Ni duda cabe. Los niños, los locos (que no están tan locos) y los borrachos no pueden decir más que la verdad. El cerebro se defiende de los ataques de la simulación, la ignorancia, locura y la obsesión y obliga casi a la lengua a decir lo verdadero.
No se dice ler, se dice leer. Durísima crítica de un niño al que debía ser el pozo de sabiduría en este terreno, el secretario de educación pública, Aurelio nuño. Qué pena que no sepa hablar el hombre dedicado a impulsar la escolarización de niños, adolescentes, jóvenes y adultos.
Y es que el que no conoce a dios donde quiera se anda hincando. Los gobernantes de ahora, de esta época en la que yo soy un sobreviviente de la época anterior, cuando hablábamos bien o hablábamos, o mejor nos callábamos. Ay de aquel que dijera grabiel en lugar de gabriel y menos leer, cuando leer es una palabra de dos sílabas. L-e-e-, amigo secretario, aunque le cueste porque por lo visto usted no lee ni una línea que no sea los encabezados de ese mamotreto llamado síntesis de prensa, que le preparan todas las madrugadas.
Es una buena lección para todos los mexicanos. Imaginen. Si el secretario de educación no habla correctamente, qué les puede exigir a los maestros y a los chiquilines que aún están en el nivel primario. Afortunadamente tienen muy buenos maestros –maestros que no traga el susodicho secretario de educación y que preferiría ver muertos- y una de esas chiquillas le puso el cascabel al gato. No es un asunto grave, pero sí es muy grave que el hombre encargado de la educación hable con desparpajo e irrespetuosamente a los niños de primaria. No se vale, Nuño. Y ponte a leer para que aprendas a hablar.
Y quiero hablarles de un tema que asusto a todos cuando lo dijo (y sigue insistiendo) el ganador de las elecciones estadounidenses, el salvaje multimillnario. La revisión de los tratados de libre comercio. Yo me voy mas allá que Trump y propongo ya, pero ya, la desaparición de los tratados, por lo menos del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica que sólo ha servido para enriquecer a los grandes y dañar a las empresas medianas, pequeñas y micro de México y de los otros dos socios del norte.
Un estudio de César Aching Guzmán (http://matematicasfinancierascag.blogspot.com/), divulgado por el Observatorio de la Economía Latinoamericana, apoya lo que propongo. Yo fui un reportero dedicado a los temas de comercio exterior en El Financiero y me tocó cubrir todo el proceso de negociación del TLC. Le consta a Medina Mora, ahora ministro de la Corte, y a Ricardo Nájera, ahora fiscal de crímenes contra periodistas de la PGR. Ellos me apoyaron con información, con trascendidos, para armar aquellas dos exitosísimas páginas de TLC en El Financiero. Así que tengo autoridad para corregir a Trump. No revisión. Si no renuncia a continuar con esa farsa. Si lo hicieron los ingleses con la Unión Europea porque no lo hacemos nosotros. Y no nos hagamos tontos, Enrique. Esos viajes para globalizar las francachelas no llevan a nada.
De acuerdo con Aching Guzmán, en alguien hay que apoyarse para que vean que uno tiene razón, los TLC son un instrumento colonial para América Latina (y para México porque México es América Latina, no es aún estrella en la bandera estadounidense. Esos quisieran pachucratas y tolúcratas), continuación de otros instrumentos como predecesores: la deuda externa, el ALCA, las Cartas de Intención del FMI, el sabotaje a la industria, el ajustarse el cinturón para los salarios, la presión para privatizar empresas y servicios públicos. Esta nueva ofensiva imperial se produce en América Latina ante el fracaso del ALCA, ante la negativa de participar de Argentina y Brasil; cuando el déficit comercial y presupuestario de EU es alarmante, pues la otrora economía norteamericana “libre de riesgo” ha sido fisurada por la competencia China y por los gastos ocasionados en la invasión criminal a Irak. Los TLC con EU no pueden explicarse simplemente como un tratado comercial “necesario” para mantenernos establecidos en la comunidad internacional global, sino como un movimiento económico, político, militar y cultural dentro de la estrategia de dominación imperial de EU; y en juego están los recursos naturales, la biodiversidad, el agua dulce, los productos agrícolas y ganaderos, que son tomados a bajos precios o por la fuerza.
