Tales espacios están diseñados para garantizar las condiciones adecuadas para la conservación del material fílmico, que son temperatura y humedad; además, se realiza un monitoreo constante para revisar y atender a las películas que presenten un estado crítico de descomposición, antes de su pérdida total, explicó Francisco Ramírez Vázquez.
El jefe del Laboratorio Cinematográfico (espacio encargado de mantener en buenas condiciones el material del archivo fílmico de la Filmoteca) señaló que las películas de nitrato sufren un proceso de sulfatación, donde el material empieza a hacerse más frágil y la imagen comienza a desvanecerse, hasta el punto de desaparecer completamente; entonces, “nuestra tarea es rescatarla”.
En ocasiones esta tarea significa copiar cuadro por cuadro para crear un nuevo negativo a partir de una película positiva, y desde ahí, trasladar el material a cualquier tipo de formato para su conservación y difusión.
Hay películas silentes como “El puño de hierro”, “El tren fantasma”, “Tepeyac”, además de “La barraca”, “La sombra del Caudillo”, o materiales de la Revolución Mexicana, por mencionar algunas. Estos materiales antiguos de gran valor se copian en un nuevo soporte de poliéster, que puede alcanzar 200 años más de vida. “El objetivo es que las siguientes generaciones puedan ver esas imágenes. Es un trabajo a futuro”.
Cuadro por cuadro
En julio próximo, la Filmoteca de la UNAM cumplirá 57 años. Durante muchos de ellos, el Laboratorio Cinematográfico ha estado presente para contribuir con la conservación de la memoria fílmica de nuestro país. Por sus espacios han pasado innumerables películas. En la actualidad se trabaja con el Fondo Salvador Toscano.
Francisco Ramírez expuso que el tiempo de recuperación de un material depende de sus condiciones físicas. Copiar una película de sólo tres minutos de duración puede implicar tres días de trabajo si sus condiciones ya no son las originales: cuando están plegadas, rotas o encogidas. Entonces se requiere de un rescate cuadro por cuadro; es un proceso muy laborioso, sin contar el trabajo de restauración previo.
Cuando un filme llega al laboratorio, la primera etapa consiste en revisarlo para determinar su estado físico y medir la longitud; esto último es necesario para precisar cuánto material virgen se requerirá en el proceso de duplicación.
La siguiente etapa es la corrección de luces de la película. Esto se realiza colocando los rollos negativos de imagen en una máquina denominada analizador de color, donde se corrige escena por escena con el objetivo de obtener los niveles de contraste y luz, tal y como fue concebida. La información obtenida se imprime en una cinta de papel perforado que posteriormente será leída en la impresora para su duplicación.
Cuando el filme a copiar se rompe con sólo tocarlo, no sirven las impresoras modernas, sino las antiguas, ópticas, en las cuales “hacemos el rescate cuadro por cuadro, en un proceso lento que demanda mucha paciencia y tiempo por parte del técnico operador”.
La labor del Laboratorio Cinematográfico es similar a la que se realiza en uno de fotografía, en donde se usa un cuarto oscuro y ciertas soluciones químicas para que aparezca la imagen. En este caso, a partir de negativos se hace una copia en película virgen, que se revela para que surja nuevamente la imagen.
Para efectuar estos trabajos, en 2014 la Filmoteca compró en la meca del cine, Los Ángeles, California, una limpiadora ultrasónica, dos analizadores de color y tres impresoras automáticas BHP, una de ellas con sistema de ventanilla húmeda que impide, a un costo muy bajo, la impresión de hasta un 80 por ciento de rayaduras provenientes de negativos originales dañados.
Después de hacer la impresión de la película, la siguiente etapa es el revelado. “Con la impresión dejamos una imagen expuesta invisible o latente, y debemos pasarla por procesos fotoquímicos para que surja”.
Aquí entran en escena las tres máquinas reveladoras y las soluciones químicas, como el revelador mismo, el fijador y el estabilizador. Las copias pueden ser positivas, duplicados negativos y positivos, y en formatos de 35 y 16 milímetros. Así quedan listas para proyectarse, digitalizarse o duplicar nuevamente.
Durante el proceso de revelado, los materiales desprenden plata cien por ciento pura, que se reutiliza para la elaboración de la Medalla de Plata Filmoteca UNAM, que se otorga a personalidades de la comunidad cinematográfica nacional e internacional.
La obtención del metal se hace mediante electrólisis, en una máquina recuperadora; se hace un raspado en las paredes para su desprendimiento y posterior pesado. Este procedimiento se realiza en presencia de miembros de la Dirección General del Patrimonio Universitario, para que esta dependencia se encargue de coordinar la elaboración de la medalla.
Cada año se recuperan alrededor de tres kilos de plata; “antes se obtenían alrededor de 10, pero con la llegada de la era digital muchos cineastas emplean estos formatos en lugar del tradicional, de 35 milímetros”.
Cabe destacar que los procesos mencionados son labor de un equipo de cinco personas comprometidas con el rescate del patrimonio fílmico.
Ramírez Vázquez destacó que el laboratorio a su cargo brinda servicios a cineastas e instituciones como el Instituto Mexicano de Cinematografía o la Cineteca Nacional.
También se apoya a otros países en los procesos de revelado de película de 35 y 16 milímetros en positivo y negativo, rescate de materiales antiguos mediante impresoras ópticas para trasladarlos a nuevos soportes, limpieza ultrasónica para cintas en formato de 35 y 16 mm, corrección analógica de luces y asesoría en el rescate de películas.
“Contamos con equipos únicos en México. En la Universidad somos afortunados de contar con ellos y de apoyar a otras instancias. Ésta es nuestra tarea: el rescate del material fílmico de archivo”, finalizó el universitario.