Se calcula que es más usual en varones por no estar circuncidados; por la falta de control de esfínteres a esa edad; por la sudoración propia de los genitales, que se mezcla con residuos de orina, material fecal, acumulación de secreciones sebáceas y células muertas de la piel bajo el prepucio.
En las niñas, por la cercanía de la región anal en relación con la vagina; la escasa ingesta de agua y vegetales; “aguantarse las ganas de ir al baño”, entre otros factores.
El doctor Salvador Cuevas Villegas, jefe del Servicio de Urología Pediátrica del Hospital General de La Raza, explicó que la infección en vías urinarias se asocia frecuentemente con una bacteria que vive en el intestino, conocida como escherichia coli, y es responsable de entre 80 y 90 por ciento de casos en menores de cinco años.
La Organización Mundial de la Salud, dijo, estima que este trastorno se diagnostica en 1 por ciento de los niños y 3 a 8 por ciento de las niñas. La mayor parte de las infecciones ocurre durante los primeros años de vida.
Entre los síntomas de alerta para los padres de recién nacidos y lactantes destacan: fiebre sin causa evidente, falta de apetito, anorexia, expulsión involuntaria de orina por la noche, palidez, irritabilidad, náuseas y vómito ocasional.
Para niños en edad preescolar, escolar y adolescentes, las manifestaciones clínicas se localizan en el aparato urinario: dolor o dificultad al orinar, necesidad de orinar varias veces durante día y noche; orina fétida, turbia y con sangre, e inflamación inespecífica.
El urólogo pediatra refirió que, a diferencia de la población adulta, la infección de vías urinarias en los niños menores de dos años tiene mayor dificultad para el diagnóstico, pues con frecuencia es confundida con infecciones respiratorias virales, lo que implica el riesgo de complicaciones y secuelas, por la posibilidad de desarrollar cicatrices renales desde el primer cuadro de infección urinaria hasta en 60 por ciento de las veces.
Apuntó que es responsabilidad del médico revisar en forma minuciosa y en su totalidad al menor, hacer una historia clínica exhaustiva que pueda alertarlo sobre el dato de ultrasonidos anormales durante el embarazo, si tiene antecedentes de otras malformaciones, problemas en familiares que pudieran ser hereditarios y relacionados con problemas metabólicos que deriven en afecciones renales, entre otros.
También se deberá realiza un examen general y un cultivo de orina, antes de medicar al paciente.
Está comprobado que entre 10 y 60 por ciento de menores de dos años presentarán cicatrices renales desde la primera infección de vías urinarias, una lesión que se sufre en sus riñones como consecuencia del proceso inflamatorio; queda tejido muerto que ya no filtra, ya no desintoxica las sustancias que se desechan a través de la orina y se pierde gradualmente la función renal.
Agregó que entre 10 y 25 por ciento de los niños que no fueron diagnosticados ni tratados correctamente, hoy son los adultos jóvenes que llegan ya con insuficiencia renal, de los cuales un gran porcentaje requerirá diálisis, hemodiálisis o trasplante renal.