¿Con Trump vuelve el gran garrote?

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Hace unos días este escribidor calificó la invitación de Peña a Donald Trump como “El error garrafal de #EPN”, análisis duplicado por la Carpeta Púrpura 711. Y vaya que fue el error del sexenio: entrometerse en la política del imperio porque aún no hay nada escrito en la historia electoral de los Estados Unidos.

Pero de todos modos Juan te llamas. Con Trump o con Clinton a los mexicanos nos seguirá yendo mal con la política del imperio. A Trump lo acusan de loco, al estilo exagerado de Vicente Fox. Hillary Clinton es representante de más de lo mismo. El gobierno estadounidense, sea demócrata, sea republicano, tiene un solo mandato: defender los intereses de los plutócratas de Wall Street. No hay que olvidar que es el principal socio del Club Bildelberg, desde donde gobierna al mundo occidentalizado. México es un enanito que tiene que estar en el cuarto de servicio, en la cocina de la Casa Blanca. A ver qué se le ofrece al patrón en turno, sea demócrata sea republicano.

La regó feo Peña Nieto al darle tratamiento de jefe de estado a Trump. La otra, la Clinton, no mordió el anzuelo. Pero el cálculo estuvo mal hecho. Dicen que por eso fue cesado Luis Videgaray, porque él fue el de la idea de traer al millonario, ahora metido hasta la cocina en la política mundial, quien no calculo que la mujer no aceptaría entrarle al juego sucio de Peña Nieto, quien tampoco calculó que, a pesar de estrecharle la mano al fascista, si éste llegase a ganar las elecciones del martes venidero, le va a ir como en feria a los mexicanos. Ay, señor. ¡Cuánta falta de cordura! Pero si gana Clinton, le irá peor. El chiste es que tan bueno será el pinto como el colorado. Y México nunca dejará de ser el patio trasero de los gringos.

“Si históricamente a México le va mal con los demócratas, ahora le ira peor”. Eso dije en aquella ocasión cuando cuestioné la política de Peña Nieto frente al proceso electoral estadounidense. 

A estas alturas del proceso electoral, de acuerdo con los especialistas de la Carpeta Púrpura, lo único que puede ocurrir el 8 de este frío noviembre es un milagro.  Está muy cerrada la diferencia entre #HillaryClinton y #DonaldTrump. Se ha cerrado a alrededor de 5 puntos o menos. Es prácticamente un juego “de suma cero”, donde lo que está ganando Trump lo está perdiendo Hillary. Los indecisos no se han decidido y representan 6.75 puntos, por lo que si en último momento se inclinan por uno u otro van a decidir la elección.

Pero no olvide usted, señor presidente, que el general el pueblo estadounidense es tan conservador o reaccionario como los políticos del Estado de México y los del estado de Hidalgo. Los tolúcratas y los pachúcratas, que están haciendo de México un punto de compra venta de grandes capitalistas extranjeros y criollos, mientras andan sueltos los atracadores del tricolor y del verde, o los grandes contratistas, como Higa, que ya no saben si son o no son de la familia.

Esos conservadores, nuevos fascistas, nuevos hitlerianos, independientemente de las encuestas, de los cálculos aritméticos, pueden hacer la diferencia y el 9 de noviembre la correlación de fuerzas en el mundo podría cambiar y regresar a la guerra fría y a una tercera guerra mundial, porque la locura fácilmente lleva a que la industria de las armas sea la que tome la batuta entre los grandes sectores industriales del mundo capitalista.

No es una jalada, como dice la gente de la calle. Es una peligrosísima posibilidad. Y México quedaría como el tomate del sanduich. A Peña Nieto sólo le quedan dos años de ganancias. El podrá irse del país a París, donde está enterrado don Porfirio Díaz. Pero los mexicanos nos quedamos en este país que puede convertirse en una estrella más en la bandera de las barras y las estrellas. No es una jalada. A muchos les encantaría ser gringuitos porque sólo van detrás de los placeres materiales que nunca han probado. Esto ocurre sobre todo en los estados del norte donde muchas muchachitas embarazadas van a las clínicas u hospitales del otro lado a tener a sus hijitos para que tengan la doble nacionalidad, pero sobre todo la nacionalidad estadounidense.

Pero aquí habemos millones. Y estos millones de personas sólo le importan a los Peñanietos, a los Anayas, a los López, a los Mancera, como fuerza de trabajo barata, regalada, y que se alimenten lo suficiente para tener fuerzas y trabajar como esclavos, sin chistar, sin protestar.  Ya no hay quién los defienda. Y no estoy refiriéndome a la plutocracia criolla. Rica en billetes, en dinero, en mucho dinero, pero sin clase, sin sentido humano, sin solidaridad, sin amor, sin el refinamiento que da una buena educación que no se da en las escuelas ni en las universidades de Nueva York o de Chicago, o de Las Lomas de Santa Fe, sino en los pechos de una madre dedicada a criar muy bien a sus hijos.

Así que gane Hillary o gane Trump, a los mexicanos les irá yendo peor no sólo por la política del imperio, no tanto porque esté Hillary o Donald en la Casa Blanca, sino sobre todo por la política de los gobiernos locales, más neoliberales que los muchachos de Chicago, o los empleados del FMI, cuyos representantes sólo ven por sentarse en esa Silla rota y jalar para ellos y para sus amigos y para sus amantes. Hasta ahora no hemos visto otra política. Algunos mexicanitos estarán asombrados de lo que escribo porque al final lo que les importa es el dinero, venga de donde viniere. O ganado a como pueda dar lugar.

Pero esperemos mejor cómo se va a ir pintando cada estado de la Unión americana, el venidero martes 8. ¿Verdad, presidente? Ahora. Díganos a quién le está yendo. ¿A Hillary o a Trump? Son como los caballos del hipódromo, Parejeros. Nadie será  hasta que sea.