Nunca acepta la verdad; tiene su verdad histórica como la del procurador cansado; sale en las páginas del corazón junto con su compañera gastándose el erario a manos llenas.Y lo que le ocurre al mentiroso es que llega un momento en que no le cree ni su santa madre.
Ahora que se puso de trending topic la expresión “Joder a México”, porque el que preside aclaró, palabras más, palabras menos, que ningún presidente se levanta por la mañana pensando en joder a México (…), la pequeña frase, repetida hasta ad nausean en el Twitter, reveló que la gente ya está hasta la madre de que, en vez de que los problemas gravísimos de los mexicanos sean resueltos, los dejan que se pudran. Y eso sí que es joder a México, mi señor presidente.
Muchos casos graves lo demuestran: el derrumbe de la economía, el estancamiento del aparato productivo, la depreciación acelerada de la moneda nacional, el aumento aceleradísimo de la carestía de la vida, o sea lo que llaman inflación que, junto con el estancamiento económico, es, y no le busquen, “Estanflación”. O sea que, de ribete a que la economía está como chichi cáida, los mexicanos pagamos más por lo que necesitamos para alimentarnos, para curarnos, para que no se mueran los chiquitillos, y ad ovum tenemos que comprarlo en el súper, o en el mercado público, o en el tianguis de los viernes.
La caída de México, o el derrumbe, como titula su más reciente libro Martín Moreno arrastró a la empresa de México, impulsó el aumento de los pobres y desencadenó el desempleo, fortaleciendo el empleo muy mal remunerado. Pero el caso insignia de la simulación gubernamental e inclusive del poder legislativo, es el de los 43 estudiantes normalistas desaparecidos, y que nadie puede asegurar que hayan sido asesinados y mucho menos quemados. Los papás están seguros de que están vivitos y coleando en algún “albergue” (léase mazmorra) de esos que mantienen las fuerzas de seguridad para alojar a la gente peligrosa, a los subversivos del EPR, por ejemplo, y de donde sólo se sale con los pies por delante y pasados los años cuando ya el mundo ha olvidado, porque el olvido es el siguiente capítulo de algo grave. Es como la muerte que, pasado el funeral, sólo los familiares se quedan tristes por unos días y luego nadie se acuerda.
Pero los familiares o padres de los 43 han solicitado (lo plantearon este martes ante los miembros de la Comisión ad hoc de la Cámara de Diputados) el uso de la tribuna del salón de plenos para que los diputados escuchen sus demandas de justicia y de verdad, así, sólo verdad, sin adjetivos, que a los gobernantes les encanta adjetivar todo.
Veremos que decide el órgano de gobierno de los diputados, o sea la Junta de Coordinación Política (Jucopo) y de ser positiva su decisión, veríamos a representantes del grupo de familiares trepados en la tribuna que está debajo de la presidencia, desahogándose. Por lo menos que les sirva de terapia. De desahogo. De logoterapia.