ÍNDICE POLÍTICO
* ¡Él lo es todo, todo, todo!
La famosa frase de Adolphe Thiers “el rey reina, pero no gobierna” se convirtió en un eslogan clásico de las monarquías parlamentarias, después de que su autor la utilizara en el siglo XIX para destruir a Carlos X de Francia, cuyas tendencias absolutistas concluyeron con su destronamiento.
Sin que la nuestra sea una monarquía y menos aún una democracia parlamentaria, aquí vivimos ahora la experiencia de un presidencialismo exacerbado, donde el Presidente de la República tampoco gobierna.
Él concentra todos los poderes. Lo mismo se entromete en los fallos del Judicial, regaña a jueces, tiene sus propios ministros en la Corta, que ordena al Legislativo que a sus iniciativas no se les cambie siguiera una coma.
En el Ejecutivo él lo es todo. Igual funge como secretario de Agricultura que como titular de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes. Él lo sabe todo. Y si no… se lo saca de la chistera o, en dos palabras, lo inventa.
Sus creencias personalísimas sobre todos los temas se convierten en ukases, por tan sólo haber sido pronunciadas en las llamadas “mañaneras”
¡Ay de aquél o de aquellos que lo contradigan o, mínimo, lo critiquen! Todo lo toma a personal.
Pero todo ese poder, todas esas facultades concentradas en ese individuo, sirven para pura… o, en otros términos, para lo mismo que se le unta al queso: nada.
Él preside, pero no gobierna.
Y los candidatos se eligen de acuerdo con el método más exacto que en sociología y ciencias políticas pueda existir: lo que dice su dedito.
Así que, como está en campaña desde el inicio del Siglo XXI, y ahora no sólo para su beneficio, incluso por los candidatos de su Movimiento a cargos de elección o, como ahora, para su “ratificación” en el mando, rehúye las tareas más simples de la Administración Pública. No le da tiempo para más.
No hay licitaciones para obras y servicios, por ejemplo, porque a él se le hace engorroso, tardado, ¡un fastidio! Por eso casi el 90% de los contratos del gobiernito con la iniciativa privada son por adjudicación directa. Lo peor es que, como siempre ha sucedido con las administraciones federales surgidas del PRI, del PAN, del PRD y de Movimiento Ciudadano, esas contrataciones son para ciertos empresarios.
Él ondea una bandera blanca y ¡zaz! se acabó la corrupción.
Decreta que la pandemia está controlada y, en su febril imaginación, así sucede.
Dice que en sus tres años en La Silla no ha habido matanzas… cuando en realidad se han multiplicado porque, según sus entendederas, es producto de su política de “abrazos, no balazos”.
Anuncia la inauguración de sus mega obras y, pobres de aquellos que no tengan todo listo para que se cumpla en tiempo y forma. Aunque sean militares.
Y mientras, el país se desmorona porque no hay gobierno.
Él preside, pero no gobierna.
¡Es el “caudillo”!
¿No cree usted?
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