La Reforma Laboral de corte neocapitalista, fondomonetarista, neoliberal, acabó prácticamente con los derechos de los trabajadores, inclusive los organizados en sindicatos y los trabajadores al servicio del Estado, inspirados en el nacionalismo revolucionario.
Esa reforma, iniciada por el presidente de la república y aprobada el año pasado por el Congreso, integrado en su mayoría por diputados y senadores a modo del poder ejecutivo, decepcionó inclusive a muchos de quienes votaron por ella, ya no digamos a los millones de trabajadores que integran la fuerza de trabajo dentro de la Población Económicamente activa.
El panorama laboral mexicano, un día después del primero de mayo, día del trabajo en todo el mundo, no es nada alentador: Bajos salarios, nada remuneradores, pagos por recibo de honorarios, no a contratos colectivos de trabajo, inseguridad social, inseguridad pública, tercerización a outsoursing, despidos individuales y masivos de personal, violación de derechos laborales, recortes presupuestales que afectan a los trabajadores y pequeños productores, no derecho a pensiones por vejez.
La radiografía laboral mexicana es muy cruel como se ve y como lo atestigua el periodista de la revista Forbes, Francisco Muciño. La tasa de desempleo es relativamente baja, pero los bajos salarios y las condiciones sociales y laborales obligan a millones de trabajadores – unos 29 millones – a incursionar en los mercados laborales informales o subterráneos en los que son igualmente explotados, aunque relativamente menos mal pagados. Así, la informalidad, el crecimiento débil en los empleos formales y la precariedad en los mismos muestran una radiografía laboral más cruel.
Se dice que el panorama laboral en México es estable, si se compara con otras economías. Hay datos que avalarían este supuesto. La tasa de desempleo en el país es de alrededor de 5.2%, similar a la de Alemania y por debajo del promedio de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), recuerda Muciño. Pero y ahí está el pero. El trabajo fecundo y creador muy, pero muy mal estimulado. Alguien y no estaría exagerando diría que los salarios que se pagan en México son salarios de hambre,
Los 29.3 millones de personas que laboran en el bajo mundo de la economía informal; es decir, 6 de cada diez personas trabajan sin ningún tipo de seguridad social, de acuerdo con registros del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
Muchas veces se ha criticado la forma en que el Inegi mide el empleo en el país e inclusive el instituto ha hecho cambios en su metodología para medir con mayor precisión cuánto de este empleo es informal. Para José Luis de la Cruz, director del Centro de Investigación en Economía y Negocios del Tecnológico de Monterrey, Campus Estado de México, el problema no es la metodología, sino otros aspectos que se escapan de la misma.
“El Inegi mide la desocupación similar a como se hace en la mayoría de los países desarrollados, donde tienen un seguro de desempleo y la gente sin trabajo no tiene incentivo para ocuparse en otras cosas. En México los salarios son tan bajos que si las personas pierden su ocupación tienen que buscar otros ingresos y trabajos”, explica el académico.
En el sexenio pasado, se crearon cerca de 2.3 millones de empleos. (En México, para que las cosas anduvieran un poco El ex presidente Felipe Calderón, quien durante su campaña se proclamó el “presidente del empleo” prometió crear un millón de plazas nuevas cada año. El máximo de trabajos formales que se crearon fueron 732,400 en 2010, de acuerdo con registros del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
Pero no todos los empleos registrados significan necesariamente plazas nuevas. Muchos ya existían, pero una mayor fiscalización de las autoridades implicó que se formalizaran.
“En el IMSS tenemos dos posibilidades: se está creando empleo, o que una mayor fiscalización haga que se revise el trabajo informal”, indica José Luis de la Cruz, del Tec.
Pero el especialista considera que éste no es el único problema, sino que el número de plazas registradas ante el IMSS ya no crece de forma tan vigorosa como en años pasados. De enero a marzo, el número de empleos formales creados fue de 219 mil plazas, 36% menos que en el primer trimestre de 2012.
Y si se toma en cuenta sólo marzo el crecimiento fue de 3.73%, el nivel más bajo desde mayo de 2010, de acuerdo con datos de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS).
El diagnóstico sobre la radiografía laboral en México ya es conocido: informalidad dominante, creación insuficiente de empleos, bajos salarios y condiciones precarias. Aunque no siempre se repara en las horas trabajadas, por mucho el país es de los países en que más se trabaja y menos se descansa, lo que no se traduce necesariamente en más productividad.
De acuerdo con la OCDE, en México cada persona trabaja en promedio dos mil 250 horas al año, muy por encima del promedio, de sólo mil 748 horas.
Comparado con otros países, México es de lo que menos días de vacaciones por ley tiene al año, con sólo 6, cuando otras naciones como Reino Unido, España Italia, Brasil, Argentina y Venezuela, tienen más.
También el país sale mal parado en el balance deseable o saludable entre trabajo y vida. Inclusive, México tiene el mayor desequilibrio entre estos dos aspectos de todos los países que integran la OCDE.
La reforma laboral, aprobada el año pasado, mejoraría el panorama en cuanto a la flexibilización del mercado, facilitando las contrataciones y despidos en las empresas. Pero las condiciones de precariedad continuarían al menos al mediano plazo, considera José Luis de la Cruz.
“En mi opinión, la reforma laboral no ha mostrado, al menos en el corto plazo, los resultados que se le habían adjudicado, y menos con un panorama de desaceleración como el que se tiene actualmente. Se sigue observando que los salarios y las prestaciones, o no crecen o van en retroceso, al menos en sectores como las manufacturas”.
Habrá más trabajo, pero con las mismas condiciones, o peores incluso. La situación no se espera que cambie, al menos por un tiempo.