Análisis a Fondo
Calumnia, desprestigia, que algo quedará
Aunque no cambiarán su intención de voto
Por Francisco Gómez Maza
Imposible acostumbrarse a las campañas de odio, al desprestigio de personas, a las calumnias, a los falsos testimonios, de los que hemos sido testigos en las campañas político electorales, desde muy temprana edad.
Una verdadera guerra sucia, sucísima, asquerosa, entre candidatos de diferente signo ideológico, político y moral, que participan en las contiendas por puestos de elección popular. Como dice Ivonne, todos contra todos. Y sálvese el que pueda salvarse.
Recuerdo, por ejemplo, la campaña a gobernador de Chiapas, el “tío Chame”, el doctor Samuel León Brindis, allá por los finales de la década de los 1950, estando yo prácticamente en pañales. Bueno. La verdad es que recuerdo muchos pasajes de mi primera infancia como una película, a no ser que me los hayan hecho recordar narraciones maternas.
El buen doctor aguantó las calumnias que venían de sus adversarios y me temo que enemigos. Acusaciones duras, rayanas en la calumnia. Lo acusaron levantafalsos anónimos de haber asesinado, mediante ahorcamiento, a una mujer.
Con todo, tomó posesión como gobernador y cesaron, como por arte de magia, las campañas de odio en su contra.
Y ha transcurrido poco más de medio siglo y continúa la malhadada costumbre de acusar, sobre todo de actos en los que es imposible que haya cuerpo del delito, como método de combate al “enemigo” político. Y ya lo hemos visto en las presentes campañas político electorales para las elecciones que se celebrarán el domingo 6 de junio.
Me llama la atención el adagio que emplea el colega Jaime Arizmendi, en su columna de ayer domingo 25 de abril (por cierto, gran fiesta de San Marcos en Tuxtla y en Aguascalientes, dos ciudades hermanadas por muy estrechos lazos familiares): “Desprestigia, que algo queda”.
Calumnia que queda mucho. Esto es lo que ocurre en las luchas políticas por adueñarse del poder a costa del engaño, de la mentira, de destruir la buena fama de los contrarios.
Ejemplos hay muchos. Quizá el más espectacular ha sido el del candidato a la gubernatura del estado de Guerrero: lo acusaron varias mujeres (me estoy temiendo que apadrinadas por perversos moralinos albicelestes) de agresiones sexuales. Lo hicieron mierda por acosador y violador. Y lo condenaron.
Las acusaciones fueron retiradas. Comenzó su campaña político electoral. E intervino el Instituto Nacional Electoral, para defenestrarlo por supuestamente violar las leyes electorales.
Pero hay muchas víctimas de la calumnia, sobre todo entre los candidatos presentados por el partido Morena que, a leguas se ve, es odiado de corazón por el presidente del INE, Lorenzo Córdova. No es necesario presentar una relación en este espacio. Diariamente se publican innumerables casos en los medios de información y propaganda.
No sería de tomar mucho en serio esta situación. Ya sabemos que la guerra sucia es una práctica político electoral en México. Pero termina la jornada electoral, dan a conocer a los triunfadores, y se acaba la guerra. Es posible que ni siquiera haya influido en las intenciones electorales y el sufragio de los electores.
La verdad es que es muy difícil, casi imposible, que quienes tienen ya definida su intención de voto, la cambien por una bravata, por una calumnia del contrincante.
Así que aguante vara, como se dice en lenguaje popular. Que dicen que es usted gay, ni se inmute. Que lo acusan de agresor sexual, ni se preocupe. (Salvo que sí lo sea,. En este caso, ya está usted frito). Que dicen que es usted asesino, ni los pele. Luego, el señor Córdova no le quitará el registro por el presunto delito por el que sus adversarios lo acusan, sino por una falta menor que puede arreglarse mediante un castigo legal.
Pero cómo molestan estas campañas de odio. ¿Verdad, Maru Campos?
Debe ser muy desagradable que tu correligionario te acuse de corrupta y que la autoridad judicial te prepare un proceso judicial.