Análisis a Fondo
Petróleo, herencia diabólica
A 81 años de la expropiación
Por Francisco Gómez Maza
Si el general Lázaro Cárdenas del Río saliera de su tumba, el lugar común afirma que, al ver las condiciones en que panistas y priistas, particularmente Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña, dejaron la otrora gran empresa de México – Petróleos Mexicanos – volvería a morir.
Casi acabaron con la empresa, la entregaron a capitales particulares, la desmantelaron, la atracaron y se llevaron miles, sino es que cientos de miles, de millones de dólares a sus cuentas off shore.
Dejaron, o lo hicieron a propósito, que la explotación de crudo se fuera en picada. Por poco convierten a México e importador de aceite sin refinar. Dejaron de refinar gasolinas para comprársela a sus amigos estadounidenses y ahora México e importador neto de ese combustible tan codiciado por los reyes del huachicol.
El panorama pareciera desalentador si el gobierno de López Obrador no estuviera obligado a rescatar la empresa del endeudamiento externo y del robo, una tarea muy difícil de lograr en un solo sexenio porque los daños son cuantiosos. Y es que querían, los gobiernos anteriores, acabar con la empresa para poder realizar sus negocios personales con la mafia petrolera mundial y local. No tiene nombre. No hay un nombre. No lo encuentro, para bautizar el desgarriate, el latrocinio, el desmantelamiento de las seis refinerías construidas por gobiernos de hace medio siglo, o más, que jamás volvieron a refinar gasolinas porque los gobiernos decidieron que era mejor comprar este combustible a refinerías de Texas. O sea que el petróleo que era de México en tiempos de Santa Ana, ahora se tiene que comprar a precio de oro.
Este lunes 18 de marzo se conmemoran 61 años de que el general Cárdenas del Río expropió el petróleo que estaba en manos de extranjeros, quienes se beneficiaban prácticamente al ciento por ciento, de la renta petrolera porque eran dueños, yo les digo detentadores, del subsuelo mexicano por otra y gracia de otros gobiernos también apátridas como el del otrora héroe nacional juarista, el dictador general Porfirio Díaz.
Ni Fox, ni Calderón, y menos Peña quisieron volver a oír el nombre de Cárdenas del Río. Si Peña hubiera podido, habría derribado la estatua del expropiador del petróleo que se levanta en la sede del desaparecido PRI, en la avenida Insurgentes esquina con Héroes Ferrocarrileros.
La tarea del gobierno de López Obrador es ingente. Y aquí no valen ni filias ni fobias en torno al presidente. Es un hecho que Pemex está a punto de salir de la bancarrota, en la que la pusieron los pránganas del panismo y el priismo. Y lo interesante es que el nuevo gobierno no ha ideado la dichosa política de contratación de deuda externa para financiar a la empresa, ya endeudada hasta las cachas. Imposible endeudarla más, más ahora que está en algo así como un buró de crédito, gracias a las calificaciones de riesgo de las empresas calificadoras del sistema financiero librecambista.
De verdad es una obra de titanes la que el gobierno federal tiene que desplegar para resucitar a Pemex, y sacarla de las manos de empresarios corruptos y políticos huachicoleros, que se pasean por el país y el exterior, contratando mujeres modelos, como escorts, o damas de compañía. Esto no es chisme ni broma. Lo han publicado grandes medios informativos y está en los ojos y los oídos de la mucha gente.
El gran negocio sucio con la construcción de gasoductos, por ejemplo, en donde floreció la corrupción y el latrocinio tiene que ser aclarado y muchos altos funcionarios del gobierno anterior, así como empresarios particulares tendrían que ir a la cárcel.
Peña tenía el mandato de Washington, del FMI, de privatizar a Pemex al cien por ciento. La privatizó a medias. Por un pelo de rana flaca logra entregarla completiva. Pero sí la desmanteló, la quebró.
Ochenta y un años cumple este lunes 18 la expropiación petrolera, destrozada por Enrique Peña para darle la empresa a grandes capitalistas locales y extranjeros con su mentirosa Reforma Energética que prometió el oro y el moro a los mexicanos y resultó ser otra gran impostura.