México, el país de la muerte

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Análisis a Fondo

Comparece Alfonso Durazo en la Cámara

El motivo fue el vergonzoso “Culiacanazo”

Por Francisco Gómez Maza

Este jueves 31 de octubre, víspera de la fiesta de todos los santos y de los difuntos, según el calendario eclesiástico, compareció en la Cámara de Diputados el secretario de seguridad pública, Alfonso Durazo Montaño, luego del ridículo hecho en Culiacán con la aprehensión y posterior liberación de uno de los hijos de “El Chapo” Guzmán, ahora enterrado en vida en una cárcel de altísima seguridad de los Estados Unidos.

Obviamente, el funcionario intentó justificar la política de seguridad del gobierno de la Cuarta Transformación. La libertad de un sicario no vale la masacre del pueblo, ha argumentado el gobierno de López Obrador. Pero eso no es lo que se le critica. Lo que se le reclama es la improvisación.

No puede pasar lo que ocurrió en Culiacán, hace días, con la liberación de El Chapito, si los órganos de inteligencia del gobierno actual hicieran su trabajo. Qué tenían que enterarse las huestes del Cártel de Sinaloa que el ejército, las policías, la guardia nacional irían por el jovencito sicario. Alguien les dio el pitazo y opusieron una férrea resistencia que obligó al Ejército a liberar la presa que ya habían esposado.

La estrategia es acabar con la delincuencia organizada. Una estrategia equivocada. Siempre hemos dicho que los “soldados” de las bandas criminales son más expertos en matar que los propios soldados del Ejército nacional. Están mucho mejor armados y el gobierno de López Obrador tiene que actuar con inteligencia, con gente experta que sepa cómo actúan los criminales, los capos del narcotráfico, los secuestradores.

Además, habrá que tomar conciencia de que la seguridad pública no se va a lograr en un sexenio; que las bandas criminales se crecen ante un gobierno sin experiencia. Ya lo hicieron con Felipe Calderón y con Peña, y ahora pretenden hacerlo con López Obrador, quien sólo habla de buena voluntad, de poner las condiciones para que los jóvenes que generalmente se contratan con las bandas como sicarios no lo hagan porque tienen educación y trabajo justamente remunerado.

No. Tiene que aplicar el rigor de la ley, que inevitablemente conlleva violencia, aquí y en cualquier régimen de gobierno, de la ideología que fuere. Ya estoy viendo a los comunistas chinos permitir manifestaciones en contra del régimen –recuérdese la matanza de la plaza de Tianamén- de gobierno. No. Usan y usaron la violencia. Un gobierno como el de México no puede no usar la violencia contra los violentos. Aunque no lo quiera reconocer el presidente, en México estamos en una guerra, más sanguinaria que la guerra que libran los sirios en defensa de su territorio, atacados por el Estado Islámico y los Estados Unidos. Ya imagino al gobierno ruso permitiendo que los criminales actúen a su arbitrio. No, el gobierno tiene el derecho, de usar la violencia para defender la paz y la seguridad del pueblo. Y aquí, los criminales no matan sólo a sus compinches enemigos. También eliminan a gente que ni la debe ni la teme. O secuestran al que se les ponga enfrente. O violan a la muchachita que le gusta al jefe y luego la matan y dejan su cadáver en algún paraje.

Pero López Obrador está aún a tiempo de rectificar si escucha a quienes lo criticamos si el odio de sus enemigos y detractores. Lo bueno es que este escribidor, personalmente, no le debe nada a ninguno de los morenistas o no que están en el gobierno. Menos a López Obrador. Y puedo cuestionarlo como periodista y no como enemigo ni detractor.

Al presidente le tocó bailar con la más fea. La inseguridad supina que sufren los mexicanos, aunada a la recesión económica. No puede perder el tiempo respondiendo a sus enemigos y detractores. Él es, constitucionalmente, el presidente de la república. Y tiene que aprender a hacer muy bien el papel de presidente. Ahí tiene enfrente a tres personajes que no tuvieron ni idea de lo que es representar a un pueblo. Y se fueron después de desfalcar a la nación.