Sí, todo se está yendo al carajo

0
Anuncio

ÍNDICE POLÍTICO 

Desinstitucionalización * Caín & Caín Moreira 

A Susy Carrillo Chontkowsky,  

In memoriam  

Por FRANCISCO RODRÍGUEZ 

Con todo y que le habían robado la elección presidencial del 2006, Andrés Manuel López Obrador fue un tanto cuanto prudente y entonces mandó “al diablo sus instituciones”.

Hoy, con todo el poder de una Presidencia omnímoda, con el control absoluto del Poder Legislativo y con una muy buena parte del Judicial a sus órdenes sube el tono y manda “al carajo” a sus opositores.

Es por su frustración. Porque se cree y siente incomprendido. Y eso lo irrita. Y lo llena de ira.

“¡Al carajo!”, exclama.

Y mientras, efectivamente, todo se está yendo al carajo.

La seguridad de la ciudadanía…

… la economía familiar…

… el sistema de salud pública…

… la educación…

… la honestidad…

… todo, todo, está valiendo eso: un carajo.

Y todo lo que le es importante a la sociedad, al pueblo –o como usted quiera llamarle– a AMLO le importa un carajo.

¿Qué es lo que a él realmente le interesa?

Imponer sus ideas anacrónicas, como principios inamovibles.

Actuar como le venga en gana sin el contrapeso de la opinión pública informada.

Las mayorías de las cámaras del Congreso de la Unión “no le quitan ni una coma” a sus proyectos descabellados.

La Sumisa Corta de Justicia ya no es de la Nación. Es de la 4T. Está ahí sólo para cumplir los deseos de su vecino y patrón.

Pero con todo y ello no hay avances.

El gobiernito, estancado. Si acaso llega a moverse es en retroceso.

Y eso lo frustra. Se siente incomprendido. Se irrita. Y cada vez más se le ve fuera de sus cabales.

Por eso ha empezado por llamar adversarios, fifís, conservadores y otras linduras a quienes no comulgan con su pensamiento…

… para ahora llegar al insulto, a la majadería, producto –repito– de su frustración al no poder convencer de que es él y sólo él quien permanentemente tiene la razón.

¡Al carajo! ¡A la verga! ¡A la chingada!

Eso en público, porque entre quienes lo rodean es todavía peor.

Se desespera porque sus colaboradores no actúan como él imagina que deben actuar.

Porque no van a la velocidad que él quiere que le impriman a los asuntos públicos.

Y grita.

Y por eso ya casi nadie quiere contradecirlo, llevarle la contraria.

Resultaría fatal.

Otras están en la mira de una transformación a modo, a su gusto, cual sería el caso del INE.

Y varias más que él desea que de plano desaparezcan.

A este paso, para el final del sexenio todas las instituciones quedarán desdibujadas, con fines distintos a aquellos para los que fueron creadas.

Ahí tiene por ejemplo al Seguro Social. Una institución tripartita, donde el gobierno de la 4T hace lo que le viene en gana, afiliando a quienes no cotizan ni tienen posibilidades de hacerlo, sin consultar siquiera a los aportantes del sector patronal.

Y para fin de año ya se asoma su desaparición.

Federalización de los servicios de salud, le llaman.

Al diablo sus instituciones, fue el inicio.

Al carajo es el final.