En México ha habido un malestar social generalizado en contra del gobierno de Enrique Peña Nieto y de su partido, el PRI, por diversas causas: la creciente pobreza y generalizada, el empleo mal remunerado, el desempleo, la carestía de la vida, la mediocridad del crecimiento económico entre otros infortunios como la corrupción de los políticos priístas, los gobernadores principalmente, la llamada casa blanca cuya propiedad fue atribuida por Peña a su esposa, los conflictos de interés presidenciales, la impunidad que la gente no cree que se acabe con la aprensión de varios exgobernadores, muy amigos del mandatario como Javier Duarte de Ochoa, quien inclusive financió fuertemente, con dinero público, la campaña del PRI al gobierno estatal en Veracruz, que se agandalló el PAN como reacción de castigo al partido gubernamental.
Naturalmente un observador concluiría que en base al descontento generalizado el PRI estaría perdido, pero eso no sucede. No se entiende, pero no sucede. Los mexicanos siguen eligiendo priistas, corruptos y ladrones. En Coahuila, donde campea la corrupción de los Moreira, pareciera que a la ciudadanía le gustara que sus gobernantes fueran como ellos. En las pasadas elecciones votaron por el PRI, un partido de ladrones, como aquellos judíos que hace unos dos mil años eligieron al ladrón Barrabás en lugar de liberar a Jesucristo, a quien el gobernador romano Pilatos presentó como hombre justo en quien no veía ningún delito que castigar. Desde hace 2000 años, pues, los habitantes de este país llamado México eligen a los ladrones como sus gobernantes y lo siguen y seguirán haciendo.
En el estado de México, con trampas y las más marranas estrategias electorales,0 ganó un priísta de la alta ralea, apoyado por partiditos cuyos votos no les alcanzaron para conservar el registro como partidos políticos, pero si les alcanzaron para que el PRI ganara porque por sus solos votos habría perdido frente al satanizado partido del más satanizado de los políticos de la izquierda, inclusive satanizado por gente que se autoproclama de izquierda, militantes del PRD, el partido que ayudó a fundar y del cual fue presidente, Andrés Manuel López Obrador.
El PRI pues no va a dejar de ganar las elecciones del 2018 mediante las más corruptas prácticas electorales – los monederos electrónicos son los más inocentes -, sobre todo la compra de votos a la población más hambrienta de este país y a la que el gobierno mantiene en la ignorancia y en la misma pobreza con el objeto de que sea su arsenal de votantes que les dé el triunfo a como dé lugar.
Y pareciera que la oposición, aún la oficialista como la del PAN, no tuviera ningún chance de acercarse siquiera a unos cuantos votos del triunfo, porque el PRI no está dispuesto, ahora, a compartir el poder como lo hizo cuando ganó muy claramente las elecciones aquel parlanchín de Vicente Fox Quesada, o cuando ratificó al partido albiceleste en Los Pinos el irresponsable y pelafustán de Felipe Calderón, cuya esposa busca ahora la candidatura de su partido, peleándose con todos, lo que hará muy difícil que la gane. Y si la gana, imposible que gane la presidencia, primero porque el PRI no está dispuesto a reconocerle el eventual triunfo, y segundo porque los votantes mexicanos no votarían por ahora por una mujer, por su machismo, y menos por la mujer de Calderón cuya memoria está aún muy fresca y es culpado de la situación de violencia que vive México luego de que el michoacano le declaró una absurda e idiota guerra a los barones de la droga tan corruptos como corruptos son los miembros de la clase política mexicana, guerra que ha costado miles de muertos y una desagradable impopularidad de México en el concierto de las naciones.
Y la izquierda está perdida. El PRD se aliaría con el PAN, menos con Morena, porque sabe que si se alía con la derecha tendría alguna opción de compartir el poder presidencial y si lo hace con López Obrador, aunque ganara las elecciones el tabasqueño, no le reconocerían el triunfo como no se lo reconocieron a la candidata morenista al gobierno del Estado de México, Delfina Gómez Álvarez, tan sólo por ser parte de la opción lópezobradorista.
Andrés Manuel, aunque no lo quiera aceptar, está vedado para la presidencia por órdenes del Departamento de Estado, aunque el lenguaraz de Fox ya advirtió recientemente que él se encargará de que el tabasqueño no llegue a la presidencia… jolín. Qué lengua tan larga tiene el ex vendedor de Coca cola y de botas vaqueras.
O sea pues que el sucesor de Peña Nieto, no será ni José Antonio Meade, ni Luis Videgaray, pero si otro priísta que cumpla los requisitos, o un académico lame botas tricolores como Narro, ex rector de la UNAM y actual encargado de la sanidad desde lo que se denomina Secretaría de Salud.
Sólo un milagro haría que en el 2018 hubiera un gobierno de alternancia. Pero no lo permitirá el Departamento de Estado.