ÍNDICE POLÍTICO
Por FRANCISCO RODRÍGUEZ
Atónitos, casi alucinados, los periodistas de los mayores medios radioeléctricos e impresos del mundo constataron la salida a la calle de decenas de miles de voluntarios capitalinos para responder con energía, coraje y organización a la salvaje fuerza tectónica del terremoto del 19 de septiembre de hace dos años. Exactamente igual que lo hicieran otros tantos miles en la misma fecha de 1985. No se explicaban nada de ese acontecimiento, sólo brindaban respetuosos un tributo de admiración y reconocimiento al empuje de quienes llamaban millennials mexicanos.
Hasta en países con una gran tradición de solidaridad se preguntaban cómo era posible que sin una convocatoria gubernamental previa, sin la obligación normativa de rigor, sin un protocolo de actuación que definiera paso a paso los avatares de la organización ciudadana y las correspondientes jerarquías, el pueblo sin distinción de clases sociales se abocara de inmediato a las tareas solidarias.
Informaban en los cinco continentes que los jóvenes mexicanos de toda condición acudían por decenas de miles a las tareas de rescate, alimentación, urgencias y socorro a las víctimas, sacando fuerzas de flaqueza, echando mano de sus propios recursos económicos, trabajando día y noche sin descanso y sin búsqueda de recompensa alguna…
… ejerciendo labores verdaderamente extenuantes, sin haber conocido previamente ni ser coetáneos ni amigos de los sobrevivientes, fallecidos, desaparecidos o vulnerables que buscaban con eficacia, estableciendo procedimientos novedosos de actuación ante desastres de una magnitud que rebasaba cualquier imaginación.
Gobiernitos de pasmarotes y corruptos sin freno, frente a una sociedad heroica
Asombrados, en los medios de comunicación se preguntaban cómo era posible que un país como México, con todas las características de región volcánica y lacustre, con una población asentada en altiplanos con alturas de más de dos kilómetros sobre el nivel del mar, con placas subterráneas en constante movimiento, trepidación y oscilación constante…
… todos los días del año, una zona sísmica por excelencia como ninguna otra en el mundo, no esté alerta ante la frecuencia de los devastadores terremotos y éstos todavía no ocupen un lugar especial dentro de las causas recurrentes de peligro para la sociedad, un rango ineludible entre los factores de desgracia y de seguridad nacional.
Se ha ensañado la realidad nacional en exhibir ante el mundo una y otra vez a gobiernitos de pasmarotes y corruptos sin freno, frente a una sociedad heroica, sumamente resiliente, demasiado aguantadora de toda necesidad, abandonada hasta el límite del cansancio, el enojo y la perturbación social, pradera de pasto seco, semilla de cualquier inconformidad, de toda venganza contra los indolentes, contra los irresponsables supinos.
¿Y los equipos que El Salvador o Guatemala sí tienen, pese a sus presupuestos?
Muchos de los periodistas radioeléctricos y de la prensa a modo expresaban sus elogios y ditirambos para el equipamiento de las brigadas israelitas, centro y sudamericanas, asiáticas y europeas que descendían de los aviones de combate para sumarse a la ayuda de los millennials. Cariacontecidos, los conductores de programas patito cantaban odas a la fortaleza de los trajes, los cascos, las botas, los utensilios que usualmente portan los brigadistas internacionales.
En ningún momento tuvieron el morro para reconocer nuestras deficiencias. Nunca se preguntaron ni exigieron al gobierno para inquirirlo con seriedad por qué aquí no tenemos las maquinarias, los equipos que se encuentran a la venta en el mercado y que países como El Salvador o Guatemala sí tienen, a pesar de sus escasos presupuestos nacionales.
Desde gatos hidráulicos, bombas de aire para levantar pesadas lozas de concreto armado, perros amaestrados, scaners de última generación para detectar muestras de vida humana, los brigadistas del extranjero parecían llegar de otro planeta. Los colegas de medios radioeléctricos y de la prensa se convirtieron en sus fans, nunca los críticos del gobierno rampante de aquí.
¿Qué tenían que hacer las Fuerzas Armadas con rifles y metralletas en mano?
Los brigadistas internacionales, ya en el terreno de la acción, se preguntaban cómo era posible que el Ejército, la Marina, los cientos de agrupamientos policíacos de todas denominaciones, se dedicaran únicamente a acordonar los lugares de desastre para, incluso, no permitir la llegada de más voluntarios…
… para expulsar, mosquetón obsoleto en mano, a los miles que participaban en las labores de rescate, sólo con el ánimo de adquirir el protagonismo en la tragedia… y en muchos lados, la delantera en la rapiña de los objetos y valores personales de las víctimas del desastre. En ese ángulo, fuimos objeto de la befa universal.
Se preguntaban: ¿Qué tienen que hacer las Fuerzas Armadas con rifles y metralletas en mano, causando pánico entre la población afectada? Si estaba visto que no era escenario de guerra, de rebelión, ni de turbamultas carroñeras, si estaba comprobado que los jóvenes asistían al rescate y a la emergencia con recursos propios, ¿a qué le tiraban los uniformados y sus jefes asustando a los compatriotas?
¿Por qué se hacían una con los grupos de policías improvisados que andaban viendo qué estaba mal acomodado en las zonas de tragedia? Sólo impedían con su muda y pasiva presencia que los vecinos pudiesen recuperar a tiempo los servicios básicos de agua y luz, para participar con mayor equipamiento en la tragedia. Fueron cómplices de la desorganización y del pillaje.
