Análisis a Fondo
Porfirio Muñoz Ledo, el Estadista con Mayúscula
Le puso el cascabel a la Cuarta Transformación
Por Francisco Gómez Maza
Revivió Porfirio. Estuvo a punto de fallecer ahogado en las aguas putrefactas de la soberbia de los irracionalmente duros del partido del presidente.
El genio de la política y de la diplomacia, tentado por los demonios del poder, se levantó a punto de quedar hecho cenizas. En medio del reclamo de la oposición panista y de la tozudez de sus correligionarios del Movimiento de Regeneración Nacional, el Gran Porfirio Muñoz Ledo decidió rechazar el poder antes de quedarse en el camino hacia la inmortalidad.
“Toda mi vida he pensado que la principal virtud de un político es la congruencia; también que se puede tener el poder y no pasar a la historia; se puede pasar a la historia sin tener el poder.” Y prefirió renunciar al poder para pasar a la historia. Dejar el poder para no ser la mecha de un incendio; la causa de una gran crisis constitucional en el llamado poder legislativo mexicano.
El reglamento de la Cámara es muy claro. La presidencia de la mesa directiva para el primer año corresponde al partido que tiene la mayoría; pero el segundo, corresponde al partido que representa la segunda fuerza y así. Pero los morenistas pretendían retorcer el reglamento para reelegirse y quedarse los tres años que dura una legislatura y pretendieron usar a Muñoz Ledo como punta de lanza como presidente.
En un principio, Porfirio estuvo a punto de caer en las redes de la seducción del poder. Pero vino una andanada de cuestionamientos de la oposición que lo hicieron repensar su actitud y enderezar su conducta.
Y el morenista, amigo y compañero del presidente Andrés Manuel López Obrador volvió a la vida, poniendo en crisis a los diputados de Morena que se verían muy mal si continúan con su contumacia en pretender apoderarse de la mesa directiva por los tres años que dura la legislatura.
Tendrán que dejar de lado su intención de reformar el reglamento porque si lo hace ciertamente pasarán a la historia como enemigos de la legalidad, de la honestidad, de la democracia, los valores que dice defender su líder, el presidente de la república. Y tendrán que irse al carajo, junto con su partido, como le ordenó el tabasqueño a quienes, ambiciosos, sólo van por el cargo y les importa un bledo la democracia.
Por lo pronto, los morenistas están frente al reto de su vida política. Qué les queda hacer. Tendrán que recular y aceptar el cumplimiento de las reglas internas de la cámara.
Muñoz Ledo, todo un estadista, le puso el cascabel al gato. No podía ser de otra manera. Su congruencia siempre ha estado por delante. Lo viví por aquellos años en que conducimos un programa de análisis político junto con Tere Vale, en aquella aventura de Ondas del Lago, si no me equivoco.
Como a López Obrador, a Muñoz Ledo se le puede acusar de todo, menos de corrupto e incongruente. Testarudo en guardar la dignidad. Insistente, porfiado en buscar y encontrar la verdad donde esté. Una búsqueda permanente que lo acompaña a estas alturas de su vida personal y política.
Muchos observadores y analistas esperamos que el genio de Porfirio Muñoz Ledo impulse una rectificación de los graves errores que ha venido cometiendo la 4T en varios campos fundamentales de la vida de los mexicanos. Hay tanta pobreza espiritual y económica en este país, que no es incongruente una política neoliberal como la que, en la práctica, está imponiendo la 4T. A veces se antoja decir que la política actual es más de lo mismo.
Pero acciones como la de Porfirio Muñoz Ledo pueden repensar la política nacionalista implantada por el gobierno de Morena. Empezando por respetar la ley, por adecuarse a los reglamentos, puede darse una importantísima rectificación. Y no para contentar a los contrarios. A estos nada los satisfará. Sino para cumplirle a la gente. Para contribuir a que los ciudadanos sean menos pobres, menos mal alimentados, menos mal cuidados en su salud personal.
Los seres humanos nacemos con derechos. Y uno de nuestros sacrosantos derechos es el derecho al error. “Errar es de humanos, pero perseverar en el error es diabólico”, como dijo el gran Séneca.