Tras la puerta del poder
Roberto Vizcaíno
Dentro de un mes a más tardar deberá haber candidato presidencial del PRI.
¿Quién de entre los cuatro ya señalados por todos, y que andan en abierta pasarela por todos los eventos partidarios –a saber: José Antonio Meade, Miguel Ángel Osorio Chong, Aurelio Nuño o José Narro– será el elegido?
Eso sólo lo sabe Enrique Peña Nieto… y, bueno, quizá Emilio Gamboa.
Para explicarlo rescato un fragmento de la columna Arsenal del martes anterior de Francisco Garfias en Excélsior en que narra:
“Vamos a ganar y los vamos a sorprender con el candidato” (cursivas mías), le dijo Emilio Gamboa al petista Manuel Bartlett en una reunión de la Junta de Coordinación Política, órgano de gobierno del Senado.
“Atestiguó el diálogo Luis Sánchez, coordinador de la bancada del PRD en el Senado.
“En otro encuentro más reciente, en sus oficinas, el coordinador de los senadores del PRI le comentó a un experimentado político de su partido que las cosas “ya estén muy inclinadas hacia un lado” (de nuevo, cursivas mías)”.
No pocos analistas y columnistas han hecho en los días recientes muy buenos repasos de la realidad política y han hecho sus proyecciones con base a consideraciones sustentables para dar por buenos a unos y otros de los 4 destapados por Gamboa.
EMILIO, LA VOZ DE PEÑA
Aquí hay que destacar que quien abrió la sucesión dentro del PRI fue precisamente Emilio Gamboa.
Lo hizo en una forma sui generis durante una conferencia de prensa convocada el jueves 24 de agosto pasado para hablar de otro tema, pero cuyo objetivo evidente era el definir a 4 precandidatos dentro del PRI.
Usando un recurso en el que nadie ni dentro del tricolor o de alguna institución electoral le podía reclamar ni preferencias por nadie, o adelantos de campaña, Gamboa escuchó a los periodistas decir los nombres de los precandidatos del PRI para él sólo confirmar si eran o no los verdaderos presidenciables.
Así los reporteros mencionaron uno a uno a José Antonio Meade, a Miguel Ángel Osorio Chong, a Aurelio Nuño y aJosé Narro mientras Gamboa respondió: “Está”.
Cuando le señalaron a Enrique de la Madrid y a Eruviel Ávila, Gamboa respondió: “Están haciendo su esfuerzo”, es decir: no tienen posibilidades.
De Manlio Fabio Beltrones sólo dijo: “Cené con el ayer”. Es decir, Beltrones menos.
Y de Luis Videgaray, comentó:
“Él ha dicho que no quiere jugar la presidencia”.
No sólo nadie en el PRI desdijo o corrigió a Gamboa. Desde entonces los 4 señalados son los precandidatos naturales del PRI y hasta estuvieron al lado de Peña Nieto en un encuentro con periodistas en Los Pinos, para confirmar que de entre ellos saldrá el candidato del PRI.
NO HAY OTRO
¿De dónde surge la amistad de Peña Nieto y Gamboa?
La verdad es que es difícil responder esa pregunta. Yo creo que más bien Peña Nieto –quien digan lo que digan es un verdadero animal político, uno de los más astutos estrategas políticos de los últimos tiempos, y ya habrá tiempos más reposados para analizarlo en serio, con hechos y sin animosidades tontas-, se ha hecho amigo de Gamboa. Peña es quien tiene el poder mayor.
Y es que en el momento de esta sucesión presidencial no existe en ningún partido o dentro de ninguna institución o grupo, otro político con la experiencia de Emilio Gamboa.
Mire Usted, apenas cumplidos 31 años de edad, a Gamboa le tocó vivir el destape de su jefe, el secretario de Programación Miguel de la Madrid el 25 de septiembre de 1981.
