencia cardíaca; y 14 por ciento de infarto del miocardio.
El Día Mundial de la Diabetes, precisa, debe significar que todos somos parte de las cifras; en la prevalencia de esta enfermedad en México tenemos, en alguna medida, corresponsabilidad ya sea con nuestros familiares o pacientes.