Ciudad de México, México.– Profesor universitario, inventor, luchador social, figura clave en el movimiento estudiantil de 1968, artista, hombre comprometido profundamente en la lucha por la democracia, el ingeniero Heberto Castillo Martínez forma parte de la historia contemporánea de México.
Al recordar su natalicio hace 91 años, los diputados locales capitalinos, señalaron que su vida es una muestra incuestionable de compromiso político y social y de lucidez intelectual: hizo valiosas aportaciones teóricas y prácticas en la ingeniería civil, entre ellas el sistema de la Tridilosa; escribió 12 libros, fue docente en la UNAM, el IPN y la Escuela de Ingenieros Militares, publicó artículos en las revistas Siempre! y Proceso, así como en los diarios Excélsior, El Universal y La Jornada; apoyó diversos movimientos sociales y participó activamente en el movimiento estudiantil de 1968, lo que le valió ser perseguido, golpeado y ser encarcelado en Lecumberri, donde dejó una muestra de su talento: sus dibujos le daban un toque distintivo a las paredes de la celda donde estuvo confinado.
Su familia supo desde siempre que el ingeniero Heberto era así. “Mi papa tenía la habilidad de hacer varias cosas al mismo tiempo. Podía estar verificando la construcción de un puente y, al mismo tiempo, escribir un artículo para Siempre!; o estar en una asamblea muy álgida del Partido Mexicano de los Trabajadores, donde hasta se mentaban la madre, y mi papá me deslizaba un cuaderno donde dibujaba a sus nietos y, además, realizaba cálculos de obra. Todo de manera coordinada e instantánea”, recuerda el arquitecto Javier Castillo, uno de sus hijos y presidente de la Fundación Heberto Castillo Martínez AC.
Desde su niñez empezó a forjar, aún sin saberlo quizá, una relación con el general Lázaro Cárdenas. “Cientos de miles de niños como yo fuimos a entregar emocionados nuestros ahorros escolares para contribuir al pago de la deuda petrolera”, recordó el ingeniero Castillo en su libro Si te agarran, te van a matar.
Heberto Castillo, “Tito”
Heberto Castillo Martínez nació el 23 de agosto de 1928 en Ixhuatlán de Madero, Veracruz. Casado con María Teresa Juárez Carranza, la mujer que lo acompañó y apoyó en todas sus batallas de la vida, tuvieron cuatro hijos: Heberto, Javier, Héctor y Laura Itzel.
A los 25 años se graduó como Ingeniero Civil en la Universidad Nacional Autónoma de México, donde fue profesor de Análisis y Diseño de Estructuras, y desde esa época combinó su vida profesional con su más grande pasión, su familia.
“Mi papá era muy amigo nuestro, platicaba mucho con nosotros”, relata el arquitecto Javier Castillo, quien cuenta que cuando el ingeniero asistía a las reuniones del Movimiento de Liberación Nacional se hacía acompañar de su esposa e hijos. “Saliendo de ahí nos íbamos a comer hot cakes, o tacos al carbón. Nos acostumbró a comer en la noche; él siempre se atascaba en la noche, como boa”.
El arquitecto Castillo recuerda que cuando su padre estuvo preso en Lecumberri, él acudía al penal a que lo ayudara a prepararse académicamente para presentar su examen de ingreso a la preparatoria.
Primero con sus hijos y luego con sus nietos, Heberto Castillo gustaba de jugar beisbol y frontón, aunque no le desagradaba profundamente perder, pero sin que engendrara rencor. “Cuando éramos jovencitos, jugábamos frontenis los viernes con un amigo de la infancia de papá. De repente, se armaban juegos de parejas; mi papá se apasionaba y nos regañaba cuando hacíamos algo mal. Un día casi se agarró a golpes con su amigo por un juego de frontenis; se mentaron la madre. Al siguiente viernes, nos preguntó: ‘¿Ya están listos?’, y llegamos a jugar como si nada hubiera pasado”.
Amante de la estadística y los números, el ingeniero no perdía la oportunidad de aplicarlas en su vida diaria. “A muchos de sus compañeros (del movimiento del 68) los fueron apresando y a otros tantos, los asesinaron. Cuando yo era más grande, le decía ‘es que te pueden matar’, a lo que él contestaba: ‘Hay muy pocas probabilidades’ de que ocurra”.
Ser hijo y/o esposa del ingeniero no fue fácil. Como familia les tocó vivir con miedo de perderlo en cualquier momento; en varias ocasiones, su esposa Tere tenía que salir huyendo, acompañada de sus hijos, para mantenerse a salvo, por lo que tuvieron que cambiar de residencia constantemente.
