Los bosques de Abies religiosa (o sagrada, en latín), llamados así por sus ramas en cruz, crecen a lo largo de la Faja Volcánica Transmexicana, en donde reside la mayor parte de la población de México, por lo que es importante conservarlos. Debido a ello, y como parte de su proyecto “Genómica evolutiva de oyameles mexicanos”, el universitario los estudia para generar conocimiento que permita una reforestación y un manejo forestal más eficientes.
Mediante métodos genómicos modernos, extrae material genético de la mayor cantidad posible de árboles y poblaciones, para decodificar la secuencia de su ADN y determinar cuáles variantes genéticas les permiten adaptarse a ciertas condiciones ambientales, como temperatura, precipitación y la presencia de hongos e insectos. A partir de esta información se busca crear modelos para identificar los individuos más aptos para reforestación.
Este trabajo se realiza sobre todo en comunidades aledañas al Nevado de Toluca, zona no exenta de la contaminación que dispersa el viento; ahí se estudian plantas jóvenes de diferentes orígenes para crear dichos modelos.
Y es que uno de los problemas que enfrentan estos árboles es la contaminación, que junto con el cambio climático los ‘estresan’ y, en consecuencia, les cuesta trabajo captar agua y CO2 para realizar la fotosíntesis y generar oxígeno. Eso les impide crecer y/o los hace débiles, susceptibles a hongos, gusanos barrenadores, y muérdago, que finalmente los llevan a la muerte.
Otro inconveniente para esta especie vital (donde hay oyameles hay agua) es la tala indiscriminada y el mal manejo forestal. En el Ajusco, ejemplificó, se siembran oyameles nativos de otras partes del país o se reemplazan por pinos adaptados a otras condiciones, pero entre 80 y 90 por ciento de estas plántulas mueren antes del primer año.
Labor universitaria
Jaramillo Correa y sus colaboradores también estudian su historia demográfica. Un cambio demográfico puede ocurrir cuando la población cambia de tamaño rápidamente por un evento catastrófico (como la erupción de un volcán que arrasa con casi todo) o por la llegada masiva de semillas de poblaciones aledañas.
Previo a estas investigaciones, con el apoyo de la Comisión Nacional para el Conocimiento y uso de la Biodiversidad (Conabio), Jaramillo Correa y Norberto Martínez Méndez emprendieron el proyecto “Modelación de la distribución geográfica de las especies del género Abiespresentes en México”.
Recabaron datos ecológico-geográficos (temperatura, precipitación, clima en general) y esa información se sobrepuso en el mapa de México para predecir en dónde están, y dónde no, las especies de oyamel, así como en dónde podrían ser sembradas con éxito.
Al hacer un sobrelapamiento de las zonas de distribución de los Abies con las áreas de protección del país, se descubrió que la mayoría de las especies no están adecuadamente protegidas. Estos datos son útiles para hacer ajustes: crear nuevas reservas o ampliar las áreas naturales ya existentes.
De igual manera, prosiguió, es importante saber si las ocho especies de oyamel que habitan en México comparten las mismas características ecológicas (otra meta del estudio), pues es información clave para predecir si el clima de los lugares donde crecen hoy va a ser apto en 50 o 100 años, de tal modo que se empiece a sembrar o reforestar en sitios idóneos.
Para asegurar el éxito de estas reforestaciones, Jaramillo Correa aplica métodos genómicos encaminados a identificar individuos preadaptados a las condiciones futuras dentro de las poblaciones actuales. Si en 50 años la temperatura aumenta tres grados y sabemos qué árboles tienen formas genéticas para adaptarse a esas condiciones, reforestar con sus semillas “evitará mortalidades elevadas”, ejemplificó.
Finalmente, para proteger este recurso forestal el universitario recomendó cortar los árboles lo menos posible, porque donde hay oyameles hay agua; reforestar con las especies adecuadas y con especímenes preadaptados a las condiciones locales; hacer un manejo forestal planificado y educar a la gente.
Debemos aprender que todos somos parte del bosque y que no debemos tirar basura, ni colillas encendidas, o meternos con motos o bicicletas por donde no hay senderos demarcados, pues al hacerlo destruimos las plántulas que reemplazarán a los árboles adultos cuando mueran”.