Su perspectiva es, a corto plazo, encontrar mejores diagnósticos tempranos que incrementen la posibilidad de sobrevivencia de las enfermas, y mecanismos para el control del tumor. A largo plazo, es que este tipo de cáncer y otros se vuelvan enfermedades crónicas controladas, explicó Alfonso León del Río.
En este proyecto participan nueve laboratorios del IIBm en el campus de Ciudad Universitaria, más otros en los institutos nacionales de Cancerología (INCan) y de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán (INCMNSZ), así como el Centro Hospitalario ABC.
El investigador de Biomédicas expuso que hasta ahora se han identificado dos nuevos marcadores tumorales: unas proteínas denominadas NHERF-2 y TTP, cuya expresión cambia cuando las células pasan de ser “sanas” a cancerosas, y que podrían utilizarse como un método de diagnóstico o abrir la puerta a nuevos tratamientos.
Una proteína (oncoproteína) funciona como “acelerador” y la otra como “freno” (supresor tumoral) de la división celular. Cuando la regulación de los niveles de estas proteínas se pierde el resultado es la división sin control de las células.
“Si dejamos el pie pegado en el acelerador de un auto o nos quedamos sin frenos el resultado es el mismo: nos estrellamos. Así funcionan las células; requieren de un monitoreo constante de la velocidad de crecimiento, una función realizada por oncogenes y supresores tumorales”, expuso León del Río.
Asimismo, Alejando Zentella, del IIBm en el INCMNSZ, ha encontrado que la Dexametasona (un fármaco análogo al cortisol), que se utiliza para controlar el vómito en las pacientes que reciben quimioterapia, también echa a andar un mecanismo que protege a las células (incluidas las malignas) de morir, por lo cual, el efecto es contrario al deseado.
Los niveles de cortisol en el organismo cambian durante el día, siendo más elevados por la mañana, justo cuando la mayoría de las pacientes reciben la quimioterapia. Si esa hormona natural está involucrada en proteger a las células contra la apoptosis o muerte celular programada, “podemos sugerir que el tratamiento se administre por las tardes”.
León del Río indicó que otro de los resultados ha sido identificar una proteína que denominaron ERAP-1 (Estrogen Receptor Associated Protein), que produce las células de cáncer de mama en cantidades muy elevadas, y aumenta su velocidad de proliferación y capacidad para formar tumores.
En cultivo de laboratorio, esas células no responden al Tamoxifen (fármaco que desde la década de 1980 ha logrado reducir enormemente la tasa de mortalidad por este mal), por el contrario, crecen y forman más tumores. “Ahora tratamos de entender e identificar qué hace esta proteína, que es un factor de transcripción que al unirse al ADN altera los patrones de expresión de diversos genes”, abundó el científico.
Saber cómo los genes cambian su expresión en respuesta a esta proteína es importante, porque probablemente nos ayude a comprender la causa por la que los tumores dejan de responder al fármaco. Entender el mecanismo de resistencia tumoral al tratamiento hormonal podría, en principio, contribuir a encontrar tratamientos para que el Tamoxifen vuelva a ser efectivo cuando la paciente tenga una recaída.
León del Río resaltó que “la tasa de mortalidad por cáncer de mama ha ido en incremento en los últimos 10 años y ya desbancó al cervicouterino” como la principal causa de muerte por neoplasia en nuestro país.
En el programa interactúan médicos, patólogos, oncólogos y cirujanos, con investigadores de las áreas de inmunología, genética, epigenética y biología celular. “Una de las principales metas del Programa es llevar el conocimiento generado en nuestros laboratorios a la práctica clínica, en beneficio de las afectadas por esta terrible enfermedad”, finalizó.