Ciudad de México, México.– A partir de la Revolución Industrial hemos alterado el equilibrio dinámico del mundo de manera significativa. Aunque el énfasis se centra, sobre todo en el cambio climático, es importante entender que es la totalidad de la biosfera, incluidos nosotros, la que se ve afectada, señaló el coordinador general del Centro de Ciencias de la Complejidad (C3) de la UNAM, Alejandro Frank Hoeflich.
Tal vez la pregunta crucial para la ciencia contemporánea es cómo podemos salvar a nuestra especie. “Debido a la presencia de enormes transformaciones en nuestro hábitat, la ciencia transdisciplinaria es hoy más urgente que nunca. Así, las Ciencias de la Complejidad se proponen la construcción de una ciencia integrativa capaz de enfrentar los cambios que ya están ocurriendo”, dijo el también investigador emérito de la Universidad Nacional.
Durante la mesa redonda a distancia Cambio climático: Hechos y consecuencias en México, convocada por el C3, Frank Hoeflich, afirmó: ese es el problema más grave que enfrenta la humanidad.
Nuevas herramientas abrieron un panorama en el cual la ciencia puede analizar, intentar prever y paliar las consecuencias de los grandes cambios que han ocurrido en nuestro planeta, y de forma acelerada durante el último siglo.
Diversos fenómenos, incluido el calentamiento global, son amplificados por las actividades humanas y sus políticas sociales y económicas. Aunados a la complejidad inherente a la biosfera, están los desequilibrios socioeconómicos y la irracionalidad de los sistemas políticos reinantes, alertó.
Frank Hoeflich aclaró que un amplio desequilibrio de Gaia, en el planeta, pone en peligro la supervivencia de nuestra especie, aunque esto no acabaría con la vida.
Al hacer también la presentación de Juan Claudio Toledo Roy, del Instituto de Ciencias Nucleares, el experto universitario añadió: en el C3 “desarrollamos indicadores matemáticos para medir la ‘salud’ de los sistemas complejos”. En un artículo en proceso se analizó el registro de la temperatura global de los últimos 140 años.
Encontramos varias alertas, como la pérdida de organización y capacidad autorregulatoria del planeta, y el desacople de la dinámica climática a diferentes escalas de tiempo. Estamos en un momento crítico en que, debido a las acciones humanas, observamos que la Tierra, que tendía a conservar las condiciones de temperatura, por ejemplo, ha dejado de hacerlo, acotó el también miembro de El Colegio Nacional.
El científico refirió que hay mayor variabilidad de la temperatura y de eventos extremos con más frecuencia. “Seguir ensuciando la atmósfera con gases de efecto invernadero nos está llevando a esta situación tan terrible”.
Alteraciones
La integrante de El Colegio de la Frontera Sur, Andrea Sáenz Arroyo, consideró que por más acuerdos internacionales que hay en torno al cambio climático, como el de Kyoto o París, “hay un indicador muy claro que no hemos logrado detener: el comportamiento humano que elimina la capacidad de la Tierra de autorregular sus procesos biogeoquímicos y climáticos”.
Al incremento de la temperatura y nivel de los océanos, se suma un efecto no previsto: la desoxigenación de los sistemas costeros. En ese sentido, explicó que la vida marina depende de fenómenos físicos y uno, clave, es la surgencia o surgimiento de aguas ricas en nutrientes del fondo marino que provoca un “frenesí” alimenticio, desde el eslabón más pequeño de la cadena trófica, el plancton, hasta el más grande, las ballenas.
Con el aumento de la temperatura del mar, las surgencias se intensifican y traen aguas que no emergían a la superficie, bajas en oxígeno, a la zona costera. “Ese es uno de los efectos del cambio climático que no habíamos entendido, hasta hace muy poco tiempo”. Además, se expande a los sitios donde se produce 95 por ciento de las pesquerías del mundo, expuso la especialista.
Se presenta también la acidificación de los océanos; es decir, la modificación del carbonato de calcio disponible en el agua, importante porque diversos organismos dependen de él para formar sus esqueletos, como ocurre con los arrecifes o los moluscos.
La biodiversidad, tal y como la conocemos, la cual se adaptó y evolucionó para coadyuvar a la autorregulación de la Tierra, está en peligro. En el caso de México las comunidades pesqueras están expuestas y son susceptibles a estos cambios; peor aún, el actual modelo de manejo pesquero no permite la adaptación a las nuevas condiciones ambientales, aseveró Sáenz Arroyo.
En tanto, el director general del Centro de Estudios de la Auditoría Superior de la Federación, Gerardo Gil Valdivia, coincidió en que el cambio climático es uno de los riesgos globales que enfrenta la humanidad y pone en peligro su futuro.
La actual concentración de dióxido de carbono (CO2) es la más alta en al menos dos millones de años; el aumento del nivel del mar tiene las tasas más rápidas en por lo menos tres mil años; el área del hielo marino ártico está en su nivel más bajo en mil años y el retroceso de los glaciares no tiene precedentes en al menos un milenio, con efectos como calor extremo, lluvias fuertes, sequía, incendios forestales, además de calentamiento y acidificación de los océanos.
De 1990 a 2015, cinco por ciento de la población mundial más rica fue responsable de 36.3 por ciento del aumento de las emisiones de CO2, y si se considera a 10 por ciento de las personas con mayores recursos el nivel de contaminante se eleva a 45.5 por ciento. En contraste, el 50 por ciento más pobre generó 5.6 por ciento. Además, de 2010 a 2019, China, Estados Unidos, la Unión Europea, Reino Unido e India, contribuyeron con 55 por ciento de las emanaciones de efecto invernadero, apuntó.
De ahí la importancia de la Agenda 2030 de Naciones Unidas, con sus 17 Objetivos del Desarrollo Sostenible y del Acuerdo de París, para evitar que la temperatura global media para el año 2100 aumente más de 1.5 grados, e impedir así los efectos de colapso gradual y catastróficos que produce el calentamiento global, concluyó Gil Valdivia.