ÍNDICE POLÍTICO
Por FRANCISCO RODRÍGUEZ
Ajustándose al régimen constitucional de economía mixta, los anteriores gobiernos federales lograron niveles de crecimiento del producto nacional bruto que en algún momento fueron ejemplares en el mundo.
Gobierno, empresarios y el concurso indiscutible de los trabajadores nacionales fueron capaces de sostener durante un periodo duradero, hasta por veinticinco años, asombrosos niveles de desarrollo que fueron llamados por organismos, expertos y gobernantes como “el milagro mexicano”.
En Ciudad de México, durante el período que va de 1997 a 2018, se lograron objetivos que se creían inalcanzables. El PRD posicionó a la capital nacional como la entidad más competitiva del país, primera generadora de empleo formal, principal destino de la inversión extranjera directa, bastión de la lucha contra el cambio climático y con un ambicioso plan de agua para el futuro.
Las bases de la economía mista no eran nuevas. Fueron fijadas en la Constitución desde mediados de la década de 1870 y reiteradas por la legislación nacional a través de dos siglos. El país se dio cuenta de que, para crecer, era necesario sumar todos los esfuerzos.
Las mega obras de la 4T, tareas de locos
Sostenidamente, de cada diez pesos que se invertían en la economía mexicana, el gobierno poseedor de los impuestos metía dos o tres pesos, mientras que el resto, siete u ocho pesos, provenían de la iniciativa privada. Por eso es por lo que nadie se explica por qué el gobierno de la 4T ha emprendido desde la cúpula…
… una lucha frontal contra la inversión privada, una cacería contra los indeseables creadores de empleo, una guerra con toda la barba contra los que llama conservadores, ésos que no se conforman con el concepto de felicidad del vochito, el pantalón radio y el plato de frijoles para llevarse a la boca. Es como tirar piedras contra el tejado propio.
Nadie en su sano juicio acepta que esos dos o tres pesos del presupuesto público, en lugar de orientarnos a crear empleos, se dediquen totalmente a inyectar recursos a Pemex y a la CFE, con administraciones quebradas, a construir una refinería corrupta desde el inicio, sobre un pantano, y a derrochar recursos en el barril sin fondo de las obras militares en Santa Lucía. Tareas de locos.
Retroceso nacional al – 0% de crecimiento
Desde que hace dos años empezó la Cuarta Destrucción del país, no se ha generado un solo empleo formal, no se ha hecho una obra de infraestructura básica, carretera, sanitaria, educativa, no se ha construido una sola vivienda de interés social, y no se producen en el campo los alimentos básicos para la alimentación diaria de la población.
La única agricultura que subsiste es la que tiene autonomía financiera propia. La de los medianos y grandes propietarios que producen para el consumo de las clases privilegiadas y para la exportación. Ellos son los que no requieren los apoyos estatales, y se resignan a producir para salir a mano, mientras no cambien las cosas. Los demás están ya en la cuarta pregunta.
Los indicadores básicos del desarrollo apuntan, desde hace dos años, antes de cualquier virus extraño, un retroceso nacional al menos cero por ciento de crecimiento. El desastre nunca imaginado. La pandemia se sumó a la destrucción ya en boga, por eso le vino “como anillo al dedo”.
Nuestra crisis, un escenario de peste medieval
Juntas, crisis económica y social, más coronavirus, más retraimiento de la inversión, tienen al país en un ranking de menos veinte por ciento de crecimiento, que puede durar de aquí hasta fines del sexenio, según todas las calificadoras financieras y organismos internacionales especializados, que no ven la solución. Un escenario de peste medieval.
Nuestra crisis no sólo preocupa a los mexicanos, sino significa para el entorno internacional un efecto desastroso que puede impactar negativamente el desarrollo regional latinoamericano y, de paso, el estadounidense.
El concepto mismo de seguridad regional y hemisférica está en jaque. México ha dejado de ser en tan sólo dos años, un destino seguro de inversión y ha dejado de consumir en cantidades relevantes los productos de su entorno económico, que son casi todos. Por si lo anterior fuera insuficiente, ha dejado de generar los empleos en el sur de Estados Unidos, que eran posibles por el turismo y el comercio en la franja fronteriza.
Empresarios buscan la sobrevivencia propia y la del país
México ha dejado de ser en poco tiempo, la válvula de seguridad y de convivencia del sistema internacional latinoamericano y se ha convertido, a pesar de nosotros, en un socio incómodo para cualquier tratado comercial norteamericano o canadiense. Somos los vecinos aplastados.
Sobra decir que México se encuentra bajo la permanente sospecha de los observadores extranjeros, de los diplomáticos y de las agencias de supervisión del funcionamiento del sistema. Las condiciones exigidas en materia laboral, energética y ecológica del nuevo T-Mec, por parte de los profesionales demócratas, están pasando aceite. No pueden ser viables y darían al traste con todo programa de inversión o incluso de cooperación.
El enfrentamiento es no sólo antisistémico y antijurídico, sino viola los principios generalmente aceptados y asumidos de economía mixta y las leyes históricas de nuestro sistema de vida. Y ahora se vislumbra otro: el que se produce con los empresarios que buscan la sobrevivencia propia y la del país.
El honor, el trabajo y la virtud, perseguidos, maltratados
Las organizaciones empresariales, aliadas históricas del sistema, desde que Lázaro Cárdenas en 1936 las reconoció como entidades de interés público y las invistió como interlocutoras válidas de la administración pública, han decidido participar de lleno en la recuperación nacional. Esto es así, porque todo vacío se llena.
La restauración del país exige, como en todos los momentos cruciales, el concurso de todos, sin envidias, privilegios ni egoísmos. Los mexicanos han entendido por fin que el futuro inmediato puede ser todavía más sombrío y penoso que lo que ya hemos vivido durante dos larguísimos años de gobierno inconsulto y temerario.
Hoy, el honor, el trabajo y la virtud son perseguidos y maltratados. El país que destruyen los inútiles es un infierno para los mejores y un paraíso para los miserables. Para éstos últimos, no es importante gobernar ni conciliar, sino controlar todo el poder. Forman una confabulación de gentes sin méritos ni grandeza.
Cámaras y confederaciones empresariales y su misión
Salvar al país se ha convertido en la única consigna de fondo. Y eso tiene que hacerse con la colaboración de todos. Máxime cuando la Constitución y las leyes reglamentarias establecen con claridad que las cámaras empresariales y sus confederaciones son instituciones autónomas, de interés nacional, que deben representar y promover las actividades de la industria, el comercio, los servicios y el turismo y colaborar con el gobierno para lograr el crecimiento socioeconómico y la generación y distribución de la riqueza nacional.
Que son órganos de consulta y colaboración del Estado, así como suena, y que el gobierno deberá consultarlas en todos aquellos asuntos vinculados con las actividades que representan. No debemos olvidarlo, está en las leyes que nos rigen desde siempre.
Consigna: Restaurar la paz y la concordia en la Nación
Estos planteamientos, estos principios torales, son más de izquierda que cualquier desplante chairo de provocación colectiva.
Es la única manera de parar la destrucción del país.
La consigna fundamental.
Restaurar la paz y la concordia en el rumbo de la Nación.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: Escribió Gabriel Zaid en el diario Reforma que “…la respuesta ciudadana a un sexenio anticiudadano no debe ser la abstención, sino el voto de castigo. Abstenerse no sería inteligente ni responsable.” Y el mismo domingo, AMLO reviró a través de Twitter: “Contra viento y marea y aunque no le guste a The Economist, a los conservadores ni al sabiondo de Zaid, la transformación pacífica, democrática y con dimensión social es imparable…”
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