Constructor de la democracia
Quienes lo conocieron de pequeño recuerdan que el ingeniero Castillo nació con madera de líder y que tenía una marcada influencia en sus compañeros de escuela; quienes compartieron con él la actividad política, lo muestran como un hombre estricto, dedicado, generoso, animoso, de fuertes convicciones e ideas inquebrantables.
Era un hombre generoso en términos políticos, una cualidad extraña y notable en una actividad en la que a menudo domina la ambición y la mezquindad. Era tan generoso “que declinó su candidatura presidencial en 1988 para permitir que el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas tuviera el apoyo de todas las fuerzas democráticas de izquierda”, considera el diputado José de Jesús Martín del Campo.
Su activismo como luchador social lo llevó a involucrarse en las protestas de los médicos y los ferrocarrileros en los años sesenta, en el movimiento estudiantil del 68; desde años antes se había convertido en un infatigable impulsor de iniciativas políticas para democratizar a un régimen autoritario que llevaba décadas en el poder.
Heberto Castillo fue, como lo describe el diputado Ricardo Ruiz Suárez, “una de las grandes figuras de nuestro país. Es un personaje que fue factor vital en el proceso de democratización de México; luchó desde muy joven en diferentes trincheras”.
Heberto Castillo comenzó su experiencia política desde muy joven. A los 28 años (1956) ya era secretario del general Lázaro Cárdenas; participó en 1961 en la Conferencia Latinoamericana por la Emancipación Económica, la Soberanía y la Paz, a partir del cual surgió en el mismo año el Movimiento de Liberación Nacional (MLN), el primer esfuerzo de reunir a la amplia izquierda mexicana, y del cual el ingeniero era parte de su comité nacional.
Muchos años después, en 1985, fue cofundador y presidente del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT), y diputado federal de 1985 a 1988. En 1987 fue candidato presidencial del Partido Mexicano Socialista (PMS), pero al año siguiente declinó su candidatura en favor de Cuauhtémoc Cárdenas al formarse el Frente Democrático Nacional (FDN), que daría pie en fechas posteriores, a la fundación del Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Más tarde, fue senador, candidato a gobernador de Veracruz y parte de la dirigencia nacional del PRD.
Los trabajos de construcción democrática los realizó siempre al lado de la gente, escuchándola durante los recorridos por lo largo y ancho del país. Buscaba conocer la realidad de manera directa: “La mejor manera de conocer, es conocer con los demás, colectivamente; ver con mis ojos, pero también con los ojos de los demás”, escribió el ingeniero Heberto.
El diputado Ricardo Ruiz considera que Heberto Castillo creó una forma de hacer política de manera diferente al romper con las formas tradicionales, al hablar con un discurso sencillo de temas complicados, para que “cualquiera de nosotros le entendiéramos en cualquier momento”.
Ruiz Suárez ve un paralelismo con la época actual. La manera de hacer política de Heberto “es un antecedente muy claro, luego retomado por algunos personajes actuales, el más destacado Andrés Manuel López Obrador, de una comunicación directa, sin intermediarios, con un lenguaje muy claro y una forma muy precisa de establecer qué es lo importante, qué es lo central”, agrega el integrante del grupo parlamentario de MORENA.
Preso político en el Movimiento del 68
“En 1966, 1967, mi papá era un maestro universitario. Era un especie de Ciro Peraloca, muy inteligente, que proponía teoremas, tenía cosas increíbles, muy desarrolladas para su época; era muy reconocido en la Universidad”, anota su hijo Javier.
En 1968, Heberto impartía cátedra en la Facultad de Ingeniería de la UNAM. Muy pronto se solidarizó con los estudiantes y se hizo mimbro destacado de la Coalición de Maestros.
Participar del lado de los estudiantes en el conflicto le acarreó una feroz persecución y ser víctima, primero, de una golpiza a manos de varios agentes que pretendían llevárselo, con la excusa de que el general Mendiola, jefe de la policía de la Ciudad de México, quería hablar con él.
Heberto apenas logró escapar, aunque seriamente herido. A rastras llegó a brincar la barda de Ciudad Universitaria, en cuya Facultad de Medicina fue atendido de sus lesiones. Posteriormente, a propuesta del entonces rector Javier Barros Sierra, abandonó las instalaciones de la UNAM, ya totalmente recuperado, disfrazado en el automóvil del jefe del servicio médico.
