ÍNDICE POLÍTICO
Por FRANCISCO RODRÍGUEZ
El turno en el 2018 es para quienes enarbolen las banderas de lo sustantivo. Demasiado tiempo ha pasado para comprobar que los aprendices de tecnócratas no supieron qué hacer con el poder del Estado. Los peones de presa de la colonización y del anexionismo nos han llenado de vergüenza propia y ajena.
No pudieron, quizá nunca supieron, aprovechar la larga noche de adormilamiento del Imperio con su patio trasero, ésa que les permitió privilegiar el predominio de las cifras maquilladas, de las estadísticas tramposas para justificar la miseria y el abandono. Se refocilaron en la mendacidad de las teorías huecas provenientes del extranjero.
Con esas cuentas, con esas cifras, justificaron todo lo que les pidieron: los índices de inflación que encubrían el abandono de las actividades productivas, la depreciación de la moneda, los niveles bajos de crecimiento del Producto Interno Bruto, la ubicación del país en los últimos lugares de competitividad, seguridad, educación, empleo y salud.
Con las mismas cifras llegaron antes que ningún país de la periferia norteamericana a la adoración de los índices macroeconómicos, en lugar de fomentar los créditos a bajos intereses y largos plazos, al desmantelamiento del Estado a velocidad turbo…
… al abandono de las actividades agropecuarias e industriales, al estrangulamiento de la economía y el mercado interno, tal cual lo recetaban los palafreneros del exterior, dispuestos a prestarles para cobrar leoninas comisiones de la deuda, hasta que se hartaran.
Hicieron que las leyes se ajustaran a sus caprichos
Por ese camino llegaron también a postergar los aparatos judiciales y administrativos para ponerlos al servicio del mejor postor. Involucraron en la corrupción rampante a todo aquel que se dejara dominar por los economistas de medio pelo y tercer talón, arribaron al desprecio absoluto de la ley.
Porque jamás entendieron que la norma suprema de cualquier decisión, de cualquier acto público debía ser posterior al mandato de una normatividad. No. Hicieron que las leyes se ajustaran a sus caprichos y a un voluntarismo demencial que llevó a la quiebra al Estado constituido. Si la ley no los autorizaba, peor para la ley.
Ocuparon un lugar que jamás les perteneció para dominar a un pueblo acostumbrado a las formas, los modos y las maneras de la convivencia y el entendimiento político que surgía del diálogo a pie de tierra y el contacto humano con los gobernantes. Los aprendices de tecnócratas abusaron de las prebendas, estiraron los presupuestos para su confort.
Hicieron cera y pabilo de cualquier austeridad
Llegaron a los niveles escandalosos de la depreciación de la moneda, de la inflación y del recorte presupuestal en aras de privilegiar los salarios de una clase burocrática de favoritos cuenta chiles que jamás ejercieron puestos medios para conocer de cerca las inquietudes populares.
Un pequeño veranillo como empleados de cuello blanco en las sofisticadas y exclusivas oficinas de las secretarías de Hacienda y Crédito Público, Programación y Presupuesto, Banco de México, Nacional Financiera o Secretaría de Industria y Comercio, los hacía aptos para egresarlos como Jefes de Estado…
… secretarios del Despacho, titulares de los organismos paraestatales de desarrollo, oficinas de crédito rural, de planeación agropecuaria e industrial, de vigilantes del patrimonio. Jerarcas de las empresas paraestatales que bajo su égida fueron descapitalizadas y corrompidas al extremo.
Manejaron todos los recursos habidos y por haber. Hicieron cera y pabilo de cualquier austeridad, se zurraron en todos los preceptos constitucionales, se comprometieron en todos los tonos con sus valedores gabachos, les prometieron el oro y el moro a cambio del poder, y nos llevaron hasta donde estamos hoy.
Construyeron una sociedad secreta del pillaje
Hicieron del ejercicio público de la administración y de la economía, tan sencilla como girar en torno de que los gastos no deben ser superiores a los ingresos, como cualquier ama de casa recomienda, toda una parafernalia de terminajos dizque técnicos y teóricos, para hacer una criptografía de lo inane.
