Análisis a Fondo
¿Y la habrá también con Ebrard?
¿Amistades? No. Sólo intereses
Por Francisco Gómez Maza
¿Que hay, o puede haber, rupturas importantes, desamores tajantes en el seno de Morena?
Obviamente que sí.
Es una organización humana. Y errare humanum est, dice un axioma romano.
No importa que, si hay divorcios irreparables, esto cause profundo beneplácito entre los opositores al régimen de la Cuarta Transformación, cuyos avances reformadores causan pánico entre los partidos de la derecha y los grandes corporativos empresariales, que detestan a López Obrador como si este fuera el diablo.
Afortunadamente, para AMLO y para Morena, el presidente tiene la batuta en todo. Arrastra multitudes. Tiene ese don. Algunos le llaman populismo. Y esta virtud es de reconocerse, se esté con él o en contra de él. Así que no importa que los opositores se congratulen de los divorcios morenistas. Los opositores están derrotados.
Todo cabe en el jarrito de la lucha por la sucesión presidencial. La Silla de Palacio Nacional es la manzana de la discordia. Y tiene que ser. Todos quieren ardorosamente, pretenden apasionadamente, ocuparla durante seis años.
Tres importantes militantes del Movimiento de Regeneración Nacional (y un cuarto –el propio Andrés Manuel López Obrador-, que tendría que ser árbitro y no tomar partido), se disputan la candidatura morenista. Esto todo el mundo lo sabe: el líder de la mayoría en el Senado, Ricardo Monreal Ávila; la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum Pardo, y el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard Casaubón (si fuera el estilo personal de los neoliberales, AMLO tendría que “nombrar” al canciller como su sucesor. Le debe mucho). Esto ya lo sabemos la mayoría de observadores, aunque hay maledicencias, Pero el dato es contexto.
Lo que pasa es que nadie le cree a López Obrador (ni este escribidor) que la selección de la candidatura de Morena será democrática. Nadie le cree que no habrá tapado o tapada. Él mismo se encargó de que la gente captara que tenía una preferencia, independientemente de la paridad de género. Claudia es la elegida de AMLO; este se encargó de que todos lo supieran, “aunque no lo sea”. Dudo que no lo sea.
Y a partir de ese hecho, ni Monreal Ávila ni Ebrard Casaubón tienen posibilidades. ¿Qué la selección será por encuestas? Usted sabe que las encuestas se “cucharean”, como dice el mismo López Obrador. Acaba de ocurrir en la selección de candidatos a las gubernaturas. Por ejemplo: Susana Harp está muy segura de que tenía todo para ser elegida candidata a la gubernatura de Oaxaca. Ah. No. Los machos de Morena la hicieron a un lado. Por poner un ejemplo de la selección en los estados donde habrá cambio de ejecutivos.
Pero, además, entre Monreal Ávila y López Obrador han surgido casi irreparables rencillas ideológicas y políticas. AMLO se considera de los radicales a los que se refiere Monreal, que están entorpeciendo las cosas al interior de Morena. Andrés Manuel, inclusive, se autocalifica de izquierda. (Si acaso es progresista, cristiano demócrata, nacionalista. Pero ¿de izquierda? Si él es de izquierda, yo soy reptiliano.)
Las diferencias vienen de atrás. Se recordará que el zacatecano fue desplazado de la candidatura a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México. Se prefirió a Claudia. Y a Monreal se le dio Cuauhtémoc. Y está, ahora, convencido de que él es para ocupar la Presidencia. Pero AMLO no opina lo mismo.
Pareciera que todo se derrumbó en la amistad López Obrador-Monreal Ávila, a pesar de que éste apoyó fuerte al presidente desde su posición de presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado. Aquí, el tabasqueño tendría que reconocer que, aparte de él, hay otros miembros de Morena muy capaces para continuar la Cuarta Transformación. No estoy seguro de que Claudia sea la indicada. Talvez lo sea. Quizá el canciller; quizá no. U otro. Aquí está el meollo de las diferencias. Se los dije en una entrega pasada. AMLO va a asegurar que quien ocupe la Presidencia actúe como un clon de él y continúe la obra reformadora iniciada por él.
Por lo pronto, estalló la bomba.
En la mañanera del lunes 10, el presidente AMLO no tuvo empacho en poner límites entre él y Monreal por la cuestión de los radicales.
Y se declaró radical, explicando que esta palabra significa que está dispuesto a arrancar de raíz al neoliberalismo que se entronizó en México desde Miguel de La Madrid.
Todo terminará como lo decida López Obrador. Si hay alguien persistente es él. López Obrador se siente fuerte y está muy seguro de que el electorado votará a favor de su permanencia en la presidencia, ahora que se realice la consulta por la revocación de mandato. Está seguro de que Morena ganará cinco de las seis gubernaturas en juego este año
Y está absolutamente seguro de que Morena continuará en el poder después del 2024.
La ruptura con sus amigos, con sus correligionarios, como Ricardo Monreal, la verá como histórica, como anecdótica, desde su residencia campestre en las calles céntricas de la ciudad de Palenque, la ciudad chiapaneca de los dioses mayas.
Claro. En política no hay amistades. Sólo intereses justos o injustos.