Más tarde, logró evitar su aprehensión el día que el Ejército tomó Ciudad Universitaria. Tuvo que esconderse durante tres días con sus respectivas noches, padeciendo hambre, sed y frío.
Posteriormente, logró esconderse durante ocho meses en diferentes sitios, hasta que fue detenido y encarcelado en Lecumberri en mayo de 1969. “La Procuraduría me acusa de haber cometido 10 delitos: incitación a la rebelión, sedición, asociación delictuosa, daños a las vías generales de comunicación, daños en propiedad ajena, robo de uso, despojo, acopio de armas, lesiones a agentes de la autoridad y homicidio”, escribió Heberto en Si te agarran, te matan.
Su participación en el movimiento que desafió al régimen y al gobierno de Gustavo Díaz Ordaz había sido relevante. El diputado Jesús Martín del Campo lo recuerda con claridad: “Yo era estudiante de la Preparatoria 7 de la UNAM, y participé de manera activa en el movimiento; en los últimos días de julio nos enteramos que maestros universitarios se estaban pronunciando en nuestro apoyo. Entre ellos estaba el ingeniero Heberto Castillo, que, además, era un profesionista de enorme prestigio e impulsor de una transformación democrática de nuestro país”.
Visiblemente emocionado, Martín del Campo revive algunas de las intervenciones de Castillo Martínez. “El ingeniero Castillo habló muy bien en uno de los mítines realizados en el Zócalo; expresó la posición de la Coalición de Maestros Democráticos. El 15 de septiembre, en un momento clave del movimiento, dio el Grito de Independencia en CU con nosotros, para nosotros y para la historia. Fue una magnifica manera de conmemorar El Grito de Independencia y eso después fue considerado un delito, como si él estuviera suplantando al Poder Ejecutivo”.
Ingeniero e inventor
Apasionado de la ingeniería civil, Heberto Castillo hizo aportaciones teóricas y prácticas muy relevantes.
Cuando aún era estudiante, ideó “La matriz gramatical”, que fue el tema de su tesis profesional. En 1959 desarrolló una teoría a la cual llamó “De variantes estructurales”, y fue autor del volumen Nueva teoría de las estructuras, un solo teorema fundamental (1966), entre otras publicaciones.
También fue creador de más de 100 programas para computadora PC en lenguaje Basic para el cálculo de edificios (marcos, vigas, placas). Por si fuera poco, fue autor de la teoría Invariantes Estructurales y del Teorema de la Barra Conjugada en Estructuras Espaciales, así como responsable del estudio y soporte técnico del sistema constructivo denominado kinkreto.
Su herencia en el campo de la construcción quedó representada por la Tridilosa, un sistema estructural de entrepiso tridimensional mixto de acero y concreto, cuyo
objetivo era optimizar y racionalizar el diseño y construcción de estructuras con la utilización del concreto y el acero.
La Tridilosa fue creada para colocarse en cimentaciones y losas de edificios altos, aunque su versatilidad lo hace factible para casas, edificios, puentes peatonales y vehiculares, domos y naves industriales.
La estructura se compone de elementos tubulares soldados u atornillados a placas o nodos de conexión, eso permite que las construcciones sean más ligeras, resistentes y económicas.
El ingeniero Castillo tenía una definición política para su invento. La Tridilosa era “una estructura socialista donde todos los elementos que la conforman están trabajando, cumpliendo cada uno con su función y no como ocurre con las estructuras de concreto”.
El sistema constructivo inventado por Heberto Castillo se utilizó por primera vez en la construcción del puente sobre la presa Morelos, que tiene desembocadura en el río Balsas, así como en el Wolrd Trade Center, antes Hotel de México, y muchas edificaciones más. De la misma manera formuló el Estereomódulo del Astillero o Dique Flotante y la Isla Energética.
Aunque su invento más reconocido e importante fue la Tridilosa, ha ido prácticamente abandonado. Javier Castillo pide que se retome su sistema constructivo, pues ese sería su más grande homenaje: utilizar sus ideas.
Dice Javier Castillo:
“La gente no quiere utilizar la Tridilosa y no la quieren utilizar, porque no cumple con ciertas normas, pero es una tristeza que las instancias educativas como el Politécnico, la Universidad, el gobierno de la Ciudad de México, no quieran investigar un invento creado por un mexicano; que se haga un estudio serio de su estructura para que no se pierda, porque yo soy el único que hago Tridilosa, pero no soy eterno”.