Como secretario particular, a Emilio le tocó operar desde la misma oficina de De la Madrid muchas de las acciones que derivaron en ese destape. No digo que De la Madrid le deba la Presidencia a Gamboa, pero sin duda un error de Gamboa se la podría haber tirado.
Bien. Durante el sexenio de De la Madrid Gamboa llegó a tener tanto poder, que en el medio político se le conocía como “el vicepresidente”.
Desde esa posición le tocó operar y vivir la sucesión de la cual salió Carlos Salinas y perdió Alfredo del Mazo.
Y van 2.
Durante ese período y en el siguiente, en el de Zedillo, ya fuera de Los Pinos, Gamboa fue titular del Infonavit, director del IMSS y luego de Fonatur y después de Lotería Nacional para de ahí ir como secretario de Comunicaciones y Transportes y como subsecretario de Comunicación Social de la Secretaría de Gobernación con Francisco Labastida Ochoa.
Y precisamente al lado de Labastida vivió la sucesión de Zedillo para salir de Gobernación como coordinador de la campaña del sinaloense.
Y van 3.
Labastida perdió frente a Fox y Emilio llegó al Senado como el brazo derecho de Enrique Jackson, quien asumió como coordinador de la bancada priísta.
A partir de entonces ha estado en el legislativo.
Hoy le han tomado fotos al abordar un helicóptero en el Campo Marte para ir a un encuentro finsemanal con el presidente Enrique Peña Nieto con quien se sabe convive en días no hábiles para analizar la situación de México, los tropiezos en el legislativo y los diferentes escenarios de la sucesión… y jugar golf.
Sin duda que Emilio –nacido en la Ciudad de México el 23 de agosto de 1950-, con 67 años cumplidos y Peña Nieto –originario de Atlacomulco, 20 de julio de 1966-, con 51 años encima no hablan del Nintendo, o de qué películas les gustan, sino de política.
Y especialmente de las experiencias de las sucesiones de 1980 a la fecha.
Y estas experiencias indican que Peña Nieto deberá no sólo evitar rupturas internas como la ocurrida en 1994 cuando Manuel Camacho se insubordinó y por poco hunde a Luis Donaldo Colosio, actitud que no pocos luego atribuyeron al asesinato del sonorense.
Otra de las experiencias que contará Gamboa a Peña Nieto es la del error de no colocar dentro del PRI a un posible sucesor, como le ocurrió a Salinas, quien nunca previó que Colosio pudiera morir y quedarse sin una carta de repuesto.
Quien sí lo previó fue José María Córdoba Montoya – en realidad Joseph Marie Cordoba Montoya, La Ciotat, Francia, 1 de junio de 1950-, quien como Jefe de la Oficina de la Presidencia usó su poder para colocar a su amigo Ernesto Zedillo como coordinador de la campaña de Luis Donaldo y luego como el candidato alterno.
Por ello es seguro que en los siguientes 30 días, a más tardar el 15 de diciembre, estén renunciando los 4 precandidatos destapados por Gamboa y mientras uno de ellos es ungido como el abanderado presidencial del PRI, los otros ocupen cargos dentro del partido en el poder.
Quizá uno de ellos será el siguiente gobernador del Banco de México, para sustituir a Agustín Carstens, quien va a Ginebra.
Ninguno de ellos sustituirá a Enrique Ochoa Reza, porque ese no es el fin, sino que quedarán como una alternativa si es que ocurre algo con el candidato que le impida continuar hasta el final de la contienda de 2018.
Si no pasa nada, y el candidato presidencial del PRI cumple su cometido, los posibles sustitutos irán con casi toda seguridad a ocupar escaños en el Senado de la República dentro de la siguiente legislatura.
Y apuesto que uno de ellos será el coordinador de la siguiente bancada del tricolor.
Detrás de todo eso y mucho más estará sin duda Emilio Gamboa, quien no le veo otro futuro que ir a San Lázaro para los siguientes 3, quizá 6, o a lo mejor 9 años, porque a partir de 2018 quedará abierta la reelección.
Bueno, así la veo yo.