Análisis a Fondo
El dictamen quedó en el limbo
Un debate falso en el Senado
Por Francisco Gómez Maza
Después de cuatro horas y media de inútiles reclamos de la oposición al presidente de la Mesa Directiva, el morenista Alejandro Armenta, por procedimientos, el dictamen de la Reforma para ampliar la permanencia de las Fuerzas Armadas en tareas de Seguridad Pública fue devuelto a comisiones por voto mayoritario de los particos oficialistas. No hubo acuerdo en votarlo como insistían senadores del PAN, del PRI y de MC, con la mayoría morenista.
El senador Ricardo Monreal Ávila fue quien propuso desde tribuna regresar el documento a comisiones para profundizarlo y aclararlo, ya que se estaba dando un falso debate atizado por senadores de la oposición quienes querían votarlo ya presumiendo que a Morena y aliados le faltaban los votos suficientes para ganar la votación.
La interpretación de la oposición era que, al votar el dictamen, se votaba a favor o en contra de la militarización de la lucha por la seguridad pública, mientras que la mayoría lo que estaba haciendo era poner a votación la ampliación de la permanencia de las Fuerzas Armadas en acompañamiento de la Guardia Nacional para que ésta tuviera la oportunidad de tomar experiencia en el manejo de la defensa de la seguridad pública.
El falso debate de la asamblea estuvo en el enfoque de la discusión. Unos, los opositores, insistían que se iba a votar en contra de la militarización del país, pero los morenistas, petistas y verdes estaban defendiendo la postura de la ampliación de la permanencia de los soldados hasta 2028.
Los opositores insistían, por otra parte, en votar el dictamen recibido de la Cámara de Diputados, argumentando que el oficialismo morenista y sus aliados no tenían los votos suficientes para imponerse en el cónclave.
Los senadores de Morena, Partido del Trabajo y Verde Ecologista, encabezados por su líder, el senador Ricardo Monreal Ávila, defendieron en todo momento dejar claro que lo que se estaba votando no era la militarización de la lucha contra la delincuencia organizada, sino el perfeccionamiento de los cuerpos policiacos, encabezados por la Guardia Nacional, en las artes de la lucha por cuidar la seguridad pública de los ataques de la delincuencia organizada.
El senador Ricardo Monreal defendió a capa y espada el dictamen, aclarándole a la oposición que el asunto no era la militarización, palabra que se venía en pancartas sostenidas por senadoras panistas, principalmente, en la zona que ocupa la fracción parlamentaria albiceleste.
Los reclamos febriles de senadores de la oposición, por aparentes asuntos nimios, a la de la mesa directiva, a cargo del senador de Morena, Alejandro Armenta, y la expectativa que causaba el silencio del grupo mayoritario, auguraban un final desangelado como el que al final se dio.
Cuatro horas y media perdidas con expectativas de que el tema de la participación temporal de soldados y marinos en la lucha por la seguridad pública, por fin, iba a zanjarse.
Pero quienes fueron testigos de la asamblea senatorial llegaron a la conclusión de que fue una especie de diálogo de sordos. Unos defendiendo la ampliación del plazo para la participación de los militares en la lucha y panistas, priistas, ciudadanistas y plurales atacando furibundamente “la militarización”.
Y se los aclaró en varias ocasiones el líder de la mayoría, el senador Ricardo Monreal Ávila, pero nadie en la oposición quiso escucharlo. Estaban decididos a jugársela porque alguien les dijo que Morena no tenía los votos suficientes para salir triunfante.
Al fin se impuso la Mesa Directiva. Ante la confusión de los opositores, el senador Alejandro Armenta dio por concluida la sesión. Y el tema del dictamen mencionado quedó en el limbo de los asuntos que probablemente no volverán a apuntarse en la agenda del Senado Mexicano.
La verdad es que los senadores del PAN se negaron a aceptar una realidad a todas luces clara hasta para los espectadores más ignorantes de las artes legislativas. Los senadores no estaban votando ni a favor ni en contra de la militarización de la lucha contra la delincuencia organizada, sin sólo por la ampliación de la permanencia de las Fuerzas Armadas en las tareas de seguridad pública, en tanto los cuerpos de la Guardia Nacional se entrenaban en las artes de la defensa de la seguridad.