El motivo es que, al ser una enfermedad asintomática, “silenciosa”, no se detecta en etapa temprana. Las personas que desarrollan esta patología solo acuden al servicio médico hasta que se encuentran en un periodo avanzado, “cuando ya no hay nada que hacer”.
De manera temprana, este tipo de tumor solo se diagnostica en 0.6 por ciento de los casos; en etapa localmente avanzada, 24 puntos porcentuales y cerca del 65 por ciento en estadio cuatro o periodo crítico.
El especialista explicó que cuando el tumor crece e invade el bronquio, los síntomas son tos con sangre; al invadir la membrana que rodea al pulmón, conocida como pleura, puede ocasionar la generación de líquido pleural y, en consecuencia, falta de aire de la persona afectada.
Una vez diseminado el cáncer, el enfermo pierde peso y siente malestar general. Cuando dicha metástasis se registra en hueso -uno de los lugares más frecuente- puede ocasionar dolor, y es el momento en que la persona acude al servicio médico.
Muchos casos no son registrados y ni siquiera se reporta como cáncer de pulmón, porque el afectado fallece con diagnóstico de neumonía o tuberculosis y otras enfermedades. Por eso, esta enfermedad está subregistrada.
Otra de las razones por las que el paciente acude cuando tiene graves síntomas, es que el médico de primer contacto no piensa en un diagnóstico de cáncer y no hay sospecha de la enfermedad, por lo que no realiza estudios a profundidad.
Óscar Arrieta precisó que en América Latina y México existen diversos factores que contribuyen al desarrollo de esta patología, principalmente el tabaquismo. Le siguen exposición al humo de leña y a minerales como el asbesto y la tuberculosis. En el primero de los casos, su prevalencia es del 85 por ciento.
Los tratamientos dependen del tipo de tumor. En la actualidad, se trata de personalizar esta atención, primero con la realización de estudios para determinar la posibilidad de definir tipos de mutación o cambios en el DNA que puedan predecir la respuesta al tratamiento, con el propósito de que sean específicos para cada paciente.
Lo más conveniente es el tratamiento local, que consiste en la cirugía, radioterapia o radiocirugía. Con alguna de las diferentes modalidades el paciente puede tener control de la enfermedad en etapa temprana.
En etapa localmente avanzada, cuando el tumor no tiene posibilidades de resección quirúrgica y no se invaden estructuras importantes que la hacen irresecable, es decir, que no se puede extirpar mediante cirugía, como son vasos sanguíneos grandes, corazón, vertebras, el tratamiento es con radioterapia y quimioterapia.
En el caso de que el paciente se encuentre en periodo avanzado, se aplica quimioterapia para mejorar su calidad de vida, pero no se cura.