Hace años, en el primer gobierno de Bush, salió a la luz un documento del pentágono, en el que, entre otras cosas se decía que la escasez de alimentos en el planeta será inminente en los próximos 20 años. A este respecto Vicky Peláez sostiene en Rebelión: “…el TLC está diseñado para que Norteamérica tome el control de la producción de alimentos en cada país involucrado, haciendo desaparecer los productos autóctonos e imponiendo los cultivos genéticamente alterados que traerán fabulosas ganancias a las corporaciones como Monsanto, Dupont y algunas otras. México ya perdió su Banco de Maíz con su fondo genético de este millonario cultivo. El Banco de Papa del Perú está bajo el control norteamericano y no cabe duda que con el TLC y se perderá el fondo genético de papa (Centro Internacional de la Papa – CIP, 1971) que incluye miles de variedades de este producto originario del Perú…”.
No olvidemos que América Latina es depositaria de una rica variedad de recursos naturales y en grandes cantidades, cuya tendencia a futuro es aumentar en valor ante la amenazadora escasez señalada líneas arriba. El TLC le asegura EU la apropiación de esos recursos a través de contratos amañados negociados con funcionarios corruptos.
Las consecuencias de suscribir el TLC con EU abarcan múltiples sectores como el comercio, la producción, los servicios y la soberanía de la que goza todo Estado libre, siendo los más notables los siguientes: • El TLC no reconoce como territorio nacional el subsuelo, las 200 millas de mar territorial, la órbita geoestacionaria, el espectro electromagnético ni la plataforma continental. De esta forma, las trasnacionales estadounidenses podrían apropiarse de las riquezas que se hallen en el subsuelo marino, del espacio electromagnético -de vital importancia en las comunicaciones- y no pagar regalías de ningún tipo por el uso de la órbita geoestacionaria del país.
• Ingresarán a los países suscriptores del TLC productos agrícolas de EU subsidiados a bajos precios, en contra de los productores nacionales.
• Menoscabo de soberanía con la imposición de la relación Estado-inversionista con claros beneficios a los proveedores estadounidenses. En cuanto a las compras estatales que no se direccionan a los productores nacionales y en los servicios no está permitido establecer requisitos de desempeño.
• Pérdida de oportunidad de desarrollo económico por la venta de productos a precios de mercado, ante la explotación amañada de nuestros recursos naturales.
• En el caso peruano los únicos beneficiados son los agroexportadores de la costa, los grandes empresarios importadores/exportadores del comercio y la agroindustria.
• Convulsión social por la agudización de la pobreza y explotación de los pequeños campesinos y microempresarios.
La primera recomendación: necesariamente es evitar la suscripción del TLC; y, la segunda es que el Estado recupere soberanía –si la hubiere perdido- sobre los recursos naturales, la órbita geoestacionaria y el espectro electromagnético. En el caso de los recursos naturales, los contratos de explotación deben ser revisados y adecuados al interés nacional; los espacios físicos y las reservas de los recursos deben ser valorizados económicamente e incorporados a la estructura del capital social para su explotación tripartita: Estado-Comunidad-Empresa privada; el inversionista privado debe ganar en función a su inversión; además debe incorporarse en los contratos la ineludible transformación en el país de los productos primarios extraídos, del subsuelo, bosques, mar y ríos; no deben salir al exterior en estado primario.
Finalmente, en América Latina debe fortalecerse la integración a través del MERCOSUR y el Banco del Sur como primeros pasos.