Los precios que embarazan al pobre

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Análisis a Fondo

  • Mas la inflación y la muerte no se apiadan de nadie
  • Pero no hay que llorar la muerte sino celebrar la vida

Por Francisco Gómez Maza

La muerte no viene sola. Y mi recuerdo es por los muertos que acaban de antecederme y por el muy alegre Día de Difuntos que celebramos los mexicanos este 2 de noviembre, cuando en la mayoría de los hogares se levantan altares con ofrendas adornadas de flores de cempasúchil, tan amarillas como misma la luz del sol, y dulces de calabaza, amén de todo tipo ofrendas, incluyendo el tradicional jugo de piña fermentado o tepache, o tequila o mezcal, o posch. O cualquier otra bebida tan deliciosa como el pulque curado con jugos de frutas. Este 2024, año preñado de sorpresas, unas tristes y otras alegres, no está yéndose solo. Está llevándose, uno tras otro, a conocidos, amigos del alma, parientes cercanos y famosos desconocidos, pero como en carrera de relevos. Claro. Hay que aclarar lo que mi madre dejaba en claro: No, mijo. No hay que llorar la muerte, la muerte irremediablemente tiene que llegar, tarde o temprano, aunque no quieras. Y no es triste ni alegre. Por lo tanto, hay que alegrarla con un buen trago de posh y, al fin de cuentas, lo que hay que hacer es celebrar la vida y darle gracias que nos permitió gozar de la presencia y del amor de acompañante, de hijos e hijas, de nietos  y nietas, de vecinos, amigos del alma, parientes cercanos y lejanos y hasta desconocidos famosos, en el caso como el pelotero sinaloense de los Dodgers de Los Angeles que, a pesar de su riqueza derportiva, se fue a alrededor de los 60.  Y hasta presuntos enemigos. Por qué no. Pero la muerte que a un servidor más le dolió, en estos días, fue la de María Luisa, la hijita de Bichita y Nacho Álvarez Icaza, de aquellos buenos tiempos en que había que partirse el alma para decirle al mundo que la verdad era que todo el mundo tenía que ser feliz y que no tenían razón los muy apendejados ricachones, cuando dictaban la sentencia de que los pobres tenían que seguir siendo pobres por flojos, por huevones, como lo dijo el idiota de las botas.

De repente. Es cierto. La muerte llega de repente, aunque esté uno grave o ligeramente enfermo de algún padecimiento no necesariamente de muerte. La muerte llega de repente y es como un ladrón que se aparece de noche, detrás de la puerta principal de la casa, o es como quedarse dormido con la agradable o desagradable diferencia de que, cuando uno está dormido de muerte, no se levanta  uno tantas veces a orinar por la noche, si está uno con alguna infección en vías urinarias…. Fue muy doloroso ver los ojos de Nacho y Bichita, tan profundamente tristes, tan dolorosamente sonrientes, algo así como cuando se fue Luis Francisco, a 43 días de nacido, o la ida de Gil, mi hermano pediatra, un gran pediatra de pueblo, que se perdió en el horizonte de la muerte sin siquiera decir adiós, o la de Pelancha, mi madre y maestra, o la de todos mis familiares como Ofelia o Ricardo, o Genaro.    O la partida de Luzmita, mi adorada esposa, después de casi dos décadas de sufrimiento. Dolorosa sonrisa la de Bichita cuando le advertí que no hay que llorar la muerte sino celebrar la vida…porque la vida es lo que cuenta y la muerte ya no cuenta.  Se fue la peque de Bichita y Nacho, unos días después de que se fue para no volver Carlitos Sabines Venegas, hijo prominente de aquel chiapaneco ilustre, “Don” Juan Sabines Gutiérrez, luego de sus largos intentos por sobrevivir, por seguir intentando ser feliz con sus amigos. Y luego, partieron algunos colegas periodistas a quienes siempre dediqué mi admiración por periodistas de verdad, como Raúl Cremoux y Alfredo Cortina, que llegaron al fin de su historia.

Pero luego se presentó la realidad, la que embaraza a los pobres, pues el impuesto que ellos pagan es más grosero que el que pagan los que tienen poder adquisitivo. La inflación de los precios en la economía, esos precios que matan, que no permiten alimentarse bien a los pobres y a los hijos de los pobres, Esa inflación que se infla  cuando se mide por el Índice Nacional de Precios al Consumidor, que a la mitad de octubre se infló en casi medio punto porcentual y con este resultado el indicador o, mejor dicho, la carestía de la vida del pobre presentó un incremento de 0.43 % respecto de los niveles de precios de la quincena anterior, resultado con el cual la inflación general anual se ubicó en 4.69 por ciento. Un tanto más cara que la de la misma quincena de 2023. En la misma quincena de 2023, la inflación quincenal fue de 0.24 % y la anual, de 4.27 por ciento. El índice de precios subyacente aumentó 0.23 % a tasa quincenal y 3.87 % a tasa anual. En el mismo periodo, el índice de precios no subyacente registró un alza de 1.08 % quincenal y de 7.17 % anual. Al interior del índice subyacente, a tasa quincenal, los precios de las mercancías crecieron 0.21 % y los de servicios, 0.25 por ciento. Y dentro del índice no subyacente, a tasa quincenal, los precios de los productos agropecuarios subieron 0.70 % y los de energéticos y tarifas autorizadas por el gobierno, 1.39 por ciento, en mayor medida por la conclusión del subsidio al programa de tarifas eléctricas de temporada de verano en 18 ciudades del país.