La batea de babas de la Marina Armada con la inexistente niña Frida Sofía
Fuerzas armadas, portadores de mosquetones obsoletos en un rondin inexplicable, policías y uniformados pandilleros con modales de pocos amigos que permitieron por las noches entraran grupos políticos carroñeros que vaciaron los centros de acopio y distribución…
… mismos que amanecían sin víveres, agua, ropa, enseres, vituallas, cobijas, palas, zapapicos, guantes, cascos y medicinas, donados por la población civil, saqueados con la aquiescencia de los guardianes del orden, llegados en mala hora, mucho después de la tragedia, sólo para sembrar el desconcierto y atizar la desconfianza en todas las famosas instituciones.
El entonces dizque sólido precandidato priísta a la Presidencia de la República, Vidal Francisco Soberón Sanz, titular de la Secretaría de Marina, aprovechaba el circo mediático para mover su palmito en la derruida escuela Rébsamen, saludando marcialmente a sus huestes, justificando la batea de babas de sus subordinados que apoyaron la engañifa televisiva sobre la niña Frida Sofía, única inexistente inmortalizada hasta por una caricatura de Los Simpson.
Alguno de sus desafortunados asesores le ha de haber inflado la cabeza de humo al Almirante de cuatro estrellas, ex secretario particular del anterior titular de la Marina Armada de México, sobre la historia de Juan Domingo Perón, el argentino que adquirió fama después de su participación en los terremotos andinos. Un ridículo absoluto y demencial.
La enooorme corrupción de EPN también hincó los dientes en la seguridad nacional
Grupos políticos de todos colores que aprovecharon la ocasión para recaudar arsenales de aditamentos para las campañas políticas de todo tipo que estaban por legar, para retacar campamentos de agremiados y simpatizantes, lejos de las zonas de desastre, pero cerca del corazón de sus benefactores, que después serían beneficiados en respuesta a estos apoyos mal habidos y sangrientos.
En el extranjero, donde saben todo de nosotros, sacaron cuentas de lo erogado por el peñanietismo en labores de supuesta seguridad nacional en el llamado sexenio: un par de billones de pesos y ningún morlaco gastado en algún aparato censor, hidráulico, digital para atender desastres naturales…
… cero pesos para equipamiento, uniformes, botas, cascos, lámparas, equipos y plantas de luz ambulatorias, material quirúrgico, zapapicos y palas de mano, materiales resistentes al servicio de brigadistas para ejercitarse con mayor eficacia ante cualquier tragedia sísmica, en el centro de un país volcánico, lacustre y, repito, sísmico por excelencia.
Cero. ¡Ah, pero eso sí!, más billones de pesos tirados al caño. Comprando equipo de guerra aéreo, terrestre y anfibio, obsoleto y perjudicial, sólo para las comi$iones de los señoritos de turno. Dinero gastado con infamia para la protección de narcotraficantes y delincuentes de toda laya. Nóminas de favoritos, infladas hasta la saciedad con gente improvisada, ignorante, soberbia e inservible para cualquier otro fin que no fuese la padroteada de los recursos de los contribuyentes.
¿Y ahora, ya en plena 4T, estamos preparados para enfrentar una tragedia?
El aparato de seguridad nacional del peñato mostró toda su putrefacción ante los ojos atónitos del extranjero. Y aquí en el país creyeron que nadie se daba cuenta. No supieron, hasta ahora, que son el platillo del ridículo por excelencia. Y hasta reaparecieron los buitres de la carroña: el doctor-almirante-experto en seguridad-masajista deportivo, Manuel Mondragón y Kalb, ave de todo mal augurio ¡recomendaba lo que se debía hacer!
En su clásico agarren al ladrón, el gobiernito de los mexiquenses encontró su chivo expiatorio y enderezó sus fauces hacia las incómodas redes sociales, acusándolas de causar la desinformación y el desconcierto. No querían aceptar que los culpables fueron ellos, los llegados de Zacazonapan.
¿Y ahora, ya en plena 4T, estamos preparados para enfrentar una tragedia? ¿Qué equipos se han adquirido? ¿También ha habido “recortes” presupuestales? ¿Qué preparación tenemos? ¿Sólo simulacros?
¿Usted qué cree?
Índice Flamígero: El desaparecido escritor Carlos Monsiváis rindió así el tributo a los espontáneos brigadistas del 19S de 1985: “… Provista de un notable sentido del deber, una nueva generación se incorpora a las tareas urbanas. Son estudiantes universitarios y obreros, desempleados y alumnos de los Colegios de Bachilleres, de las preparatorias, de los Colegios de Ciencias y Humanidades, de las Vocacionales, de las escuelas técnicas. Han crecido sometidos al consumismo, a la inhabilitación ciudadana, al reduccionismo de las visiones ideológicas que ven en la juventud un campo del domesticamiento y la banalidad. Se les ofrece de pronto una elección moral y la asumen, una oportunidad de acción organizada y la aprovechan. No se consideran héroes, pero se sienten incorporados al heroísmo de la tribu, del barrio, de la banda, del grupo espontáneamente formado, de la ciudad política y civil. Salvar vidas, prestar auxilio, darle a la ayuda la forma de una presencia constante, insomne. El imperativo ético encarna de modos inesperados y vigorosos. En apenas cuatro o cinco horas, se conforma una ‘sociedad de los escombros’ que, angustiada y generosa, no se somete a las dilaciones burocráticas, guiada en su invención fulgurante de técnicas por la obsesión de hurtarle vidas a la catástrofe. Los contingentes desesperados se vuelven un asomo (vigorosísimo) de sociedad civil al descubrirse las potencialidades de las masas (el orden de la ciudad garantizado y más de 1 500 vidas salvadas). Cada persona que se extrae de los túneles y los hoyos es epopeya compartida unánimemente. Nunca en la capital han sucedido fenómenos tan dramáticos ni respuestas tan emocionadas…” (Cuadernos Políticos, número 45, México, D.F., ed. Era, enero-marzo de 1986, pp. 11-24).
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