Colocado en el cargo del mandatario más poderoso de la Tierra dentro de un incomprensible proceso electoral en el que no obtuvo la mayoría de los votos ciudadanos, el problema para no pocos gobernantes, analistas y ciudadanos de su país y del mundo, es dilucidar cómo terminará.
Así, luego de un atropellado y caótico, muy confrontado primer mes de Gobierno, el empresario ha profundizado la polarización, inconformidad y enfrentamiento en la sociedad norteamericana, y su estilo prepotente de relacionarse ha derivado en una riña con prácticamente todos con quienes ha hablado.
El repudio internacional integral hacia él sólo se había visto en casos de dictadores deleznables como Pinochet, Franco, etc.
Su guerra contra la prensa de Estados Unidos es frontal, sin tregua ni matices.
Su agenda de ordenamientos -como método de gobernar no sólo en forma rápida sino para evitar la intervención del Congreso-, ha derivado en cambios de fondo en temas tan controvertidos como la construcción del muro, la seguridad y la inmigración.
En estos apenas 30 días de mandato, ya destituyo en forma fulminante a su consejero de Seguridad Nacional y removió de mala manera a su fiscal general; se lanzó en contra de un juez federal en su intento por impedir el ingreso de ciudadanos de 7 naciones musulmanas, y humilló a sus servicios de inteligencia, pero sobre todo mostró su desprecio hacia millones de mujeres y otros que han salido a las calles a protestar en su contra.
El embate lanzado contra México y el gobierno de Enrique Peña Nieto y el maltrato al primer ministro de Nueva Zelanda, no tienen precedentes. De igual forma ha sacado a EU del Acuerdo Transpacífico y mantiene casi muerto al TLC.
En su estrategia de crear empleos para los estadounidenses y para impulsar el consumo de productos nacionales, ha utilizado los peores métodos de presión contra grandes empresas y se ha metido en una guerra sin matices en contra de Google, Apple y Facebook.
Esto y mucho más en sólo 31 días.
Si el mundo entero ve con asombro todo lo que hace y dice, las preocupaciones principales se dan dentro de EU.
“Nunca he estado tan nervioso sobre lo que pueda ocurrir en Washington. Si emerge una crisis, no sé si podrán responder de una forma racional”, comenta el ex secretario de Defensa y ex director de la CIA, el demócrata Leon Panetta.
“Nuestro gobierno vive en un increíble desorden y espero que no sigan así porque somos una nación en guerra”, indica a su vez el jefe del Comando de Operaciones Especiales, el prestigiado general Tony Thomas.
Trump, es evidente, no escucha. Sigue en lo suyo – o quizá en lo que le dicta Stephen K. Bannon un exproductor de cine y medios audiovisuales, periodista, guionista de ultra derecha, que opera como el super asesor principal del empresario y presidente- dentro de una agenda en la que klo principal es dinamitar elestablishment.
Reconocido ya por periodistas y personal de la Casa Blanca, y por la clase política norteamericana toda como “el Rasputín de Trump”, Steve Bannon dice que hace suya la máxima leninista de que lo primero que hay que hacer, es destruir al sistema establecido.
En eso anda a través de inducir los decretos que firma Trump.
Como contrapesos Trump y Bannon comienzan a sentir la fuerza del sector judicial ajeno a sus mandatos, de una prensa considerada como la más poderosa del orbe, de la consolidada clase política, de los servicios secretos y de una sociedad preferentemente urbana, de clases medias, en la que se localizan los ejecutivos de las empresas e intelectuales por demás cansados de sus tropelías y desencuentros.
El único cemento que los salva de ese desastre político, social y de caótico manejo de poder es una economía sólida, estable.
¿Cuánto va a durar eso?, nadie lo sabe.
EL ATAQUE, SU MÉTODO
Dentro de su estilo Trump sabe que opera en terreno minado, resbaloso, pero en lugar de aminorar el paso lo acentúa. Su principio central es: “si te atacan, ataca diez veces más”
Y por ello ha recurrido a hacer lo que sabe: durante el pasado fin de semana reactivó su campaña electoral con un mitin en Miami, desde donde atacó a sus opositores.
Como no ha cancelado sus cuentas de proselitismo electoral, tiene salvado el fondo general de recursos para proseguir en campaña.
Es obvio que, ante los ataques que recibe y los embates de sus enemigos, pretende renovar su acercamiento con su base electoral integrada por una mayoría blanca, trabajadora, masculina entre quienes mantiene un alto ´ndice de aprobación.
“Su arranque ha sido turbulento, controvertido y explosivo. Sin embargo, ha hecho un buen trabajo solidificando su base conservadora, aunque fuera de ese círculo, en la prensa, los tribunales y la opinión pública nacional, no deje de tener problemas”, consideró el profesor de Historia y Asuntos Públicos de Princeton Julian E. Zelicer.
MIRADA A EUROPA
En su galope por cerrar pinzas y tomar control por la vía de la fuerza y la imposición, Trump envió desde días anteriores a su vicepresidente Mike Pence a Europa.
Fiel al jefe, Pence no se anduvo con rodeos y en cada uno de sus encuentros con los enclaves del poder del viejo continente, transmitió el mensaje que le interesaba dar a los gobiernos europeos:
Tendrán que aportar más dinero para el mantenimiento de la OTAN y;
Deberán participar con mayor determinación al lado de EU en el combate al terrorismo islámico.
Pence les recordó a los europeos que EU aporta el 70 por ciento del gasto de la OTAN y que eso no pueden continuar.
“La paciencia del pueblo de EU no es para siempre…”, amenazó.
Los dirigentes europeos por su parte asistieron con recelo a su encuentro con Pence porque no olvidan que Trump alabó la decisión de los ingleses de ir al Brexit.
Una vez cumplida, la visita de Pence sólo multiplicó las dudas. Ni sus conversaciones con el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg o con Federica Mogherini, la alta representante para la Política Exterior Europea, y con Jean-Claude Juncker, el presidente de la Comisión Europea, y menos con Ángela Merkel, disminuyeron las preocupaciones europeas.
En fin, un primer mes que advierte sólo más encontronazos y desencuentros debido a un gobierno que actúa por arranques emocionales que por experiencia.
Y no hay que olvidar que todavía le faltan 47 meses para abandonar la Casa Blanca, eso si no lo reeligen en noviembre de 2020.