Análisis a Fondo
Eros y Thanatos, motores del comportamiento económico
En una palabra, el egoísmo; la solidaridad, en contrapartida
Por Francisco Gómez Maza
Generalmente, los economistas atribuyen las burbujas de la economía, el crecimiento y el receso, la crisis, la inestabilidad de los mercados etcétera a razones fuera del control de la voluntad humana: corrupción de los banqueros o de los políticos, avaricia de los factores de la producción, políticas económicas heterodoxas, confrontaciones ideológicas, comportamiento de la economía de los socios comerciales (en el caso de México, la economía estadounidense), comportamiento de la economía mundial, desequilibrios de los mercados internacionales, políticas monetarias y cambiarias, entre millones de factores reales o inventados.
En el caso de la economía mexicana, desde aquel desarrollo estabilizador que impulsó la economía a niveles históricamente destacados, con el costo de un empobrecimiento generalizado de las clases obreras, campesinas y populares, la producción de bienes y servicios y la creación de empleos desinfló su burbuja y la marcha de la economía nacional entró en un estancamiento que le costó otro aumento generalizado de la pobreza, la casi desaparición de la clase media y la concentración del ingreso, el capital y la riqueza, y todo impulsado por la depredación de los recursos del Estado por políticos saqueadores que llegaron a concebir la corrupción, el enriquecimiento irrefrenable, como normales, como virtudes cardinales, y la pobreza como modus vivendi real y normal de la inmensa mayoría de la población.
Sin embargo, algunos científicos creen que las últimas causas del comportamiento de la economía no pueden estar sólo en realidades exógenas a la voluntad humana. Detrás de todo, tienen que haber razones neurológicas, de la voluntad, del deseo, de las pasiones, de las reacciones cerebrales de los seres humanos. No suficiente la política económica como causal del comportamiento de las variables económicas
Por ejemplo, allá por el año 2008, después un buen tiempo de crecimiento y expansión de la economía mundial, según la visión de los economistas del sistema capitalista de Washington y Wall Street, en muchos lugares del mundo, estalló una enorme burbuja inmobiliaria y financiera, que fue la causa aparente de una de las más grandes crisis económicas y financieras de todos los tiempos. Pero muchos economistas conscientes de la trascendencia de la vida comenzaron a preguntarse si no había otra causa más honda de la burbuja inmobiliaria y del desmadre del torrente de la economía. ¿No estaban detrás factores neurológicos, emocionales, como la irresponsabilidad, la corrupción, la ambición, el deseo irrefrenable de saqueo y de enriquecimiento fácil, particularmente de políticos y banqueros?
Cómo dijera Kino, el padre de la hermosa Mafalda, cuándo nos bajamos del mundo, ¿Cuándo empezó todo a ir mal? Algunos especialistas se preguntaron si la respuesta a la crisis, a la recesión, no estaría en la mente, en las áreas eróticas y thanáticas del cerebro humano. ¿Estarían las últimas causas del relajo en la mente de los participantes de la creación de la riqueza y la pobreza? ¿De los grandes productores de capital y de los grandes consumidores de papeles bursátiles?
Algunos, dentro del esquema de la neuroeconomía (Guillermo Mateu, Lucas Monzani y Roger Muñoz, en un artículo acerca del papel del cerebro en las decisiones económicas, publicado en la revista Métode de la Universidad de Valencia, registraron que entendían la neuroeconomía como el campo que estudia la actividad cerebral durante la toma de decisiones económicas”) sugirieron, que “las burbujas económico financieras emergen por un impulso biológico que trata de predecir los comportamientos de los demás.
Por aquellos años, hace ya poco más de una década (2008-2019), investigadores del Instituto de Tecnología de California querían saber si la neurociencia podría ayudar a entender por qué tantas personas siguen inflando las burbujas hasta niveles irracionales. De un crecimiento sostenido de la producción de bienes y servicios, a raja tabla se pasa a un ambiente recesivo, si no es que a una recesión declarada, como la que muchos expertos esperan, para un futuro no lejano, en la economía mundial.
Pero cada día es más claro que lo que decide en definitiva en el comportamiento de las variables económicas es la voluntad del ser humano. Por ejemplo. La oferta y la demanda parece que no responden a una ley ciega como quisieron convencernos los filósofos del liberalismo económico, y más los neoliberales. En realidad, y esto lo hemos repetido infinidad de veces en este espacio, la economía responde a lo que el responsable de este texto denomina “las leyes de la necesidad y del abuso”. No se necesita mucho cacumen para entender esta corrección a la teoría. Y esta nueva “ley”, la de la necesidad y del abuso, podría ser parte de la neuroeconomía.
En el fondo de las subidas y bajadas de la economía, como generadora de bienes y servicios generados por la acción equilibrada del capital y la fuerza de trabajo, está el cerebro: el deseo de vida y de muerte, de amor y odio, que nos hace asesinos a todos. El egoísmo, en una palabra. La solidaridad, en contrapartida. A fin de cuentas, la justicia y su mortal enemigo: la injusticia.