Ciudad de México, México.– Mediante el uso de sistemas de visión por computadora y computarizados, además de la intervención de diversas disciplinas como la Antropología, Física, Computación, Medicina, Antropología Médica, entre otras, expertos del Instituto de Ciencias Aplicadas y Tecnología (ICAT) de la UNAM, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), y del Hospital General de México Dr. Eduardo Liceaga (HGMEL) implementaron el Laboratorio de Arqueología Digital.
El objetivo de este espacio de estudio, ubicado en el Centro INAH Michoacán, es desarrollar técnicas y métodos para el análisis digital de modelos del patrimonio cultural que alberga esa entidad federativa.
Entre los proyectos que se efectúan destaca la indagación de zonas arqueológicas por medio de drones y las representaciones y mediciones con el uso de fotogrametría multiespectral 3D (imágenes aéreas de elevada resolución) de restos óseos, vasijas y tepalcates, ambos en colaboración con la Universidad de Auckland (UoA) de Nueva Zelanda.
Con el financiamiento de National Geographic, el ICAT, HGMEL, UoA, la Universidad de Harvard y el INAH participan también en el análisis de la población que constituyó el imperio tarasco, hasta antes de la Conquista, por medio de los estudios osteológicos, genéticos y bioquímicos de restos humanos situados en el osario de la Gran Plataforma del sitio arqueológico de Tzintzuntzan, en Michoacán.
El investigador del ICAT, Alfonso Gastelum-Strozzi, informó que el equipamiento del laboratorio fue posible con el apoyo de la UNAM, el INAH y la UoA, en particular del laboratorio de Patrice Delmas, con el cual “tenemos una relación de colaboración para la trasferencia mutua de algoritmos y equipos para el desarrollo de diversos proyectos”.
Algunos resultados, detalló, son la publicación de algoritmos que se utilizan en el estudio de las imágenes digitales para realizar medidas texturales y morfológicas, así como la generación de descriptores que se elaboran en conjunto con los especialistas en Arqueología y Antropología.
Hasta el momento, “ya tenemos un acervo digital de zonas y objetos de interés a través del uso de diversas tecnologías, mapeo con drones, sistemas de fotogrametría y sensores lidar (acrónimo del inglés LiDAR, Light Detection and Ranging o Laser Imaging Detection and Ranging), los cuales proporcionan información descriptiva de los diversos objetos de estudio”, indicó.
Gastelum-Strozzi resaltó que dentro de los protocolos con los cuales cuenta el laboratorio se tiene uno especializado para el análisis de textura y forma, que se realiza en dos fases: “la reconstrucción en formato 2.5D, con lo que se obtiene, con alta resolución, la superficie de estudio y permite medir, a niveles micrométricos, modificaciones de las superficies de interés y la imagen multiespectral que brinda la posibilidad de obtener información textural para diversos espectros, lo cual nos dejan ver diferentes propiedades colorimétricas de las superficies”.
Con ello, abundó el científico universitario, se considera estudiar restos óseos, tepalcates y vasijas para determinar sus propiedades y composiciones.
Explicó que por el grado de precisión requerido durante la medición de este sistema, es necesario automatizar los movimientos de la cámara (pues es imposible capturar las imágenes de manera manual), por lo cual se desarrollaron sistemas de manipulación de estos aparatos que nos permite obtener superficies 3D con resolución píxel micrométricas.
Con la UoA también “desarrollamos técnicas multinivel de adquisición de regiones, donde el primer nivel de información puede ser tomado a pie y después se integran adquisiciones de drones a múltiples alturas, con lo cual se puede utilizar inteligencia artificial para reconstruir grandes áreas con información detallada. Este método se ha aplicado en Nueva Zelanda para estudios ecológicos, y se busca disminuir los costos para aplicarlo a estudios arqueológicos”, indicó.
Otro de los beneficios del laboratorio INAH-UNAM es que diversos grupos de investigación y expertos en arqueología realicen análisis digitales de alta especialidad, y que las diversas disciplinas creen acervos digitales, además de nuevos modelos y conceptos a partir de las imágenes obtenidas. Este espacio es una base de desarrollo de tecnológica, técnica y conocimiento, puntualizó.
Por el momento, trabajan estudiantes de doctorado de las áreas de Cómputo, Arqueología y Antropología Física; más adelante, cuando las condiciones sanitarias lo permitan, probablemente participen alumnos de diversas áreas que aporten al desarrollo de los proyectos. Además, por primera vez, el próximo semestre se impartirá la materia de Arqueología Digital en el área de Cómputo, añadió.
Formación de recursos humanos
En tanto, la investigadora de la Unidad de Investigación y Desarrollo Tecnológico del ICAT, Ingris Peláez, coincidió en que uno de los aspectos importantes del trabajo en conjunto es que estas herramientas son apoyo para el entrenamiento o formación de recursos humanos, a fin de que realicen sus tesis y exploren las piezas, y aprendan cómo se logra la arqueología de una manera digital sin dañar directamente el patrimonio.
Es primordial generar información, conservación del patrimonio, así como analizar y determinar los procesos de salud-enfermedad que se dieron en los habitantes antiguos para comprender el contexto arqueológico del sitio, continuó.
El trabajo coordinado, abundó, se acordó debido a que también se requería “apoyarnos en otras áreas o disciplinas como la Física, el manejo de datos masivos, la Medicina o la Antropología Médica, entre otras, para comprender los fenómenos arqueológicos que estamos observando, no solo las condiciones de vida de las personas en la antigüedad, sino su entorno y comprender ese pasado”.
El investigador del INAH en ese estado, José Luis Punzo Díaz, mencionó que son varios los subproyectos que se llevan a cabo en colaboración, pues junto con Alfonso Gastelum-Strozzi, especialista en Física Médica y la antropóloga médica Ingris Peláez Ballestas, analizan restos óseos y objetos de hace 13 mil años, de los primeros pobladores que llegaron a América.
Un rubro sustancial está relacionado con el estudio transdisciplinar del osario de Tzintzuntzan, la capital del imperio purépecha, a partir de restos óseos para determinar algunos problemas de salud-enfermedad de esa población, además de estudios genéticos, de isotopía e imagen de los huesos a partir de sus reproducciones tridimensionales, detalló.
Asimismo, prosiguió el arqueólogo, esta infraestructura brindará herramientas a antropólogos, arqueólogos y médicos, entre otros expertos, para realizar estudios de amplio espectro.
La Arqueología, dijo Punzo Díaz, es una ciencia destructiva en el sentido de que para excavar debemos ser precisos y tener documentada el área, porque de otra manera podríamos perderla, por lo que hasta antes de esta colaboración “tratábamos de hacer un proceso mínimamente invasivo, puntual, que nos permitiera recuperar la mayor cantidad de datos, pero conservando, en su mayoría, el contexto; y así fue como surgió esta colaboración”.