Matemáticas de hoy tienen investigación básica y conexión con otras ciencias

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Ciudad de México, México.– En tiempos de la Independencia, el estudio de las matemáticas en México era escaso, reducido a los colegios de ingeniería y a la enseñanza en la universidad. Fue hasta 1939 que en la Facultad de Ciencias de la UNAM se creó la carrera y en 1942 comenzó la investigación en esa disciplina, afirmó Salvador Pérez Esteva, investigador del Instituto de Matemáticas (IM), Unidad Cuernavaca, de la UNAM.

Esta ciencia fundacional contaba con tradición desde tiempos prehispánicos cuando se emplearon matemáticas en el descubrimiento del cero como número, en el desarrollo de los calendarios maya y azteca, y para hacer grandes construcciones piramidales e importantes obras hidráulicas.

Hoy, es una disciplina practicada por 71 mil 797 personas (sumando a matemáticos, actuarios y estadísticos), de acuerdo con cifras de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI) de julio de 2019.

Repaso histórico

En una breve historia de las matemáticas publicada en la página electrónica del IM, se narra que en el siglo XVI, después de la Conquista, los españoles fundaron la Real y Pontificia Universidad de México e instalaron la primera imprenta que hubo en América. La primera cátedra de Matemáticas y Astrología en México fue fundada en 1637, en la Facultad de Medicina de la Real y Pontificia Universidad de México, por el fraile fray Diego Rodríguez. Su apertura se considera como el punto de partida de la ciencia moderna en nuestro país.

En el siglo XVII, el máximo exponente de las matemáticas fue Carlos Sigüenza y Góngora (1645-1700), quien participó en expediciones científicas y desarrolló una vasta labor investigadora visible en el libro Manifiesto filosófico contra los cometas (1681), en el que desacreditaba la idea de que estos astros eran maléficos.

En 1798 dos importantes escuelas se fundaron: el Real Colegio de Minería, el cual estaría encargado de preparar los futuros ingenieros mineros, y el Real Colegio de Bellas Artes de San Carlos, donde además de pintura, escultura y grabado, se enseñaba Arquitectura.

Durante el siglo XIX, con las frecuentes guerras, tanto extranjeras como civiles, el desarrollo científico en México se vio obstaculizado; la Universidad, que con la Independencia cambió de nombre para llamarse Nacional y Pontificia, perdió importancia y utilidad, fue clausurada y restablecida varias veces hasta que en la época de Maximiliano se le suprimió de manera definitiva.

A fines de ese siglo había cuatro escuelas profesionales independientes: Medicina, Jurisprudencia, Ingeniería y Bellas Artes. Además existía, desde 1867, la Escuela Nacional Preparatoria, pero no la Universidad.

Al inicio del siglo XX, Justo Sierra consiguió, tras muchos esfuerzos, que se fundara la Universidad. La idea rectora era reunir, en un proyecto común, las cuatro escuelas profesionales y darles base o fundamento común: la Escuela Nacional Preparatoria. Pero era necesario, además, que la Universidad se estableciera un lugar donde se pudieran realizar estudios avanzados que en las escuelas existentes.

Era necesario fundar una nueva y que también formara parte de la Universidad. Esa nueva institución se llamó Escuela Nacional de Altos Estudios y fue inaugurada formalmente el 18 de septiembre de 1910, cuatro días antes de la puesta en marcha de la Universidad Nacional de México. La Escuela Nacional de Altos Estudios es considerada la madre de las dos facultades que se dedicarían a las actividades fundamentales de la cultura: la Facultad de Filosofía y Letras, así como la Facultad de Ciencias.

“Después de la Independencia había poco desarrollo de las matemáticas, pero cuando llegó al poder Benito Juárez empezaron a moverse las cosas. Inició el movimiento positivista, se creó la Escuela Nacional Preparatoria, con el impulso de Gabino Barreda y la idea de hacer científica la educación”, mencionó Pérez Esteva.

Destacó que Sotero Prieto Rodríguez (1884-1935) es considerado el padre de las matemáticas en México, y el primero que pensó en ellas como ciencia. Ingeniero de formación, fue también docente en el primer curso de matemáticas avanzadas y profesor de la Escuela Nacional Preparatoria.

Otro gran personaje fue Alfonso Nápoles Gándara (1897-1992), pionero de la investigación matemática en el país, quien fue el primer doctor en esa disciplina además del primer director del Instituto de Matemáticas, primer centro de investigación en esa disciplina. Con él se graduaron grandes científicos de la época como Alberto Barajas Celis y Carlos Graef Fernández.

Pérez Esteva comentó que otro impulsor fue el investigador Solomon Lefschetz (1884-1972), matemático ruso-estadounidense que vino a México y formó a jóvenes de nuevas generaciones, haciendo escuela en nuestro país en el estudio de la topología algebraica y elevando de nivel científico al boletín de la Sociedad Matemática Mexicana.

“Un aporte muy importante de Lefschetz fue que con su participación la comunidad internacional comenzó a ver los trabajos de matemáticos mexicanos”, señaló.

A partir de 1962 se funda el Centro de Investigación y Estudios Avanzados (CINVESTAV) del Instituto Politécnico Nacional, y comienza en el país la descentralización de la investigación en matemáticas, que hoy se realiza en varios estados.

“Hoy tenemos masa crítica. Se siguen doctorando alumnos en el extranjero, aunque menos que antes, pero ya existen varios doctorados del área en México. La maquinaria está andando”, señaló.

Pérez Esteva destacó esfuerzos significativos como las Olimpiadas de Matemáticas, semillero para descubrir a nuevos y jóvenes talentos, y el apoyo de esta disciplina para áreas aplicadas como la Ciencia de Datos, la Estadística, la Astronomía y hasta la Biología Molecular. “Las matemáticas de hoy tienen investigación básica y conexión con otras ciencias”, puntualizó.