La situación del empleo en México está más peliaguda de lo imaginable y rebasa el declarado optimismo presidencial. Aumentó la cantidad de empleos de muy baja capacidad adquisitiva, pero los empleos que perciben más de cinco salarios mínimos cayeron, de acuerdo con información proporcionada a los medios informativos por el economista en jefe de BBVA Bancomer, Carlos Serrano.
Esa caída ha impactado, entre otros rubros, en el crédito hipotecario. El número de créditos otorgados por la banca registró, en abril pasado, sufrió un descenso de 9.6% en comparación con el mismo periodo de 2016, además de que el monto de crédito solicitado en promedio de redujo 7.7% en el mismo periodo.
Ciertamente el número de empleos en el país ha crecido, pero son puestos de trabajo de muy bajo salario, extremadamente bajo, que no le alcanza ni al pepenador de basura, quien afortunadamente colecta propinas por los servicios que presta a la comunidad, propinas que le permiten comer en la jornada y llevar algo a la familia. En Ciudad de México, si acaso el gobierno les da algo es un overol anaranjado que termina el día lleno de mugre.
El futuro inmediato es desesperanzador, un nebuloso horizonte, como el cielo de esta temporada de torrenciales lluvias e inundaciones en el valle de Anáhuac. En este penúltimo año de la administración Peña, o sea, en lo que resta de 2017, que ya lleva siete meses, se mantendrá la tendencia de reducción de los salarios reales, como consecuencia del aumento de la inflación que se tuvo a principios de año.
O sea que las fiestas de fin de año – Guadalupe, Noche Buena, Navidad, Año Nuevo, Reyes, Candelaria – no serán tan alegres por falta de liquidez en la inmensa mayoría de los hogares. No habrá para mandar a preparar el guajolote ni para preparar las hojuelas con miel de azúcar.
Yo no estoy muy seguro, aunque el economista de Bancomer, que sabrá más que un servidor, es optimista. Asegura que la recuperación de los salarios se presentará en 2018, como resultado de una baja en el índice de precios. Ojalá tenga razón el buen hombre. Pero recuerden que 2018 a nadie le importa. Es tradicionalmente el Año de Hidalgo, cuando la corrupción estalla y los políticos se llevan hasta las alfombras, las cortinas con sus cortineros y todo lo que les cabe, hasta los rollos de papel sanitario.
Además es otro año de cambio sexenal. Candidatos, campañas, derroche de dinero, rebase de topes de gastos, compra de votos, de conciencias, de dignidades, fraudes electorales, corrupción, corrupción y más corrupción. Quizá por eso los senadores se negaron a designar al fiscal anticorrupción.
Mientras, de acuerdo con Serrano Herrera, el salario real ha mostrado una reducción de 0.8% y podría bajar hasta 1% en los próximos meses. Será hasta septiembre cuando inicie una tendencia a la recuperación para regresar a rangos de 4%, lo que se dará hasta mediados de 2018. Dios le oiga, economista. Porque acá en este país no funciona la ciencia económica. Vivimos de milagro. Gracias a la virgencita de Guadalupe y principalmente a San Juditas.
Además, los riesgos geopolíticos, los vaivenes en los precios de las materias primas y los activos financieros podrían generar nuevos episodios de incertidumbre y volatilidad para la economía mexicana.
En ese sentido, es de esperarse que, en el mejor de los escenarios de renegociación, al final de año la moneda mexicana salga favorecida y toque rangos de 18.50 pesos por dólar. Y esto beneficie las variables económicas para que se hagan realidad los pronósticos del economista de BBVA Bancomer.
Como ven, amigos. No hay mucho para estar tan optimistas, Más bien habrá que trabajar con políticas públicas que conduzcan a la recuperación de la economía. Lo ideal es que ya estuviéramos creciendo por los menos 5 por ciento anual. Pero como esa meta está en la cola de un venado corriendo, tendremos que conformarnos con ligeras mejorías como que los corruptos le bajen un poquito a sus raterías.