No obstante, el establecimiento de infraestructura turística de alto impacto en estas áreas afecta de manera negativa a esos montículos de arena; ello, aunado a la elevación del nivel del mar, han intensificado los desastres naturales en playas, alertó Gabriela Mendoza-González, catedrática de la Facultad de Ciencias, Unidad Académica Sisal, Yucatán, de la UNAM.
De manera natural, la línea costera se erosiona y se recupera por acción del viento y el oleaje, pero si a esta dinámica natural –que es variable durante el año– se altera debido a la colocación de infraestructura rígida como escolleras, espigones, diques o rompeolas, el movimiento del sedimento se verá interrumpido y, en consecuencia, la línea de costa se modifica.
Este tipo de infraestructura mal planeada ha provocado graves problemas de erosión en los sistemas de playas y dunas costeras, “lo que sucede mucho en playas de Yucatán, Quintana Roo y Veracruz”, acusó.
Estrechamiento costero
En el país, las dunas costeras –constituidas por la desintegración de rocas, arrecifes de coral y conchas de moluscos, y formadas a partir de la acumulación de arena tras la acción del viento y oleaje– cubren 808 mil 711 hectáreas.
Su relevancia radica en los servicios ecosistémicos que brindan: previenen la erosión causada por tormentas marinas, son un obstáculo contra el viento (aminoran su velocidad), filtran la lluvia al subsuelo y reducen la salinidad tierra adentro, además de ofrecer sitios recreativos y de belleza escénica.
Para Mendoza-González, el problema está en que el espacio de amortiguamiento, denominado Zona Federal Marítimo Terrestre (franja de 20 metros de ancho de tierra firme contigua al mar), no es suficiente para proteger lo que se encuentra tierra adentro en caso de un evento climatológico extremo. “Se necesitan al menos 100 metros de espacio de amortiguamiento para que en temporada de calma se regenere el ecosistema costero”.
En los sitios turísticos y urbanos más importantes del país, como Cancún, la cobertura original de las dunas costeras ha perdido casi su totalidad, y las zonas costeras con alto porcentaje de pérdida debido a la construcción de grandes ciudades son: Veracruz, Acapulco, Cancún, Mazatlán y Ensenada.
Riqueza vegetal costera
Con el objetivo de implementar estrategias de mitigación y conservación, la investigadora y sus colegas de otras dependencias han analizado geología y morfología de playas y dunas mediante el modelado de nicho ecológico (ENM) y distribución potencial de especies (SDM), en dos mil 756 kilómetros de litoral, y clasificaron distintas áreas en el Golfo de México y la Península de Yucatán.
El estudio, publicado en el Journal for Nature Conservation, reveló que “al menos 23 especies forman ensambles importantes con la capacidad de retener sedimento y apoyar en la formación de dunas costeras y reducir el riesgo de daño a las infraestructuras”.
Estas plantas, llamadas colonizadoras o pioneras –ubicadas en la zona costera más cercana al mar–, son capaces de retener el sustrato y generar un microclima adecuado para que otras especies se establezcan tierra adentro.
Sin embargo, la infraestructura cercana a la costa sobre el sistema dunar altera la dinámica sedimentaria y el crecimiento de la vegetación como sistema de apoyo de protección y, en consecuencia, la erosión en la franja costera se intensifica y se vuelve crónica.
“Registrar esta riqueza vegetal ayudó a identificar las zonas que podrían ser víctimas del cambio climático, de acuerdo a los escenarios proyectados por el Informe de 2014 del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), y aquellas zonas que podrían ser consideradas áreas de refugio”, describió la catedrática.
Normas sin cumplir
La Norma Oficial de Requisitos y Especificaciones de Sustentabilidad de Calidad de Playas (NMX-AA-120-SCFI-2006) destaca cuatro puntos importantes: no debe existir infraestructura en las dunas costeras; ningún tipo de vehículo circulará sobre ellas, sólo los de limpieza y seguridad; toda infraestructura que se desee construir debe ubicarse por lo menos cinco metros por detrás del segundo cordón de dunas.
Y por último: los accesos a las playas a través de dunas deben ser por medio de andadores de madera que se construyan utilizando técnicas apropiadas para evitar la erosión y permitan el paso constante de los usuarios a la playa sin deteriorar esos ecosistemas.
Desafortunadamente, recalcó Mendoza-González, estas especificaciones no se cumplen debido a que las dunas no están consideradas un sistema prioritario para su conservación, como sucede con los arrecifes de coral, humedales, manglares o selvas húmedas. “Pero con el catálogo de especies prioritarias que logramos registrar podríamos solicitar su inclusión”.
Un modelo de desarrollo sostenible debe mantener la resiliencia del ecosistema para beneficiar la parte social y económica, y al mismo tiempo conservar la belleza natural que es el atractivo turístico a las playas, concluyó.