Blindaron todos sus enjuagues con un lenguaje casi iniciático, como si se tratara de verdades reveladas, de juramentos de pandillas dispuestas a no dejarse descubrir por cualquiera que tuviera dos dedos de frente. Sus recintos eran inexpugnables, eran las cuevas del odio, la venganza y el miedo a todo lo extraño, viniera de donde fuera.
Construyeron una sociedad secreta del pillaje. Bastaba haber cursado una materia semestral con clases en español de esas que dan en Harvard, Columbia, Yale o Princeton los maestros de los hijos nativos de la aristocracia encastada, para acceder a los altos niveles acá en el rancho grande.
Carrera sexenal para los impostores y farsantes
Bastaba haber presentado una tesis doctoral en Harvard, pergeñada por amanuenses locales de las Lomas de Chapultepec para poder aspirar a hacerse de la Presidencia de un país hambriento y desconcertado con pomposos títulos de atrevidos ignorantes.
Tal fue el caso de su ícono, Carlos Salinas de Gortari, un aprendiz de tecnócrata huehuenche, doctorado en Harvard con una tesis sobre la vida de Emiliano Zapata… escrita por su maestro John Womack.
Pero todos los demás siguieron por el mismo camino. La escuelita estaba hecha. Una carrera para los impostores y farsantes. El poder al alcance de quienes jamás lo pelearon, lo ejercieron ni lo disfrutaron. Una enseñanza amarga y real para lo que como país nos resta de vida independiente. Que jamás se repita.
Regresar a los sensatos, los que hacen cosas sustantiva
Es el ADN burocrático de todos ellos. Quien más, quien menos, ha repetido esa historia de trampas académicas y fracasos espeluznantes cargados a la cuenta de la miseria del pueblo. Pedro Aspe, el mentor de Luis Videgaray, a su vez mentor de Meade Kuribreña, de Lozoya Austin, de Nuño y de cualquiera más de ese establo, es producto de esa manera de abusar de un país.
Ahora lo detestan porque sabe su pasado. Para compensar sus esfuerzos y calmar sus rabietas le regalan el patrimonio nacional a la empresa neoyorquina que representa, habilitándolo de eficaz petrolero y perforador de aguas someras, cuando en su vida ha hecho el hoyo de alguna rayuela.
¿Hacia dónde queremos llevar a México? ¿Queremos entregarlo de nuevo a los impostores? ¿O necesitamos regresar a los sensatos, los que hablan y hacen sólo de lo sustantivo?
¿Usted qué cree?….
Índice Flamígero: El precio oficial de la tortilla es de 11 pesos con 50 centavos, aunque en realidad lo venden en 15 y hasta en 17 devaluados pesos. Ayer, generosa, la Comisión Nacional del tema elevó el salario mínimo en 8 pesos con 32 centavos. Apenas si para poco más de medio kilo del producto indispensable en la mesa de todos los mexicanos. ¿SSerá que nos quieren poner a dieta? + + + Lo que sí se elevó sustancialmente fue el número de asesinatos en todo el país. En octubre pasado se iniciaron 2 mil 371 carpetas de investigación por homicidio doloso, la cifra mensual más alta de que se tenga registro, según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP). Hasta ahora, el récord histórico era de junio de este año, que sumó 2 mil 238 asesinatos intencionales. El número de homicidios dolosos durante los primeros 10 meses de este año es 23.6 por ciento mayor al registrado en el mismo periodo de 2016, con 16 mil 881. Además, la cifra del periodo enero-octubre ya supera en 1.6 por ciento la registrada durante todo el año anterior. De mantenerse el promedio mensual de 2 mil 87 homicidios dolosos en el último bimestre, 2017 se convertirá en el año más violento. Incluso podría superar la barrera de los 25 mil casos anuales, siendo hasta ahora 2011 el año más violento al sumar 22 mil 855. Pero esas son cifras oficiales, las de a de veras… + + + Habrá que ver con qué cara llega hoy a su comparecencia en el Senado Miguel Ángel Osorio Chong. ¿Triunfante? ¿Apaleado por el fuego amigo que balconeó sus “bisnes” con constructores hidalguenses? ¿Ya “bendecido” por Donald Trump para que sea el verdugo de EPN, de ganar las elecciones, en el próximo sexenio?
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