Y así, habrá que levantarse

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Análisis a Fondo

Grandes esfuerzos para recuperar las pérdidas materiales

Aunque los miles de fallecidos no participarán ya del festín

Por Francisco Gómez Maza

Más grave de lo imaginado y esperado es y seguirá siendo el demoledor impacto de la pandemia del SARS-Cov-2 en la vida económica mexicana, ya de por sí maltratada por el miedo de muchos inversionistas locales al “comunismo” del gobierno lopezobradorista.

Pero los moros con tranchete se hicieron realidad, no por el “poder popular” del tabasqueño, sino por la capacidad mortal de un invisible enemigo, que se mete al cuerpo humano por la saliva, las mucosas y las lágrimas y que desbarata los bronquios y a los pulmones humanos los hace trizas.

Difícil, pues, se ve, la recuperación de quienes tienen la suerte, o la bendición, como usted quiera, de sobrevivir a esa malvada neumonía viral y ya ni hablemos de quienes ya no están, que pueden ser los 15,000 que han muerto hasta este miércoles 10 de junio, o podrán ser más, quién lo sabe, porque a muchos no son reportados en las hojas de cálculo de la Secretaría de Salud, que esos ya no sufren lo que están sufriendo y seguirán sufriendo, por mucho tiempo, los sobrevivientes.

Bien decía el presidente Alberto Fernández, de Argentina, que la economía puede levantarse, pero los muertos están ya o cremados, o enterrados, aunque la actividad industrial, por ejemplo, haya caído quién sabe en qué porcentaje hasta el momento, que cayó un 30 por ciento en el ya histórico mes de abril, el más dramático descenso desde el año de 1993.

Nos falta lo que haya medido el Instituto de Estadística y Geografía (Inegi) en los meses de mayo y lo que va de junio, los más aciagos en cuanto a la contagiadera de rebaño, que ha llegado hasta el momento a unos 130,000 casos confirmados por la medicina, muchos de los cuales se debaten entre la vida y la muerte y que seguramente muchos de ellos pasarán a integrar las estadísticas de las defunciones, espirados sin una sonrisa o caricia familiar; sólo en la compañía de esos héroes de esta guerra infernal, los médicos y las enfermeras.

Pero la actividad industrial, aunque se quejen los magnates, volverá a levantarse –júrelo que sí, y más pronto de lo esperado-, aunque haya caído lo que haya caído. No obstante que, en plena pandemia, como lo registra el Inegi, la que más ha padecido de parálisis sea la industria de la construcción, que tendrá que hacer ingentes esfuerzos para retomar la fuerza que traía. Tendrá que recuperarse de un descenso de 38.4 por ciento en abril y lo que ha caído en mayo y junio que aún no conocemos. No importa, pero su paralización salvó la vida de miles de ingenieros, arquitectos, albañiles, peones, entre otros. Para detener la caída de la construcción no fue suficiente la actividad en los megaproyectos como el del aeropuerto civil-militar de Santa Lucía y la refinería de Dos Bocas, en la zona de marismas tabasqueña de Paraíso.

Curiosamente, la minería, una de las industrias más contradictorias que se asientan en territorio nacional y cuya mayor parte esta concesionada a intereses extranjeros, sólo cayó algo menos que el 4% y otro tanto ocurrió con la generación, trasmisión y distribución de electricidad; también en alrededor del 4%. No así la industria manufacturera, uno de los pilotes más importantes de la economía del país, la industria manufacturera, que se deterioró en un 35.5 por ciento, hablando del mes de abril.

No hay que olvidar que al Inegi le falta contabilizar lo que pasó en mayo, en junio, y lo que viene. O sea que 2020 podrá registrarse en los anales de la economía, como un año totalmente perdido, con una economía que hace esfuerzos por resucitar en medio de un profundo desempleo que hará que muchos mexicanos continúen llorando y sufriendo de hambre y, sobre todo, de sed de justicia.

Ya puede concluirse que la economía está fuertemente dañada y, al 31 del próximo diciembre, pronostica el banquero central, habrá caído un 9 por ciento, por debajo de cero. Esto no es cuestión académica, sino una realidad muy dramática para millones de mexicanos, que no tuvieron el destino de los que nacen entre pañales de seda.

Ya pueden hablar de que la recaudación de impuestos no ha caído tan bajo, pero el petróleo anda bailando la manzanilla y no se ve cuándo sus precios queden estabilizados. Y mientras tanto, de nada sirven los jalones de optimismo de los guías de este país.

Con todo, la economía es como un balancín. Lo que baja vuelve a tomar aliento y sube y, si los agentes económicos no se alocan, puede permanecer estable por mucho tiempo, mientras los panteones y las urnas funerarias de las iglesias se llenan de restos humanos…