Almagro, en el papel de lamebotas de Blinken

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Análisis a Fondo

Ninguna ley autoriza al secretario de la OEA, a cuestionar a México

Los mexicanos no necesitan que nadie les diga que el INE es intocable

Por Francisco Gómez Maza

Me gustaría saber qué fuero tiene la OEA, dependencia del Departamento de Estado de Estados Unidos, para intervenir en asuntos internos de México. Pregunta que tendría que responderme el secretario de Estado Antony Blinken.

Que se sepa no hay ningún artículo de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos que le de autorización al señor Blinken de opinar sobre los asuntos mexicanos. Y me refiero a Blinken porque él es el jefe de Luis Almagro, secretario general de ese adefesio, que sólo le ha servido al gobierno de los Estados Unidos, desde que el único gobierno que votó a favor del gobierno revolucionario de Cuba fue el de México, que votó en contra de la iniciativa de Estados Unidos de romper relaciones con el gobierno revolucionario de Fidel Castro Ruz.

Y actualmente menos tiene autoridad porque la mayoría de los gobiernos americanos está en sintonía con el gobierno de México, desde el de Brasil, pasando por los de las repúblicas de Chile y Argentina, el de Perú, el de Bolivia, el de Ecuador, los de Colombia, Venezuela, Nicaragua, Honduras, la República de Cuba y alrededor de 40 millones de mexicanos que viven y trabajan en territorio continental del imperio de Estados Unidos.

Ningún derecho tiene la OEA, que sólo responde a las órdenes coyunturales y los intereses de Blinken en América, de calificar el papel que ejerce el gobierno mexicano y menos el rol del Instituto Nacional Electoral, objeto en estos momentos de necesarias reformas estructurales para acabar con los fraudes electorales, a favor de los partidos conservadores del capitalismo salvaje y del neoliberalismo particularmente en la cúpula de la presidencia del Consejo General, presidida por el árbitro convertido en juez y parte llamado Lorenzo Córdova Vianello, asistido por su monaguillo Ciro Murayama.

La OEA, otrora lugar de reunión de los Estados Americanos, y actualmente una oficialía de partes del Departamento de Estado de Estados UNIDOS, carece de autoridad para calificar a México, una nación independiente del colonialismo y el imperialismo desde 1810, año en que el Padre Miguel Hidalgo y Costilla, párroco de Dolores.

Qué caradura del uruguayo Luis Almagro que, con el título de Secretario General de la OEA, está dedicado a defender los intereses del Departamento (estadounidense) de Estado y que en esta ocasión se mete, a nombre de los gobiernos americanos, a afirmar que el INE no requiere de cambios porque es una garantía de los procesos electorales en México. Suponiendo que el INE no necesitara de una reforma electoral, Almagro no es de ninguna manera el indicado, ni tiene autoridad alguna para interferir en los asuntos internos de México. Pero en honor a la verdad, Almagro sólo es un instrumento de Washington y opera bajo las órdenes del Departamento de Estado.

Aquí no voy a abundar en cuestiones relativas a la necesidad de reformas profundas al órgano que organiza los procesos electorales, que ha sido aval de los grandes fraudes que hay llevado a la presidencia de la república a los personajes más nefastos, que responden a los dictados de la extrema derecha, al capitalismo salvaje, al neoliberalismo económico y político.

Con tales fraudes, el INE (IFE) ha violado la Constitución Política y ha entronizado la corrupción a gran estala en la estructura electoral, a tal grado que los altos funcionarios y consejeros del Instituto gozan de pingües emolumentos como la increíble dote matrimonial y otros escandalosos beneficios que constituyen una burla a la pobreza de millones de mexicanos, particularmente de los pueblos y comunidades originarias, que son objeto de la burla, del racismo, del presidente Córdova Vianello.

Así que queda establecido por recordado que el empleado de Blinken, está impedido de intervenir en los asuntos internos mexicanos. Que se vaya a arreglar los de Uruguay, su país, en donde soplarán, en breve, los vientos de libertad que soplan en Brasil y Argentina.