Ciudad de México, México.— En el mundo sufren de hambre crónica unos 735 millones de personas, de acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 2022, pese a la suficiencia en producción global de alimentos, dijo Julieta Ojeda Gómez, encargada del despacho del Programa Universitario de Alimentación Sostenible (PUAS) de la UNAM.
Añadió que el tema de la alimentación, el panorama es crítico y el reto enorme, en especial porque el modelo de producción vigente no es sostenible.
Al actual ritmo de consumo, dice al citar al Fondo Mundial para la Naturaleza, la humanidad necesitaría casi tres planetas Tierra para satisfacer sus demandas en este rubro y energía en 2050. A mediados de 2024, el número de habitantes alcanzó los ocho mil 200 millones y va a seguir aumentando, “y con ello habrá crecientes necesidades de producir alimentos para todos”.
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la cantidad de personas en el cosmos ascenderá a nueve mil 700 millones en 2050, pudiendo llegar a un pico de cerca de 10 mil 400 millones para mediados de 2080, y los recursos son finitos.
Independientemente de dónde vivimos, debemos tener más conciencia del uso que hacemos de ellos para nutrirnos y dejarles condiciones adecuadas a las próximas generaciones, recalca.
En ocasión del Día Mundial de la Alimentación, a conmemorarse el 16 de octubre, menciona que las cifras referentes al hambre y la desnutrición son preocupantes. Según ese organismo internacional, en 2022 aproximadamente 735 millones de personas (9.2 por ciento de la población mundial) se encontraban en estado de hambre crónica.
Además, se estima que dos mil 400 millones se enfrentaron a inseguridad alimentaria de moderada a grave, lo que significa que carecen de acceso a alimentos suficientes. Este número se elevó en 391 millones en comparación con 2019.
El hambre y la malnutrición se traducen en individuos más propensos a enfermedades que les generan condiciones que les impactan como población económicamente activa y, por tanto, en sus medios de subsistencia. Dos mil millones de personas en el orbe carecen de acceso habitual a comestibles seguros, nutritivos y suficientes; en 2022, 148 millones de niñas y niños sufrieron retraso en el crecimiento y 45 millones de menores de cinco años presentaron emaciación (insuficiencia de peso respecto a la talla), añade la ONU.
Entre los problemas que se enfrentan para la producción, alerta Ojeda Gómez, se encuentran los factores ambientales: el cambio climático incrementa los fenómenos meteorológicos extremos como las sequías y las inundaciones, que afectan cultivos y cosechas, y encarecen los productos, haciéndolos inaccesibles para numerosas personas; a ello se suma el agua (su calidad, disponibilidad, sobreexplotación, contaminación) o la erosión de los suelos, lo cual va en detrimento de las propiedades de lo que consumimos.
Otro elemento es el geopolítico: los conflictos bélicos, como la invasión de Rusia en Ucrania o la situación en Medio Oriente provocan crisis en cuanto al sustento para las personas en las zonas de conflicto, como la franja de Gaza (donde hay bloqueos para la ayuda humanitaria) y para el resto del mundo, por la escasez de insumos como el trigo, por ejemplo.
Uno más es la inseguridad, expresada en violencia y cobro de piso generan alza en su costo y provocan cierre de establecimientos como pollerías, tortillerías, etcétera. Es un problema serio que dificulta el cumplimiento del lema de este año de la efeméride, que es: “Derecho a los alimentos para una vida y un futuro mejores”, asevera Ojeda Gómez.
Sostenibilidad
A la agenda de la alimentación se agrega el concepto de la sostenibilidad. “Como humanidad debemos impulsar ese cambio de paradigma, en el cual se cubran las necesidades de una población creciente, pero además se preserven los recursos para las generaciones futuras”. Sin esa óptica, será todavía más complejo lograr que todos ejerzan este derecho.
Julieta Ojeda refiere que a pesar de que la producción actual es suficiente para todas las personas, hay un problema de desperdicio que ocurre en todas las etapas, desde la producción hasta la distribución y el consumo.
Según un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, publicado en marzo de 2024, los hogares de todos los continentes desperdiciaron el equivalente a más de mil millones de comidas cada día durante 2022.
Del total de las desperdiciadas ese año, 60 por ciento se desechó en los hogares, mientras que 28 por ciento correspondió a los proveedores de servicios alimentarios y 12 por ciento al comercio minorista, detalla la entrevistada.
Y en México la situación no es menos alarmante porque el desaprovechamiento anual es de 94 kilos por persona, cuando el 23.5 por ciento de la población vive en pobreza alimentaria, precisa el Informe del Índice de Desperdicios de Alimentos 2021 de ese Programa.
Otro aspecto importante, comenta la integrante del PUAS, es la gente que no vive en inseguridad alimentaria, pero por malas decisiones, ignorancia, comodidad o por el ritmo de vida, no accede a comida sana. “Una pizza de 99 pesos nos sacia, pero no cumple los requerimientos nutricionales que contribuyan a nuestra salud”.
Tampoco hay que olvidar que los requerimientos cambian de acuerdo con las diferentes etapas de vida. A ello se suman condiciones relacionadas con la salud que necesitan ingestión especial, por intolerancias, alergias, etcétera.
En esta efeméride -proclamada por la FAO el 16 de octubre y que se celebra a partir de 1981- recordemos que nos asiste un derecho, pero también debemos hacernos responsables de nuestro consumo, acota Ojeda Gómez.
En este contexto, sugiere reducir la ingesta de carne y mejorar la de vegetales, frutas, cereales y leguminosas que aportan nutrientes; comprar comestibles de temporada y locales, entre otras medidas más sustentables.