Ciudad de México, México.– Quizá solamente somos títeres de nuestras neuronas, sostiene una conjetura que el médico y neurocientífico Ranulfo Romo Trujillo comparte con otros colegas en el mundo.
“Nosotros educamos a nuestro cerebro con la información del mundo externo, que se va transformando y guardando en forma de experiencias. Uno de nuestros temas centrales de investigación es descifrar cómo se guarda esa información”, señaló.
El investigador del Instituto de Fisiología Celular (IFC) de la UNAM y doctor honoris causa por esta casa de estudios planteó que quienes toman las decisiones simples y complejas de nuestra vida son nuestros circuitos neuronales. Al proceso cerebral de toma de decisiones, Romo y sus colaboradores dedican buena parte de su trabajo experimental.
“Todo lo que somos nace de nuestro subconsciente, después lo hacemos consciente. Todo lo que creemos que es mi voluntad, nace involuntariamente, y posteriormente lo hacemos voluntario”, afirmó.
Planteó que los seres humanos no somos más que circuitos cerebrales que están trabajando para generar acciones, incluyendo su consciencia. “Por eso hay que educar bien a nuestro cerebro, para tener buenas acciones voluntarias, decisiones y percepciones. Hay que afinar la memoria, la imaginación y la capacidad de hacer cosas”.
Envejecimiento y desconexión
Romo describió al envejecimiento como un problema de la biología celular pura, que afecta el entramado cerebral en áreas fundamentales como la memoria.
“Al envejecer vamos perdiendo nuestras capacidades físicas y mentales. En nuestro cerebro se va perdiendo la comunicación entre las células. En el caso de las enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer, hay una desconexión de los circuitos cerebrales, que son los que guardan la información de la memoria”, explicó.
Estos circuitos, junto con otros relacionados con los afectos y los movimientos, también se dañan. “Una buena parte de la investigación cerebral en el mundo está enfocada a tratar de entender por qué ciertos circuitos cerebrales relacionados con la memoria empiezan a degenerarse, a perder su capacidad”. Este proceso tiene bases moleculares, biofísicas y de conectividad, entre otras.
Los circuitos cerebrales determinan cómo percibimos las cosas, y con el proceso de envejecimiento esos circuitos van perdiendo la capacidad de reconfigurarse.
Imaginación, producto del conocimiento
Otro interesante y complejo proceso cerebral es la imaginación, la cual, según Romo, es producto de nuestro conocimiento. “No me puedo imaginar cosas que no estén asociadas con algo que conozco”, sostuvo.
Consideró que la imaginación está enfocada, de alguna manera, a los territorios de la educación. “Algunos colegas y yo tenemos la hipótesis de que es una perturbación de los circuitos neuronales en donde está guardada la información, la memoria”.
Es decir, cuando los circuitos trabajan, de pronto reciben una perturbación, localmente; entonces comienzan a trabajar con un patrón distinto, quizá guardan la información de diferente manera.
“A partir de esa información generamos imágenes mentales, o creatividad de una manera muy distinta. La gran pregunta es cómo la materia se convierte en imaginación”, concluyó.