ÍNDICE POLÍTICO
* Su necedad nos afecta a todos * Sin prensa crítica no hay democracia
Por FRANCISCO RODRÍGUEZ
Tras poco más de tres años, los mexicanos ya nos percatamos de que ni el carisma ni la retórica de AMLO en las “mañaneras” producen bienestar.
Todo lo contrario. Tenemos un régimen autoritario o una simulación: un autoritarismo con fachada electoral.
Una creciente concentración del poder político y económico en manos de las Fuerzas Armadas y de uno que otro morenista incondicional a López Obrador.
Tenemos, también, el desmantelamiento gradual de los pesos y contrapesos propios de una democracia: empresarios y periodistas,, entre otros.
A ambos grupos, un día sí y otro también, los insulta, los demoniza protegido por el águila que porta en la banda presidencial y, claro, por el Ejército Nacional, la Marina Armada y, me atrevería a decir, que hasta por las milicias bien equipadas y entrenadas de la delincuencia organizada.
Todo ello le da fuerza a López Obrador para presentarse todos los días como un político obstinado que llega incluso al nivel máximo de la terquedad.
Terco, en tres ocasiones buscó ser Presidente de la República.
Terco, pretende que todos demos por buenos los “otros datos” que sólo él sabe de dónde saca o cómo se los inventa.
Terco, necio, en sostener a toda costa sus designaciones, cual hoy es el caso del presunto depredador sexual Pedro Salmerón, así y desde Panamá la canciller le haya mandado a decir –en un límpido lenguaje diplomático, que su propuesta de embajador no es grata ni para la sociedad ni para el gobierno que encabeza Laurentino Cortizo.
Obstinado, terco, necio…
¿No cree usted?
Tres años de estancamiento. Tres años de retrasos
Bien decía François de la Rochefoucauld que “la pobreza espiritual produce la obstinación”. Que los necios y tercos no creen en lo que está más allá de lo que sus ojos alcanzan a ver.
De miras cortas, que muchas veces sólo lo enfocan en el pasado –igual para decir ya “ya no es como antes” o que, nuestro atraso obedece a que no hemos preservado nuestras raíces indígenas destrozadas por los conquistadores españoles–, López Obrador sólo ha conseguido en la mitad de su mandato el retroceso del país en rubros que no son a los ciudadanos de vital importancia.
Aunque él crea que lo está haciendo muy bien, “requetebién”.
¿Coincide usted con él?
Periodistas, víctimas de la retórica de AMLO
La libertad de prensa, la libertad de expresión y el acceso a la información son tres derechos de la ciudadanía que están ligados a la profesión periodística.
Los dos primeros hacen referencia al hecho de que la comunicación y la expresión a través de los medios han de poder ejercerse libremente, sin injerencias ni censura por parte del Estado, el sector empresarial u otros organismos o grupos sociales.
El segundo, puede definirse como el derecho a acceder a información que está en posesión de instituciones públicas, fundamentalmente del gobierno.
Pero, ¿qué sucede cuando se ponen en tela de juicio estos derechos y libertades? López Obrador ha utilizado sistemáticamente su cargo para desacreditar a reporteros, columnistas y a medios de comunicación que lo critican.
Les llama “prensa fifí”, entre otros calificativos (como conservadores y deshonestos).
Él dice que solo está ejerciendo su “derecho de réplica”. Y lo tiene. Las “mañaneras” gozan de una gigantesca distribución en las redes sociales y, muchas veces, dominan las noticias en los medios de comunicación tradicionales.
Por eso las fuertes críticas desde Palacio Nacional a periodistas que le son incómodos a su habitante son preocupantes en uno de los países más peligrosos del mundo para ejercer el periodismo.
En México, los periodistas caen como si estuvieran una zona de guerra. Fundamentalmente por la narcoviolencia.
Y el Presidente puede y debe hacer mucho más para proteger a mis valientes compañeros.
Esta andanada de violencia (no sólo física, también psicológica, digital, legal) contra periodistas y medios de comunicación no ocurrió en un vacío, sino que fue concurrente con el deterioro de la seguridad y del Estado de Derecho en el país.
Sin embargo, para cualquier periodista en México es fácil concluir de estos datos que el Estado mexicano no tiene interés en proteger periodistas.
Al utilizar adjetivos como “panfletos”, “medios vendidos”, “plumas pagadas”, el mandatario da luz verde para que sus mismos funcionarios, simpatizantes y cuentas anónimas afines realicen ataques contra medios y periodistas que han publicado investigaciones que transparentan actuaciones irregulares y critican o cuestionan al gobierno.
Las expresiones de violencia hacia el gremio periodístico van desde deslegitimar la labor hasta amenazas de muerte, y las mujeres periodistas se llevan la peor parte al recibir mensajes con una elevada carga misógina.
Es preocupante que el presidente de la República, en lugar de garantizar la libertad de expresión, estigmatice e implemente una retórica en la que la única prensa válida es la que está a favor de su gobierno.
Este tipo de discursos no corresponden a un país democrático en el que quien hasta hace dos años fuera Relator de Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Edison Lanza, ha dicho, incluso, que “si un presidente determina qué medio le gusta y qué no, sería otra forma de censura”, y agregó que al estigmatizar a los medios “pierde la democracia, porque esto tiene dos caras: los medios son la forma para que los ciudadanos puedan contrastar información y acceder a diversas fuentes”.
Deterioro del Estado de Derecho y un Presidente de la República permanentemente en contra de la libertad de expresión dan como resultado el asesinato impune de periodistas.
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